viernes, 30 de mayo de 2008

Cocatedral Natividad del Señor, Belén de Escobar

EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI ASIGNÓ EL RANGO DE IGLESIA COCATEDRAL»

DE LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA
A LA IGLESIA DE LA «NATIVIDAD DEL SEÑOR»
en BELÉN DE ESCOBAR

El Santo Padre Benedicto XVI ha designado «CoCatedral» de la diócesis de Zárate-Campana a la iglesia de la Natividad del Señor, de Belén de Escobar. Dicha iglesia pasa a ser, por ende, co-sede del Obispo diocesano. Las razones consideradas fueron substancialmente pastorales y concernientes a la atención religiosa de la circunscripción eclesiástica de Zárate-Campana, cuya jurisdicción comprende los partidos de Escobar, Campana, Zárate, Baradero, Pilar, Exaltación de la Cruz y San Antonio de Areco, y fue creada por el Papa Pablo VI en 1976, mediante la bula «Qui divini consilio».

El nuevo reconocimiento y nombramiento concatedralicio fue efectuado en nombre del Papa por la Congregación Vaticana para los Obispos (que es como el Dicasterio u Organismo de gobierno que se ocupa de los Obispos y las circunscripciones eclesiásticas), mediante decreto protocolado 176/2008 (con fecha del 12 de marzo), y esto en razón de las facultades especiales que a dicha Congregación son concedidas por el Sumo Pontífice Benedicto XVI. La concesión se produjo luego de contar con el voto favorable del Excelentísimo Monseñor Adriano Bernardini, Arzobispo titular de Faleri y Nuncio Apostólico en la Argentina.


El mismo decreto en nombre del Papa concede al Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, las facultades de su ejecución (o puesta en práctica), esto es, de decidir acerca de la fecha de su publicación, el anuncio al clero y al pueblo cristiano, y asimismo el acto en el cual se dará por cumplido el encargo, para lo cual nuestro Obispo eligió el día viernes 30 del corriente mes de mayo, en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, durante la Misa que presidirá en la nueva co-Catedral. Ese día se labrará y firmará el acta oficial.

En cambio, la solemnidad mayor será celebrada en el mes de septiembre, luego de la «misión joven» que piensa realizarse en la ciudad, y que precederá a la celebración de las fiestas patronales diocesanas en mayo del 2009, en la iglesia CoCatedral de la Natividad.

El título mencionado de parte del Vaticano, dispone que: “(…) el mencionado Templo de la «Natividad del Señor» en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de Iglesia CoCatedral, con todos los derechos, honores, privilegios, y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de Iglesias”.

El Templo designado CoCatedral data de 1908 (cumple, por consiguiente, cien años), y es el más grande de la diócesis, con capacidad para cerca de 900 personas, con 60 metros de largo en la nave central. El interior, aunque necesitado de restauración (como por otra parte todo el templo) está ornado con imágenes y retablos franceses del siglo XIX. Cuenta con una amplia casa parroquial, y un amplios salones de usos pastorales, con gran capacidad tanto en la planta baja, y otro tanto en el piso superior.

En el ámbito de la nueva CoCatedral se realizan, de hecho, gran parte de los encuentros diocesanos, sea de jóvenes, de catequistas, de los distintos movimientos o asociaciones de fieles, u otros que fueren, tanto por la espaciosidad del lugar como también por la privilegiada ubicación geográfica de Belén de Escobar y su fácil acceso por Autopista Panamericana.

En honor a la memoria cívico-religiosa al agradecimiento debido, en el año centenario del Templo, no puede dejar de mencionarse a quien diera origen a Belén de Escobar, Doña Eugenia Tapia de Cruz, considerada su Fundadora, y cuyos restos reposan en la iglesia conCatedral.

Su profunda fe católica fue inspiradora del nombre elegido para la nueva población, pues era devota del Niño Jesús, razón por la cual la primera capilla fue puesta bajo la advocación del« Niño Dios nacido en Belén». Este nombre, además, se originó en la orden religiosa de los Padres Bethlemitas, quienes tenían a su cargo el Real Hospital de Nuestra Señora de Belén, que existió en la región hasta 1779. En 1838, al morir su esposo, don José Antonio Cruz, Doña Eugenia toma a su cargo las tierras y la estancia y, en 1864, compra a sus hijos los derechos sobre la propiedad heredada. Dueña exclusiva del predio, lo hace mensurar, posteriormente, y lo divide en 80 manzanas, fundando, así, el pueblo de Belén, en el lugar conocido anteriormente como "Valle de Santiago" o "Cañada" o "Isla de Escobar". Para ser destinadas a la futura iglesia y casa parroquial, plaza y edificios públicos, donó dos manzanas y, más adelante, la primera capilla de madera, que fue bendecida el 25 de diciembre de 1887. Doña Eugenia Tapia de Cruz falleció el 15 de agosto de 1888.

SIGNIFICADO DE LA «COCATEDRAL» O «CONCATEDRAL»

Ambos términos en castellano son equivalentes y, manifiestamente, significan que la conCatedral es el Templo o edificio religioso con el mismo rango de iglesia Catedral que comparte la sede episcopal con otro templo Catedralicio.

La «iglesia Catedral» primera o principal lo es por razones históricas, o por haber sido la primera que se dio a la diócesis, como es el caso de la iglesia de Santa Florentina, en Campana, que sigue siendo la iglesia principal adjudicada al Obispo. La conCatedral es una concesión en nombre del mismo Santo Padre, hecha por la Santa Sede, y posee todos los derechos y privilegios de las iglesias Catedrales, los cuales tienen un profundo sentido pastoral, en especial en el orden de la liturgia, la catequesis y la caridad activa y operante de la Iglesia católica.

La ubicación de la Catedral (y de la ConCatedral) debe ser central en la diócesis, de modo que sea importante el número de personas que diariamente la visiten, con la conciencia de la capitalidad de este templo entre los restantes lugares de culto de la diócesis, que hagan de ella un lugar privilegiado para convertirla en un "centro de acogida y de perdón" para todo el pueblo de Dios: sacerdotes, religiosos y laicos.

La mayoría de ellas (las conCatedrales) están en Europa, especialmente en España (como las de Santa María, de Cáceres, o las de Gualadajara, Logroño, Castellón, la de San Pedro de Soria y la de Alicante) y en algunas otras naciones de ese Continente (como en Polonia, Francia, Malta, Eslovaquia y Bulgaria), pero también han sido asignadas esas sedes en América Latina, tales como la de Sao Pedro dos Clérigos, en Recife, Brasil, junto con otras en el mismo país, y una en Venezuela. Otras conCatedrales son las de Saint Antoine de Padoue, en Longueuil, Canadá, y la del Patriacado Latino de Jerusalén (Tierra Santa).


TEMAS BÁSICOS SOBRE LA IGLESIA CATEDRAL, QUE SON APLICADOS A LA «COCATEDRAL»

La Iglesia Catedral es el principal templo de la Diócesis y el mas importante, no por razones edilicias sino porque es la cátedra del Obispo, y por ello constituye es el signo de unidad de la Iglesia Particular o Local, donde se cumple el sagrado Ministerio Episcopal del Obispo. Por ello, en cierto modo, es la madre de todas las iglesias de la Diócesis y el centro capital de la vida litúrgica diocesana .

La Catedral y CoCatedral es también signo del magisterio y de la potestad del Pastor de la Diócesis, donde se manifiesta la santificación de las personas, y se da culto y gloria a Dios. Así se refiere el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, en el n. 155, respecto de la iglesia Catedral, lo cual también se aplica a la CoCatedral:. “Entre los templos de la diócesis, el lugar más importante corresponde a la iglesia Catedral, que es signo de unidad de la Iglesia particular, lugar donde acontece el momento más alto de la vida de la diócesis y se cumple también el acto más excelso y sagrado del munus sanctificandi del Obispo, que implica juntamente, como la misma liturgia que él preside, la santificación de las personas y el culto y la gloria de Dios. La Catedral es también signo del magisterio y de la potestad del Pastor de la diócesis. El Obispo ha de proveer para que las celebraciones litúrgicas de la Catedral se desarrollen con el decoro, el respeto de las rúbricas y el fervor comunitario que son apropiados a aquella que es madre de las iglesias de la diócesis” .

Según la legislación canónica vigente, la iglesia Catedral debe ser dedicada con rito solemne y el aniversario de dicha dedicación se conmemora festivamente en todas las demás iglesias de la diócesis. También el altar de la conCatedral ha de ser de piedra, y ha de contar con cátedra episcopal destacada.

LA CELEBRACIÓN EN LA CATEDRAL Y EN LA COCATEDRAL

El Concilio Vaticano II puso las bases necesarias para una reforma litúrgica auténtica. Es importante cultivar sus frutos positivos y corregir los abusos que se hayan introducido en la práctica litúrgicaLa fe viva, que reconoce la presencia del Señor, constituye la primera condición para una celebración bella que culmine con el Amén para gloria de Dios. Estas indicaciones deben también brillar en las celebraciones eucarísticas de la Catedral. Con este fin, se invita a que en la Catedral (y en la conCatedral) se fomente, de modo ejemplar, una «espiritualidad eucarística» que culmina en la celebración de la Misa pero incluye también la adoración del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, las bendiciones eucarísticas, las procesiones con el Santísimo Sacramento (en especial el Corpus Christi), y otras sanas manifestaciones de la piedad popular. Esta espiritualidad será sin duda de lo más fecundo para sostener la vida cotidiana y reforzar nuestro testimonio. Lo mismo dígase de la atención al sacramento de la penitencia, para lo cual en la Catedral y conCatedral debe haber siempre confesores suficientes.

ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE LA CATEDRAL
(Y EQUIPARABLES EN LA COCATEDRAL)
EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

El Derecho eclesiástico es muy claro respecto a la dedicación de las iglesias Catedrales (y conCatedrales). Dice así: "Dedíquense con rito solemne las iglesias, sobre todo, las Catedrales y parroquiales" (c. 1237). Lo mismo dice del Altar, que preside el templo y constituye el punto central de la vida que en él acontece: la Sagrada Eucaristía, fuente y cumbre de la Sagrada Liturgia. Dice, también, el Código de Derecho Canónico: "Se deben dedicar los altares fijos, y dedicar o bendecir los móviles, según los ritos litúrgicos" (c. 1237).

Respecto de la celebración presidida por el Obispo, dice el canon 389.
“Presida frecuentemente la celebración de la santísima Eucaristía en la Catedral o en otra Iglesia de su diócesis, sobre todo en las fiestas de precepto y en otras solemnidades”.

El canon 1178 hace referencia a las exequias del Obispo.
“Las exequias del Obispo diocesano se celebrarán en su iglesia Catedral, a no ser que hubiera elegido otra”.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Solemnidad del Corpus Christi en nuestra diócesis

Las festividades de la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor tuvieron sus celebraciones en la ciudad de Zárate, donde la Misa y la procesión con el Santísimo por las calles de la ciudad fueron presididas por el Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, y en Campana, donde fueron presididas por el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo. En Zárate se congregó una muchedumbre de fieles, entre los cuales muchas familias, jóvenes y alumnos de colegios, y lo mismo en la ciudad de Campana.

En Zárate, la Misa fue concelebrada por Mons. Ariel Pérez, Cura párroco, Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general, Mons. Marcelo Monteagudo, los padres salesianos y los padres Eduardo Mussato, Eduardo Carrozo y Mauricio Aracena. Se encontraban presentes las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta (que tienen su casa de caridad en las afueras de la ciudad, en la ribera del Paraná) y que precisamente ese día cumplían los 30 años de fundación allí.

Durante la procesión se hicieron capillas estacionales en las cuales fueron leídas meditaciones hechas por miembros del consejo pastoral sobre la base del Documento de Aparecida. La bendición solemne final tuvo lugar en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, iglesia matriz de Zárate, luego de lo cual el Obispo agradeció afectuosamente la presencia de todos, especialmente el trabajo de los sacerdotes, consagrados, laicos comprometidos y las delegaciones de los colegios.

A continuación la homilía del Sr. Obispo...

HOMILÍA DE MONS. OSCAR SARLINGA
EN LA SOLEMNIDAD DEL «CORPUS CHRISTI» EN LA CIUDAD DE ZÁRATE

Sábado 24 de mayo de 2008

Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, hermanos y hermanas en el Señor, que tan numerosos han acudido, desde las parroquias y capillas de la ciudad de Zárate, para esta misa del Cuerpo y Sangre del Señor, y la subsiguiente procesión por las calles de la ciudad.

Me alegra sobremanera el que la intención de reactualizar y promover la festividad del «Corpus Christi», haya provenido del Decanato, y que sean justamente las dos ciudades que dan nombre a la diócesis, tanto Zárate como Campana las que hayan comenzado a hacer realidad este anhelo, que también habíamos conversado en 2006 y 2007 con el presbiterio y el consejo pastoral. Para nada es un signo «triunfal» (sería degradante de nuestra parte el buscar triunfalismo alguno, lo cual en el fondo constituiría un modo camuflado de degradar lo sagrado) sino, sí, un signo «presencial» (y por consiguiente desprovisto tanto de «sentimiento de supremacía o predominio» como de «complejo de inferioridad»; vaya de paso la consideración acerca de que este último generalmente es el efecto –y no tanto el contrario- de los dos precedentes).

Signo presencial, es cierto, que para dar más fruto debiera ser también explicado convenientemente en la catequesis, en las misiones populares y en la nueva evangelización en general, pues se trata (junto con Pentecostés) como de la «Fiesta Patronal» de la Iglesia Católica, la Presencia real, activa y operante de Aquél que «habitó entre nosotros», como dice el Evangelio (Jn. 1, 14).

Por eso, junto con el Obispo, con los sacerdotes y consagrados, este pueblo aquí presente quiere dar a la ciudad, en especial a los católicos alejados, o que quizá no se han sentido lo suficientemente confortados por nuestro testimonio cristiano, su mensaje presencial de fe y de caridad. Así, unida a la intención cultual y litúrgica, nuestro propósito se hace pastoral y evangelizador; y nos concede el consuelo, que viene del Espíritu, de encontrarnos como hermanos, saludarlos a Ustedes como fieles de Cristo e hijos en Él, así como darnos mutuamente la ocasión de conocernos mejor, para lo cual no menor es la posibilidad que nos brinda la participación de tantos jóvenes y niños de los colegios.

I
EL SACRAMENTO DE LA CRISTIANA CO-UNIÓN Y CO-MISIÓN

«Comunión» significa también, podemos decir, «co-unión» y «co-misión», en lo cual se encuentra la fuerza de transformación que posee el cristianismo. Por eso el efecto supremo del sacramento de la Eucaristía es llamado «comunión», que es el «cumplimiento acabado de nuestra vida espiritual» (1): es la fuerza de transformación de todas las cosas, en Cristo.

En este sentido, el Papa Benedicto XVI ha subrayado en la celebración del Corpus de este año cómo en la expresión paulina «todos ustedes son uno en Jesucristo» reside la verdad y la fuerza de la transformación cristiana de todas las cosas: “(…) la revolución más profunda de la historia humana, que se experimenta en torno a la Eucaristía”.

“Aquí se reúnen ante la presencia del Señor personas de distintas edades, sexos, condiciones sociales, ideas políticas. La Eucaristía no puede ser nunca un ámbito privado, reservado a personas que se ha elegido en función de la afinidad o la amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo” (2).


Por eso, hermanos y hermanas, luego de la Misa, cumpliendo con esta opción de renovar en la ciudad la procesión del Corpus, hemos tenido la intención de honrar la presencia del «Peregrino Celestial», Jesucristo, al que muchos no conocen, o no han oído de Él, o no se han sentido atraídos por su Palabra y por su Amor, tal vez porque nosotros (que somos su Cuerpo viviente, como Iglesia) no se lo hemos mostrado de modo diáfano con nuestro culto y nuestro testimonio de vida, en parte por la pereza respecto del evangelizar, o por creer que no hace falta la evangelización explícita (que incluye como en un «todo-íntegro») la promoción humana integral). O quizá también porque divisiones y enfrentamientos (que generalmente emergen a partir de nimiedades y las llamadas «cuestiones de piel», o pequeños-grandes rencores, pero que después empeoran) han opacado en algo, o en mucho, la unidad visible de nuestra realidad eclesial.

Es verdad que el recorrido de la procesión es simbólico respecto de una ciudad tan grande, pero en el corazón de fe queremos llevar a Jesús verdaderamente presente, a cada hogar, a cada barrio, para que no caiga en nuestra falta, como fue el caso de las palabras que constan en el Evangelio: “En medio de ustedes está Uno al que Ustedes no conocen” (Jn. 1, 26).

Aquí es el mismo Jesucristo quien se da a conocer, y nos enseña, en el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, que Él es el Pan vivo bajado del Cielo, no como el que comieron los padres del pueblo elegido en el desierto, y que luego murieron, sino el Pan para la Vida Eterna. Porque el pueblo que huía desde Egipto hacia la Tierra Prometida fue sometido a la prueba y a la tentación de desesperar, pero Dios Providente les envió el maná.

Jesús nos enseña que ese maná venía del Cielo, pero este Pan Nuevo, en cambio, es Él que se da a sí mismo en la Eucaristía, ese sacramento que instituyó en la última Cena, y que constituye el sacramento de la comunión cristiana, el sacramento que hace la unidad de la Iglesia en el Amor. Es el sacramento-principio de vida, idéntico para toros, el mismo Jesucristo que se ofrece a cada uno como el Pan vivo bajado del Cielo, y que hace de los comensales a esa Mesa una sola cosa, un solo cuerpo, unido en el Amor (Cf. 1 Cor. 10, 17).

La solemnidad del «Corpus Christi» nos impulsa a reconocer a Cristo vivo y presente en medio de vosotros; y a reflexionar, si prestamos atención, en cuánto la vida cotidiana y diaria del pueblo, ayudada por el buen ejemplo y el testimonio de los cristianos de veras («aquellos que con simplicidad de fe saben captar las místicas irradiaciones del divino Hermano»), pueda ser como «magnetizada, iluminada, confortada, y, por la gracia, santificada».

II
EUCARISTÍA VIVIDA

Atendiendo a esta última razón expuesta, no queda otra cosa más cierta y sucinta que decir que la Eucaristía es causa maravillosa de la unificación de los creyentes, con Jesucristo y entre ellos. Así lo afirma San León Magno: “No a otra cosa (…) tiende nuestra participación al cuerpo y a la sangre de Cristo, sino a transformarnos en aquello que asumimos” (4).

Transformación, en Cristo. Es la meta. Sería vano nuestro culto si quedara encerrado en un intimismo o en el recinto del templo material. ¡Cómo podría quedar así opacado el efecto de la Eucaristía!. Al culto debido (Cf. 1 Cor. 2, 30-31), como lógica y esencial consecuencia se le debe la «Eucaristía vivida» del Amor cristiano, en todos los órdenes, también en el sentido de nuestra conciencia social (en todos los niveles, también en la relación familiar y vecinal), de la «caridad social» e incluso «caridad política», como la llama la Doctrina social de la Iglesia. No podemos olvidarlo, so pena de caer en la condición de «masa internamente dividida» pues, como justamente lo afirmaba el Papa Pablo VI, “(…) si olvidáramos que la Eucaristía está destinada a nuestra relación humana, junto con nuestra cristiana santificación; está instituida para que lleguemos a ser hermanos; es presidida por el Sacerdote, ministro de la comunidad cristiana, para que, desde el estado de extraños, dispersos e indiferentes los unos a los otros, lleguemos a ser hermanos, iguales y amigos; y ha sido dada a nosotros para que, desde el estado de masa apática, egoísta, o gente dividida o adversaria entre sí, lleguemos a ser un pueblo, un verdadero pueblo, creyente y amoroso, de un solo corazón y una sola alma”(5) .

De tal modo, la Eucaristía celebrada lleva al pueblo cristiano al sentido de una profunda solidaridad, a infundir el carisma de una real y mística unidad, que es la celebración del Sacrificio Eucarístico, el cual, al ser también Banquete (Sacrificio y Banquete van unidos; sólo una mentalidad escindida podría separarlos), produce el efecto de vivir como con un solo corazón y una sola alma (Cf. Hch. 4, 32). ¿Tenemos la suficiente conciencia de esta realidad de fe?. ¿Tenemos el propósito –también los sacerdotes- de poner toda nuestra colaboración para hacer realidad visible tangible, esta realidad de fe?. Será un tema importante para el desafío evangelizador y la «conversión pastoral» a la que proféticamente nos llama el Documento de Aparecida.


III
LA EUCARISTÍA PARA LA CONSTRUCCIÓN EFECTIVA
DE LA «CIVILIZACIÓN DEL AMOR»

A no dudar, entonces, esta comunión de fe, de caridad, de vida sobrenatural, que deriva del Sacramento que la significa y la produce, puede tener un enorme y benéfico reflejo sobre la sociabilidad temporal de los seres humanos; porque hay un sentido primordial y trascendente, hay una Fuerza (con mayúscula) que lo solo humano no puede alcanzar: “A la «Ciudad terrestre» le falta ese suplemento de fe y de amor, que en sí no puede hallar; y que la «Ciudad religiosa» en ella existente, esto es, la Iglesia, puede en no pequeña medida conferirle, sin ofender en nada la autonomía de la«Ciudad terrestre»; inclusive, la justa laicidad puede también conferírsela, por tácita ósmosis de ejemplo y de virtud espiritual!” (6). Son las bases de la ansiada construcción de la «Civilización del Amor». ¿Cuánto más puede aguantar el mundo sin esta reconstrucción?.

Sabemos como el tema y el problema social tiene relevancia hoy, como ayer, en nuestro tiempo y en nuestro país. Sabemos como las ideologías, las políticas, las culturas, las organizaciones tienen como base lo social, y cuánto esto es importante. Ahora bien, ¿nos preocupamos en evangelizar, incluso desde una sana laicidad, lo social?. Los cohermanos nuestros de este tiempo trabajan, se fatigan, sueñan y sufren, para crear la «Ciudad terrestre», como la hemos llamado, y sabemos todos como en este esfuerzo se logran, sí, progresos, muchas veces dignos de admiración, pero también sabemos que hay obstáculos y contrariedades, que derivan en divisiones, luchas continuas e internismos debilitadores, porque en el fondo falta un único y trascendente principio unificador de la sociedad humana, falta la suficiente energía moral para dar a ella la cohesión libre y consciente y al mismo tiempo sólida y feliz; falta no pocas veces el deponer egoísmos o mutuos avasallamientos. Y, en el fondo, incluso en los«creyentes», no pocas veces falta fe. Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe… Esta fe no queremos imponérsela a nadie. Hay libertad, y es bueno que así sea. Sobre todo, la libertad religiosa, es el centro de los demás derechos humanos (como la llamaba Juan Pablo II: «quicio de los derechos humanos»).


Queremos repetir, sí, en esta «Fiesta patronal de la Iglesia católica», o mejor todavía, queremos reactualizar en nuestro corazón y en nuestros labios, la triple exclamación del santo Obispo y Doctor de la Iglesia, San Agustín, refiriéndose a la Eucaristía: “¡Sacramento de piedad!; ¡Sacramento de unidad!; ¡Vínculo de caridad!”(7) . Y esto lo haremos con el acompañamiento de la Madre de Jesús Eucarístico, la siempre Virgen María, que nos llevará de la mano en nuestro peregrinar. Ella nos protege y sana muchas de nuestras heridas interiores, con las manos llenas de ese Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Espíritu de consuelo y de clemencia, de sanación y paz, que mucha falta nos hace, y que hoy, especialmente, suplicamos al Señor.


+Oscar D. Sarlinga


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1. Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Theol., III, q. 73, 3.
2. BENEDICTO XVI, Homilía en la Misa del Corpus Domini, Roma, 22 de mayo de 2008.
3. Cf. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965. El Papa exhortaba allí a descubrir “(…) la presencia silenciosa, misteriosa y amorosa del Señor: «Habitavit in nobis», habitó entre nosotros, dice el Evangelio (Jn. 1, 14). (…). También aquí Él tiene su morada, inquilino, habitante urbano, como cuantos aquí tienen su vivienda; vuestro compañero, vuestro colega, vuestro huésped, vuestro amigo, que comparte vuestra vida, tácita, escondidamente; pero no interesado por otra cosa que por vuestra vida espiritual; deseoso de ninguna otra cosa que de vuestra conversación, de vuestra comunión con Él. Para que no se diga, aún, como en el Evangelio: "En medio de vosotros está Uno al que no conocéis" (Jn. 1, 26), es que celebramos aquí este culto (…). Reconoced a Cristo vivo y presente en medio de vosotros; y pensad, como la vida cotidiana, profana, pueda ser como magnetizada, iluminada, confortada, santificada por aquellos que con simplicidad de fe saben captar las místicas irradiaciones del divino Hermano”).
4. SAN LEÓN MAGNO, Sermo 63, 7; P.L. 54, 357.
5. Cf. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965.
6. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965.
7. SAN AGUSTÍN, In Io. Tract. 26, 13; P.L. 35, 1613.