lunes, 28 de julio de 2008

Fiestas Patronales de Santiago de Baradero

En la festividad del Apóstol Santiago, Mons. Sarlinga llamó a la comunidad a «fortalecer la unión» y a «revitalizar en nosotros la fe en Jesucristo, Luz del mundo y fuente de toda Vida»
Pidió también dejarnos interpelar en nuestras vidas por Santiago el Apóstol, testigo de la Transfiguración y por el Apóstol Pablo, en su conversión.

Mons. Sarlinga

Santiago del Baradero (diócesis de Zárate-Campana)

La comunidad católica de Santiago del Baradero (parroquia que en este año 2008 cumplió 370 años de erigida, pues lo fue en 1615) festejó al Apóstol Santiago, patrono de la parroquia matriz, de la ciudad (que cumplió 393 años de fundación) y del partido.

Trasladada la solemnidad al domingo 27, en el templo principal, con la participación de gran cantidad de feligresía, se hicieron presentes fieles de la misma iglesia del Apóstol y de la parroquia de Ntra. Sra. de Luján. Concelebraron con el Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, el pro-vicario general, Mons. Santiago Herrera, y los Pbros. Jorge Ritacco y Gastón Dedyn, curas párrocos de ambas parroquias, respectivamente.

Durante la novena, hubo en la parroquia de Santiago Apóstol núcleos temáticos de reflexión y celebración, tales como los carcelados, los enfermos y ancianos, las vocaciones, la familia y la acción de gracias por los matrimonios que en el año cumplían sus bodas de plata y bodas de oro, la patria, la misión, Caritas, los educadores y la catequesis. El día 25 hubo procesión desde el puerto de la ciudad hasta la parroquia matriz, y misa.

Por disposición del Sr. Obispo, en ese día 27 los fieles participantes del sagrado rito ganaban también las indulgencias del Año Paulino Jubilar, tratándose de la Fiesta Patronal de la ciudad (véase la carta pastoral del Obispo en la página web del Obispado: www.obzaratecampana.com.ar).

Al término de la misa, de la que participaron también las autoridades civiles, grupos de jóvenes de los colegios católicos, grupos de jóvenes misioneros, el equipo del Movimiento de Partidas, religiosos y religiosas, el Obispo Oscar hizo entrega de la reliquia («ex ossibus») del Beato Ceferino Namuncurá al grupo de jóvenes misioneros que evangelizan en la zona del centro pastoral del mismo nombre (donde se tiene pensado construir una capilla), recordándoles que Ceferino fue visto como una gran esperanza para la evangelización no sólo de la Patagonia sino del entero país, pero que el Señor se lo llevó consigo siendo muy joven, precisamente para que intercediera por todos nosotros desde el Cielo. “Tanta fue la estima que se le profesó en Roma –continuó diciendo- que fue recibido por el Papa San Pío X, el cual le hizo entrega de la medalla que se concedía a los príncipes, porque él lo era, humilde y sencillo, «el príncipe de las Pampas», y hoy los ayuda a ustedes, queridos jóvenes, para hacerles ver cómo siendo llenos de vida y de un camino por recorrer, quieren ser misioneros, y cómo también tenemos que hacer ver a otros jóvenes esta dimensión misionera de nuestra pastoral, que nos abre horizontes nuevos y puede dar un sentido renovado de la vida a tanta gente. La Iglesia diocesana pone grandes esperanzas en ustedes”.


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HOMILÍA DEL OBISPO
EN LA CELEBRACIÓN DEL APÓSTOL SANTIAGO
(Santiago del Baradero, domingo 27 de julio de 2008)

Sr. Intendente Municipal y autoridades municipales
Queridos sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas en el Señor

I
EL APÓSTOL SANTIAGO EL MAYOR Y LA LUZ DE LA FE

Nos une hoy la celebración de Santiago, Apóstol de Jesucristo,l patrono de la ciudad y partido de Santiago del Baradero, en este Año Paulino Jubilar, en el que somos invitados a que la Luz de la fe y el fuego del Amor hagan den cada día más vida a nuestra esperanza, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, el cual ha llamado a todo cristiano a avanzar “(…)(1)por la vía de la fe viva, la cual enciende la esperanza y obra por medio de la caridad” . Lejos de pensar todas estas cosas principalmente en abstracto, creo que deberíamos tratar de ver cómo son muy concretas en nuestra vida actual.

El mundo está muy necesitado de luz y de esperanza y esta última es una virtud que en la práctica cotidiana se articula en la paciencia y en la humildad, ambas dos en sentido verdadero e integral, lo cual nos da fuerzas ante todo revés, todo fracaso, y nos da también moderación ante los éxitos, porque, librados a nuestros propios estados de sensibilidad, podemos estar inclinados a los excesos de un ánimo en cierto modo «bipolar» y esto sea dicho en sentido existencial y no sólo psicológico.

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Quizá aparezcan estas consideraciones, reitero, algo genéricas… veamos sin embargo cuánto son actuales en nuestra vida, y también cuánto necesitamos, para nuestro equilibrio y felicidad, de la confianza en Dios, de aceptar su misterio y el misterio de nuestras propias vidas, y el confiarnos en Él, incluso (o especialmente) en los momentos de oscuridad. En Él, en Jesucristo, Luz del mundo, “Luz de las naciones y gloria de Israel” (Lc 2,32). Dios gobierna misteriosamente el mundo y la Iglesia, no obstante cualquier sombra o cualquier tiniebla (2).

Con esta visión de fe, celebramos hoy la divina Liturgia en la fiesta de Santiago (que es el Mayor, a no confundir con el Menor, primo hermano de Jesús). Este Santiago fue hermano del también apóstol Juan, y su nombre en hebreo es «Jacob», derivado en «Yago», de ahí que «Sant-Yago» sea el origen del nombre actual. En tanto discípulo del Maestro, Santiago estuvo presente en dos de los momentos cúlmines de Jesucristo: la Transfiguración en el monte Tabor (Cf Lucas, 9) y la oración en el Huerto de los Olivos, junto a Simón Pedro y a Juan. Son dos momentos que tienen que ver mucho con la Luz y la oscuridad.

Lo cierto es que después del gran acontecimiento de Pentecostés, los Apóstoles fueron enviados a predicar y a implantar la Iglesia, y según la tradición Santiago cruzó el mar Mediterráneo, recalando en la «Hispania» de la época (3).

En tiempos en que ya el Islam había avanzado sobre gran parte de la península ibérica, el rey Alfonso II de Asturias ordenó construir, cerca del año 813, una iglesia sobre el cementerio donde habían aparecido los restos del Apóstol, precisamente donde hoy se encuentra la iglesia catedral de Santiago de Compostela, adonde confluye en Europa el «camino de Santiago», meta de peregrinaciones desde edades antiguas, meta peregrinacional que trajo unión y conocimiento de los pueblos (4), encaminados a la luz de la fe.

Por eso, queremos traer también ejemplo hoy nosotros, pues «la unión hace la fuerza», la unión de corazones que necesitamos, como familia de Dios, y comunidad diocesana, para evangelizar y para la promoción integral de la persona humana. Siguen dando frutos de bendición los caminos de Santiago, hechos hoy día por personas de fe y por otras que tienen un interés cultural o humanista, pero que también allí, no pocas, han recuperado la fe cristiana. Santiago es confluencia de pueblos, como lo es este Santiago del Baradero desde sus orígenes, en 1693, y queremos que ese espíritu dé cada vez más fruto.

Mons. Sarlina

II
LA FE EN JESUCRISTO, «LUZ VERDADERA»

Me alegra ver la alegría de ustedes en esta festividad. Es un gran signo. Santiago nos lleva a Jesús.

La fe no tiene como objeto a cualquier sentimiento, estado de ánimo o a una pura idea que nos hagamos de Dios. La fe lo es en Jesucristo, “Luz verdadera”, la que «ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), esto es, el Evangelio mismo, Jesús mismo, por eso nos abre a horizontes infinitos. Nadie que quiera ver de verdad deseará andar en la oscuridad. El tema es que tantas veces a la oscuridad no la podemos (o no la queremos) «ver». Si las personas pudiéramos (o quisiéramos) «ver» algunas oscuridades de nuestro interior (o de nuestra sociedad), nos apresuraríamos, quizá, a dejar entrar la luz y procuraríamos que otros también reciban ese don. Las tinieblas, sin embargo, son resistentes y se asientan sobre la mentira, cuyo padre, en última instancia, es «el mentiroso», el «príncipe de este mundo». En cambio, el que obra la verdad viene de la Luz y a la Luz (cf Jn 3,21).

Esta Ley no es cualquiera, hecha por los hombres, inventada o construida meramente por el psiquismo al modo de proyección o transfert ni por técnica o tecnología alguna. La Ley de Dios, su Ley de Amor, la Ley nueva del Espíritu Santo, es luz en las tinieblas; el tema es que estas últimas no la quieren recibir (Cf Jn 1,5). Esta Ley Nueva, en sentido puro es Jesucristo mismo. Por eso, el creer de verdad se trata de la adhesión a Él, y de cumplir con Él por Amor (a Él y a los hermanos), más que de un cumplimiento exterior (lo cual no quita éste), y menos todavía porque nos venga impuesto o porque no tengamos otra opción u oportunidad.

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El Papa Juan Pablo II nos enseñaba a este respecto en la Veritatis splendor: “Jesús mismo es el «cumplimiento» vivo de la Ley, ya que Él realiza su auténtico significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal” (5), Ley que, si podemos aplicarle el decir del Alighieri, es “l’amor che move il sole el’altre stelle”, el amor que mueve el sol y las otras estrellas (6), luz de vida (Cf. Jn 8,12), que atraviesa las Escrituras del principio al fin (7). ¿Lo creemos?. Porque de esto dependerá nuestra opción y proyecto de vida, y seguramente también el destino de otros. Si lo creemos, pongámonos confiadamente en camino, sin miedo, dejando de vacilar y temer, o de hacer un paso adelante y diez hacia atrás, porque el Señor nos lo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo; quien me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). El gran tema es revitalizar la fe en Jesucristo, fuente de toda vida, y la confianza en Él, en su Iglesia; se lo dejo para reflexionar.

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III
DEJÉMONOS INTERPELAR POR SANTIAGO EN LA VISIÓN DE LA TRANSFIGURACIÓN Y POR PABLO EN LA VISIÓN DEL ROSTRO DE CRISTO

En la Transfiguración, de la que participó el Apóstol Santiago, la Luz divina se ve concentrada en Jesús. “Su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz” (Mt 17,2). Nos interpela este testimonio; ¿cómo no?.

También Pablo nos interpela, en su Año Jubilar, él que, en el camino de Damasco, recibe la aparición del Cristo Resucitado envuelto en una luz fulgurante que lo ciega, al mismo tiempo que le abre los ojos del alma a una nueva visión de la vida, de la realidad y de las cosas (Cf Hech 9,3; 22,6; 6,13). Saulo, devenido en San Pablo, vio la gloria divina, la irradiación divina (Cf Heb 1,3) en el rostro de Cristo (Cf 2Cor. 4,6). Nos interpela también, y mucho, porque el rostro del Señor lo vemos también en el de cada hermano, en especial del más necesitado, tanto de lo material como de lo espiritual. Será también motivo de reflexión si nosotros llegamos a ver en cada ser humano el rostro de Jesucristo, por desfigurado que esté en ese hermano.

El bien siempre triunfa. Pero la ingenuidad de estilo «naïf» puede ser una deficiencia, cuando no –en el fondo- el fruto de un «no querer ver» para no empeñarse o comprometerse. Sin maniqueísmo alguno, veamos como la oscuridad (de las mentes, de los corazones) y las tinieblas, no quedan afincadas o encapsuladas en las personas sino que son «dinámicas», podemos decir, llevan «dinámicamente» hacia las obras malvadas, las cuales rezuman egoísmo, envidia, odio, violencia, y esto último en diferentes niveles (Cf Jn 3,19-21). Sin embargo, nunca tenemos de dejarnos ganar por la amargura, la cual, a fuerza de sentar sus reales, termina en el cinismo. Conversión, transfiguración, Justicia y Paz, han de ser metas fundamentales y concretas.

Por eso, pienso, será una oportunidad providencial este Año Paulino para entrar en un divino proyecto, y se lo digo con palabras de San Pablo: revestirnos de la coraza de la fe y del Amor, «teniendo como yelmo la esperanza de la salvación» (1 Tes 5,5-8) y echando fuera las obras oscuras (Cf Rm 13, 12-14), que, por blanqueadas que intenten presentarse (incluso ante nuestros propios ojos), no pocas veces están más presentes a nuestro alrededor (o dentro) de lo que pudiéramos pensar.

Con la luz de Cristo, que resplandece «en el rostro de la Iglesia», como dice el Concilio Vaticano II (¿lo habíamos pensado?; ¿lo creemos?), queremos anunciar el Evangelio «a toda creatura»(8) , como familia parroquial y diocesana, unidos a nuestro Papa Benedicto, quien nos preside en la caridad, y a nuestros hermanos todos, en apertura a todos y con conciencia de ecumenismo espiritual y un profundo, fructuoso, diálogo interreligioso, así como con respetuoso amor por quien no cree, o ha perdido la esperanza.

Y queremos ser felices, vivir en paz, con nuestras familias unidas, mirar hacia delante, construir civilización y contemplar el Rostro Radiante del Señor. Con la ayuda de la Virgen Madre, que apareció al Apóstol Santiago para protegerlo de todo mal, de toda adversidad, y confirmarlo en la fe.


+Oscar Sarlinga

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1.CONC. ECUM. VAT. II, Const, dogm. Lumen gentium, n. 41.
2.Cf BENEDICTO XVI, Enc. Deus Caritas est, n. 39.
3.Si bien no hay evidencia histórica «documental» de estos hechos, son varios los testimonios en los Padres de la Iglesia y lo que sí puede decirse es que el cristianismo en la península ibérica data ya del primer siglo. De hecho apenas terminadas las persecuciones del Imperio Romano, fue en «Hispania» donde se celebró por vez primera un concilio (exceptuado el Concilio Apostólico en Jerusalén), que fue el concilio de Elvira, en fecha cercana al 303. En los Hechos de los Apóstoles se dice que Santiago fue martirizado en Jerusalén (Cf Hech 12, 2). Esto ocurrió hacia el año 44, cuando fue degollado por orden de Herodes Agripa I. La tradición piadosa dice que la Santísima Virgen apareció a Santiago en España sobre un pilar, en la actual Zaragoza, esto es, sobre una columna donde hoy se venera su imagen en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en la misma ciudad. Luego de esta visión, Santiago habría regresado desde España a Jerusalén, donde, luego de ver a la Virgen, fue martirizado, habiendo sido su cuerpo transportado por sus discípulos de nuevo hasta la Península Ibérica.
4.Respecto de la peregrinación a Santiago de Compostela, es bueno recordar que fue en el año 1122 cuando el papa Calixto II instituyó los privilegios del Año Santo Jacobeo. A partir de este 2008 los próximos Años Jacobeos tendrán lugar en 2010 y 2021.
5.JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, n.15.
6.Cf Divina Comedia, Par. XXX, v, 145.
7.El primer acto de Dios en la creación fue la división de la luz y de las tinieblas (cf Gen. 1,3s), así como el último acto será la Luz que es el mismo Dios, pues “(…) la ciudad (es decir, la nueva Jerusalén) no necesita la luz del sol, ni la luz de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero” (Ap 21,23).

8.Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 1.

miércoles, 16 de julio de 2008

PABLO VI

http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/motu_proprio/documents/hf_p-vi_motu-proprio_19680630_credo_sp.html

CREDO DEL PUEBLO DE DIOS

Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en RomaVenerables hermanos y queridos hijos:


1. Clausuramos con esta liturgia solemne tanto la conmemoración del XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo como el año que hemos llamado de la fe. Pues hemos dedicado este año a conmemorar a los santos apóstoles, no sólo con la intención de testimoniar nuestra inquebrantable voluntad de conservar íntegramente el depósito de la fe (cf. 1Tim 6,20), que ellos nos transmitieron, sino también con la de robustecer nuestro propósito de llevar la. misma fe a la vida en este tiempo en que la Iglesia tiene que peregrinar era este mundo.


2. Pensamos que es ahora nuestro deber manifestar públicamente nuestra gratitud a aquellos fieles cristianos que, respondiendo a nuestras invitaciones, hicieron que el año llamado de la fe obtuviera suma abundancia de frutos, sea dando una adhesión más profunda a la palabra de Dios, sea renovando en muchas comunidades la profesión de fe, sea confirmando la fe misma con claros testimonios de vida cristiana. Por ello, a la vez que expresamos nuestro reconocimiento, sobre todo a nuestros hermanos en el episcopado y a todos los hijos de la Iglesia católica, les otorgamos nuestra bendición apostólica.


3. Juzgamos además que debemos cumplir el mandato confiado por Cristo a Pedro, de quien, aunque muy inferior en méritos, somos sucesor; a saber: que confirmemos en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32). Por lo cual, aunque somos conscientes de nuestra pequeñez, con aquella inmensa fuerza de ánimo que tomamos del mandato que nos ha sido entregado, vamos a hacer una profesión de fe y a pronunciar una fórmula que comienza con la palabra creo, la cual, aunque no haya que llamarla verdadera y propiamente definición dogmática, sin embargo repite sustancialmente, con algunas explicaciones postuladas por las condiciones espirituales de esta nuestra época, la fórmula nicena: es decir, la fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia de Dios.


4. Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún: vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto. Pero, al mismo tiempo, hay que tener sumo cuidado para que, mientras se realiza este necesario deber de investigación, no se derriben verdades de la doctrina cristiana. Si esto sucediera —y vemos dolorosamente que hoy sucede en realidad—, ello llevaría la perturbación y la duda a los fieles ánimos de muchos.


5. A este propósito, es de suma importancia advertir que, además de lo que es observable y de lo descubierto por medio de las ciencias, la inteligencia, que nos ha sido dada por Dios, puede llegar a lo que es, no sólo a significaciones subjetivas de lo que llaman estructuras, o de la evolución de la conciencia humana. Por lo demás, hay que recordar que pertenece a la interpretación o hermenéutica el que, atendiendo a la palabra que ha sido pronunciada, nos esforcemos por entender y discernir el sentido contenido en tal texto, pero no innovar, en cierto modo, este sentido, según la arbitrariedad de una conjetura.


6. Sin embargo, ante todo, confiarnos firmísimamente en el Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia, y en la fe teologal, en la que se apoya la vida del Cuerpo místico. No ignorando, ciertamente, que los hombres esperan las palabras del Vicario de Cristo, satisfacemos por ello esa su expectación con discursos y homilías, que nos agrada tener muy frecuentemente. Pero hoy se nos ofrece la oportunidad de proferir una palabra más solemne.


7. Así, pues, este día, elegido por Nos para clausurar el año llamado de la fe, y en esta celebración de los santos apóstoles Pedro y Pablo, queremos prestar a Dios, sumo y vivo, el obsequio de la profesión de fe. Y como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo del Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes.Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo —sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan— buscan la Verdad.Por tanto, para gloria de Dios omnipotente y de nuestro Señor Jesucristo, poniendo al confianza en el auxilio de la Santísima Virgen María y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, para utilidad espiritual y progreso de la Iglesia, en nombre de todos los sagrados pastores y fieles cristianos, y en plena comunión con vosotros, hermanos e hijos queridísimos, pronunciamos ahora esta profesión de fe.Unidad y Trinidad de Dios


8. Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles[1]— y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal[2].


9. Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad. Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés (cf. Ex 3,14), él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan (cf. 1Jn 4,8) de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a si mismo a nosotros y que, habitando la luz inaccesible (cf. 1Tim 6,16), está en si mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna. Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano[3].Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad.


10. Creemos, pues, en Dios, que en toda la eternidad engendra al Hijo; creemos en el Hijo, Verbo de Dios, que es engendrado desde la eternidad; creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos. Así, en las tres personas divinas, que son eternas entre sí e iguales entre sí [4], la vida y la felicidad de Dios enteramente uno abundan sobremanera y se consuman con excelencia suma y gloria propia de la esencia increada; y siempre hay que venerar la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad [5].Cristología


11. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad[6], completamente uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por unidad de la persona [7].


12. El mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán destinados al fuego que nunca cesará.Y su reino no tendrá fin.El Espíritu Santo


13. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: Sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste (cf Mt 5,48).Mariología


14. Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo [8] y que ella, por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de modo más sublime [9], fue preservada inmune de toda mancha de culpa original [10] y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas [11].


15. Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la encarnación y de la redención[12], la Beatísima Virgen María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste [13], y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia [14], continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos [15].Pecado original


16. Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo el concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno[16].


17. Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20).


18. Confesamos creyendo un solo bautismo instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. Que el bautismo hay que conferirlo también a los niños, que todavía no han podido cometer por sí mismos ningún pecado, de modo que, privados de la gracia sobrenatural en el nacimiento nazcan de nuevo, del agua y del Espíritu Santo, a la vida divina en Cristo Jesús [17].La Iglesia


19. Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste [18]. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud [19]. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve [20]. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.


20. Heredera de las divinas promesas e hija de Abrahán según el Espíritu, por medio de aquel Israel, cuyos libros sagrados conserva con amor y cuyos patriarcas y profetas venera con piedad; edificada sobre el fundamento de los apóstoles, cuya palabra siempre viva y cuyos propios poderes de pastores transmite fielmente a través de los siglos en el Sucesor de Pedro y en los obispos que guardan comunión con él; gozando finalmente de la perpetua asistencia del Espíritu Santo, compete a la Iglesia la misión de conservar, enseñar, explicar y difundir aquella verdad que, bosquejada hasta cierto punto por los profetas, Dios reveló a los hombres plenamente por el Señor Jesús. Nosotros creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia, o con juicio solemne, o con magisterio ordinario y universal, para ser creídas como divinamente reveladas[21]. Nosotros creemos en aquella infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro cuando habla ex cathedra [22] y que reside también en el Cuerpo de los obispos cuando ejerce con el mismo el supremo magisterio [23].


21. Nosotros creemos que la Iglesia, que Cristo fundó y por la que rogó, es sin cesar una por la fe, y el culto, y el vinculo de la comunión jerárquica [24]. La abundantísima variedad de ritos litúrgicos en el seno de esta Iglesia o la diferencia legítima de patrimonio teológico y espiritual y de disciplina peculiares no sólo no dañan a la unidad de la misma, sino que más bien la manifiestan [25].


22. Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica[26], y creyendo, por otra parte, en la acción del Espíritu Santo, que suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de esta unidad [27], esperamos que los cristianos que no gozan todavía de la plena comunión de la única Iglesia se unan finalmente en un solo rebaño con un solo Pastor.


23. Nosotros creemos que la Iglesia es necesaria para la salvación. Porque sólo Cristo es el Mediador y el camino de la salvación que, en su Cuerpo, que es la Iglesia, se nos hace presente [28]. Pero el propósito divino de salvación abarca a todos los hombres: y aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, sin embargo, a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir con obras su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, ellos también, en un número ciertamente que sólo Dios conoce, pueden conseguir la salvación eterna [29].Eucaristía


24. Nosotros creemos que la misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial[30].


25. En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente transustanciación. Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino[31], como el mismo Señor quiso, para dársenos en alimento y unirnos en la unidad de su Cuerpo místico [32].


26. La única e indivisible existencia de Cristo, el Señor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos.Escatología


27. Confesamos igualmente que el reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse continuamente también por el verdadero bien temporal de los hombres. Porque, mientras no cesa de amonestar a todos sus hijos que no tienen aquí en la tierra ciudad permanente (cf. Heb 13,14), los estimula también, a cada uno según su condición de vida y sus recursos, a que fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre los hombres y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Por lo cual, la gran solicitud con que la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos, ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se resfriase el ardor con que ella espera a su Señor y el reino eterno.


28. Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego del purgatorio como las que son recibidas por Jesús en el paraíso en seguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrón— constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos.


29. Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celeste, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios, como Él es[33] y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente nuestra flaqueza [34].


30. Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones, como nos aseguró Jesús: Pedid y recibiréis (cf. Lc 10,9-10; Jn 16,24). Profesando esta fe y apoyados en esta esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero.Bendito sea Dios, santo, santo, santo. Amén.


Notas

[1] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius: Denz.-Schön. 3002.

[2] Cf. enc. Humani generis: AAS 42 (1950) 575; Con. Lateran. V: Denz.-Schön. 1440-1441.

[3] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius: Denz.-Schön. 3016.

[4] Símbolo Quicumque: Denz.-Schön. 75.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd., n. 76.

[7] Ibíd.

[8] Cf. Conc. Efes.: Denz.-Schön. 251-252.

[9] Cf. Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen gentium, 53.

[10] Cf. Pío IX, Bula Ineffabilis Deus: Acta p. 1 vol. 1 p. 616.


[12] Cf. Ibíd., n. 53.58.61..

[13] Cf. Const. apost. Munificentissimus Deus: AAS 42 (1950) 770.

[14] Lumen gentium, 53.56.61.63; cf. Pablo Vl, Al. en el cierre de la III sesión del concilio Vat. II: AAS 56 (1964), 1016; exhort. apost. Signum magnum: AAS 59 (1967) 465 y 467.

[15] Lumen gentium, 62; cf. Pablo Vl, exhort. apost. Signum magnum: AAS 59 (1967) 468.

[16] Cf. Conc. Trid., ses.5: Decr. De pecc. orig.: Denz-Schön. 1513

[17] Cf. Conc. Trid., ibíd.,: Denz-Schön. 1514.

[18] Cf. Lumen gentium, 8 y 50.

[19] Cf. Ibíd., n.7.11..

[20] Cf. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium n. 5.6; Lumen gentium n.7.12.50.

[21] Cf. Conc. Vat. I, Const. Dei Filius: Denz-Schön. 3011.

[22] Cf. Ibíd., Const. Pastor aeternus: Denz-Schön. 3074..

[23] Cf. Lumen gentium, n. 25.

[24] Ibíd., n. 8.18-23; decret. Unitatis redintegratio, n. 2.

[25] Cf. Lumen gentium, n. 23; decret. Orientalium Ecclesiarum, n. 2.3.5.6..

[26] Cf. Lumen gentium, n. 8.

[27] Cf. Ibíd., n. 15.

[28] Cf. Ibíd., n. 14..

[29] Cf. Ibíd., n. 16.

[30] Cf. Conc. Trid., ses. 13: Decr. De Eucharistia: Denz-Schön. 1651..

[31] Cf. Ibíd.: Denz-Schön. 1642; Pablo Vl, Enc. Mysterium fidei: AAS 57 (1965) 766..

[32] Cf. Santo Tomás, Summa Theologica III, q.73 a.3

[33] 1Jn 3, 2; Benedicto XII, Const. Benedictus Deus: Denz-Schön. 1000.

domingo, 13 de julio de 2008

FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, EN LA CIUDAD DE ZÁRATE

MONS. OSCAR SARLINGA RELACIONA EL AÑO PAULINO CON EL CREDO DEL PUEBLO DE DIOS, DE PABLO VI, QUE CUMPLIÓ CUARENTA AÑOS

(Luego de profundizar con los fieles el sentido de la existencia de diversas advocaciones de la Santísima Virgen, y en especial, en su festividad, el sentido de Nuestra Señora del Carmen, y luego también de explicar la razón última de las indulgencias, y recordar las que se ganan en el Año Paulino, tanto por disposición del Santo Padre como del Obispo diocesano, Mons. Sarlinga continuó su homilía centrándose en el don y vivencia de la Fe que se hace vida, y de la Profesión de Fe del Pueblo de Dios, de Pablo VI -1968-, de la cual se cumplieron 40 años el 30 de junio ppdo., y de lo que, a su juicio, es la relación de esta última con la convocación del Año Paulino Universal de Benedicto XVI). Concelebraron la Misa con el Obispo los sacerdotes de Zárate, Mons. Ariel Pérez, cura párroco, Mons. Santiago Herrera, Mons. Montferrand, Mons. Monteagudo, el P. Montes, SDB, el Pbro. Eduardo Carrozo y el Pbro. Eduardo Mussato. Luego de la Misa tuvo lugar una nutrida procesión que recorrió las calles de la ciudad, incluso en algunos lugares simbólicos.

Aquí va el texto principal de la homilía del Obispo:

(…) Por eso, hermanos y hermanas, en esta festividad de Nuestra Señora del Carmen es importante que consideremos que en la Iglesia-madre de Jerusalén vivía como ejemplo y guía María Santísima, esa Mujer, Madre de Jesús, en cuyo seno se hizo carne el Verbo de Dios (cf. Lc 1,32.35; Jn 1,14) (1), razón por la cual, Ella, hoy, en esta celebración tan concurrida, sigue siendo una presencia singular en esta comunidad «eucarística», no ya de Jerusalén sino de Zárate, en nuestra diócesis, como lo es en todo el mundo, en la medida en que se den esos elementos que el evangelista Lucas nos narra como esenciales de los cristianos de aquella «Iglesia-madre», esto es, las características de los discípulos, quienes «eran asiduos en escuchar la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración» (Hech 2,42).

El nexo que nos hace ver plenos descendientes de esa comunidad primitiva es la Fe, «virtud-puerta», como la llama Santo Tomás de Aquino, que nos abre a todas las demás virtudes, y que nos abre a una vida de virtud y felicidad, de renovación del mundo en el Amor.

Esa Fe, que admiramos en San Pablo, y en especial en este Año Paulino, que ha convocado el Santo Padre, el cual al respecto nos dice del Apóstol de las Gentes: “En la carta a los Gálatas nos dio una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón ante los lectores de todos los tiempos y revela cuál es la motivación más íntima de su vida. "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal (…). Su fe consiste en ser conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo conmueve en lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”(2)

Creo que existe una relación providencial, entre el Año Jubilar Paulino convocado por el Papa Benedicto XVI y la profesión solemne del «Credo del Pueblo de Dios» de Pablo VI, el lunes 30 de junio de 1968 (proclamado «Año de la Fe», aun en circunstancias difíciles para esta última). Esas difíciles circunstancias no escapaban a la lúcida mente del Papa, como el mismo nos lo dice: “Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún: vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto. Pero, al mismo tiempo, hay que tener sumo cuidado para que, mientras se realiza este necesario deber de investigación, no se derriben verdades de la doctrina cristiana. Si esto sucediera —y vemos dolorosamente que hoy sucede en realidad—, ello llevaría la perturbación y la duda a los fieles ánimos de muchos”(3).


Palabras proféticas de este Papa, que lejos de constituirnos en «profetas de calamidades» nos tienen que dar nuevas fuerzas para ser profetas de la Verdad (que nos hace libres), en la época en que la Providencia nos puso para testimoniar, para coadyuvar a la «Civilización del Amor» y no para ser «cautivos» como se refiere Pablo VI. Mucha de la «cautividad» presente puede provenir del espíritu de «acedia» y de pusilanimidad, disfrazados, quizá, algunas veces, «sub aspectu sanctitatis».

Mucho nos ayudará a mantener la fe (y por consiguiente la esperanza y la caridad) si dejamos que resuenen en nuestros oídos del alma aquellas palabras en las que María transmitía, en la «Iglesia-madre» las «maravillas» que el Señor había realizado en su tiempo de ocultamiento y silencio en Nazaret y Belén. «Nada tendríamos de todo esto si María no lo hubiera custodiado. Estas cosas nos vienen de sus tesoros», exclamaba el Obispo San Bruno de Segni (4). Para eso hay que abrir los oídos del alma, como dijimos, pero sobre todo el corazón, en especial para reconocer presente y actual la misma celebración eucarística, llamada en la Escritura «fracción del pan»(5), en el curso de la cual podía tener lugar también «la enseñanza de los apóstoles», o su «didachê»(6).

De la presencia del Señor, de la Eucaristía, del mismo Cristo-Evangelio, tomaba Pablo la fuerza de su acción apostólica, con la que se dedicó a edificar la Iglesia como Cuerpo de Cristo, en medio de innúmeras dificultades, persecuciones, envidias, daños y sinsabores que le provocaron incluso algunos que le estaban cerca. Como les decía recientemente en la Carta Pastoral del Año Paulino: “Si Cristo era la fuente de la vida de Pablo y de la acción apostólica que desenvolvía, por ello mismo él supo ver en la Iglesia el «Cuerpo de Cristo» (Cf. Ef 4,4) al que amó y sirvió con todo su ser. Pablo se dedicó a edificar la Iglesia, a fundar y consolidar las comunidades eclesiales que estaban a su cargo (Cf 1Tes 1,2ss). Así, evangelizar y extender la Iglesia llevó lo esencial de la vida de Pablo, como exclama en la carta primera a los Corintios: "Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor 9,16). Un evangelizar para nada reducido a un mero anuncio teórico sino centrado en el discipulado, en el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios (Cf. Mt 28,19-20). En esto, en su «pasión por la Iglesia», nunca cesó, incluso durante el aprisionamiento previo a su muerte (…) El Apóstol era Pastor de las Ovejas”. (Véase texto completo en AICA:http://www.aica.org/index2.php?pag=sarlinga080613), n. II: «Ser, pensamiento y acción de San Pablo».

La Virgen estaba en medio de los Apóstoles y fortalecía su Fe, en una Iglesia ya animada por el Espíritu. Juan Pablo II nos transmitió que: «En medio de ellos [de los apóstoles] María era “asidua en la oración” como “madre de Jesús” (cf. Hech 1,13-14), miraban en la fe a “a Jesús, autor de la salvación”(7), era consciente que Jesús era el Hijo de María y que ella era su Madre. La Iglesia miró a María como miró a Jesús a través de María ....(8). Por consiguiente también en medio de Pablo, el cual la contemplaba a la Luz del Cristo que lo deslumbró camino a Damasco, y esto junto con los demás Apóstoles, como lo refiere el Concilio Vaticano II: La Iglesia era asidua en la oración y junto a ella, “la contemplaba a la luz del Verbo hecho hombre” (9), la contemplaban como la Madre de su Señor (Cf Lc 1,42).

Que la ayuda de la Virgen, de su «marianidad» en tanto Madre de la Iglesia, nos haga encontrar el verdadero tesoro de la perla perdida, así como extraer del arcón (como dice la Escritura) una renovación de la Fe, es decir, «cosas nuevas y cosas antiguas» (cf.Mt 13,52), dejando de lado mentiras (después de todo, es la «anti-cualidad» que más caracteriza al demonio, siendo él «padre de la mentira»), así como los egoísmos, envidias, espíritus de estéril capillismo, desesperanzas y misántropos rencores.

Una Fe de nosotros, cristianos, basada y fortalecida en la Fe de la Iglesia, la del Pueblo de Dios, nos hará retomar el rumbo para vivir, en la Luz de Jesús, una sociedad nueva, que es posible, para el que cree, para el que trabaja y pone el hombro, «sin miedo», como nos invitaran tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI al inicio de sus pontificados. ¡Hay tanta gente que ha perdido el sentido de la vida…del verdadero Amor! (¡junto con tanta otra que son estupendos ejemplos de vida cristiana, felicidad en Cristo y un verdadero canto a la esperanza!). Cada uno según su vocación y elección, y en el ambiente en que nos toque, ayudemos a reconstruir, desde la Gracia y con humildad (que es la verdad).

Les recomiendo vivamente la lectura, en clave espiritual y pastoral, (y de aumento de nuestra Fe) del Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI y de todos los documentos del Papa Benedicto XVI en este Año Paulino Universal. Tengamos la grandeza de espíritu de escuchar con humildad, guiados por María, la enseñanza de los Apóstoles. Con la ayuda de Nuestra Madre, la Virgen, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de Zárate.

+Oscar D. Sarlinga

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1. Cf. JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Matris, en: Enchiridion Vaticanum, 10. Documenti ufficiali della Santa Sede (1986-1987). Texto oficial y versión italiana en: Edizioni Dehoniane, Bologna [1989], pp.972-973, 974-975.
2. BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en la Celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo con ocasión de la Inauguración del Año Paulino, Basílica de San Pablo extramuros, Sábado 28 de junio de 2008.
3. PABLO VI, CREDO DEL PUEBLO DE DIOS Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma, n. 4.
4. SAN BRUNO DI SEGNI (+1123), Commentaria in Lucam, parte I, capítulo II (en: PL 165, 355, 356). Haciendo la relación de Hech 1,14 con Lucas 2,19.51, el obispo San Bruno di Segni presenta a los Apóstoles aprendiendo noticias, de parte de María, acerca de los hechos concernientes a la infancia de Jesús.
5. R. GÉRARD, Atti degli Apostoli. Commento esegetico e teologico, Città Nuova [1998], p.166. Las citas bíblicas al respecto son: Lc 24,30.35; Hech 20, 7.11; 1 Cor 10,16; 11,24.
6. Tal como vemos que ocurría con Pablo y los neófitos que estaban junto junto a él (Cf. Hech 20,7-11). Cf Id., Op. cit., p.165: «El término «didachê» (…) incluye el conjunto de la predicación apostólica que se hizo normativa para la entera Iglesia». Cf, a este respecto, Hech 5, 28; 13,12; 17,19. Para comprender mejor la «didachê» hay que tomar en cuenta el verbo «didásko» (enseñar), el cual se hace presente 6 veces en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, en tanto referido a la acción conjunta de aquéllos, (Cf Hech 4,2.18; 5,21.25.28.42), como cinco veces referido a Pablo (Cf Hech 18,11; 20,20; 21,21.28; 28,31), y 2 referido a Pablo y Bernabé juntos (Cf Hech 11,26; 15,35), y una vez en lo que concierne a Apolo (Cf Hech 18,25).
7. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 9
8. Cf. JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Matris, en: Enchiridion Vaticanum, 10. Documenti ufficiali della Santa Sede (1986-1987). Texto oficial y versión italiana en: Edizioni Dehoniane, Bologna [1989], pp.972-973, 974-975.
9. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Lumen gentium, 65.

ENCUENTRO JUDEO-CATÓLICO, EN LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA, CON OCASIÓN DEL AÑO PAULINO


Dentro del contexto de las celebraciones y acontecimientos del Año Paulino, este encuentro tuvo lugar el pasado 10 de julio, tal como lo había anunciado Mons. Oscar Sarlinga en su reciente carta pastoral a dicho respecto: “Durante el año realizaremos nuestro encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana, hermanos con los cuales ya se ha hecho una amistosa tradición el encontrarnos. Tendrá lugar en la recientemente inaugurada sala «Nuestra Señora de Guadalupe» de nuestro Obispado (… con el tema: «San Pablo y la ética de Occidente»)” (Véase texto completo en AICA: http://www.aica.org/index2.php?pag=sarlinga080613). A dicho acto, en efecto, concurrieron las Sociedades Israelitas de las ciudades de Zárate y Campana, además de numerosos fieles católicos. Se contó con la adhesión de otras confesiones y comunidades cristianas.


I
EL ENCUENTRO CON LAS SOCIEDADES ISRAELITAS EN EL AULA «NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE» DEL OBISPADO

En un clima de fructífero diálogo, entendimiento mutuo y fraternidad, teniendo ante los ojos la imagen del Apóstol San Pablo (hecha pintar expresamente para el Año Paulino, y que será una de las dos que recorrerá las parroquias), judíos, católicos e incluso algunos participantes que declararon no profesar religión o no practicarla, se efectuó este encuentro en el salón auditorio de «Ntra. Sra. de Guadalupe» en las mismas dependencias del Obispado, de resultas del seguimiento de las pautas dadas por el mismo Santo Padre Benedicto XVI, en la proclamación del Año Paulino Jubilar, (el 25 de enero del 2007), en la cual indicó que se tenga en cuenta una profundización del diálogo ecuménico e interreligioso.

Se encontraron presentes los referentes de ambas Sociedades Israelitas de la zona, a saber, Don Rudy Wessolovsky y Sra. (de la ciudad de Zárate) y la Sra. Mirta Lubel de Atlansovich (de la ciudad de Campana), acompañados de otros miembros de las mismas. El acto fue organizado bajo la coordinación de la Comisión Diocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso que preside el mismo señor Obispo, y en él colaboraron la asociación privada de fieles «Amigos de Santa Brígida de Suecia» y el movimiento «Comunión y Liberación» con una participación que colmó el vasto auditorio, recientemente inaugurado. En representación del Municipio de Campana se hizo presente el Secretario de Cultura, Lic. Oscar Trujillo, y se contó con la apoyatura de los medios de televisión, prensa y periodísticos locales, así como con la adhesión del Rabino Dr. Adrián Herbst, antiguo rector del Seminario Rabínico Latinoamericano y otras entidades israelitas zonales.

Acompañaron al señor Obispo Oscar Sarlinga los monseñores Edgardo Galuppo, Santiago Herrera, y Ariel Pérez, como los PP. Néstor Daniel Villa, Mauricio Aracena y Jaime Burmeister. El Pbro. Dr. Nestor Villa, moderador de la Comisión, dio instructivas explicaciones con el «power point» con el que comenzó el encuentro. En el mismo se mostraron imágenes de la vida judía, tales como el Muro de los Lamentos en la fiesta de «Sukkot», así como niños judíos aprendiendo las letras y la Biblia en el «jeder» (o estuches preciosos de la Torah, procedente de las comunidades judías de Persia, Irak y Turquía del siglo XVIII), una ceremonia de la circuncisión entre judíos ortodoxos, así como otros grabados de época y la maqueta del Templo de Jerusalén, tomados todos de colecciones del «Museo Judío de la Diáspora» y del Museo Wolfson.

Muy emotivas resultaron a todos los concurrentes las imágenes del Santo Padre Juan Pablo II con el Rabino Jefe de Roma, Elio Toaff (1987), en el Muro de los Lamentos y en el Monte Sinaí (en el Jubileo del 2000). Una cortina musical de Vivaldi y Gabrielli sostuvo la presentación a la que subsiguieron imágenes de San Pablo (del Caravaggio, en «La Conversión de San Pablo» y El Greco, así como una xilografía de autor anónimo contemporáneo que muestra al Apóstol de las Gentes encadenado y rodeado de una multitud que mira al cielo). Se prosiguió con los croquis de los viajes apostólicos de San Pablo, que culminan con su llegada a Roma, corazón del Imperio y lugar de su martirio.

II
EL PENSAMIENTO DE PABLO Y LA ÉTICA DE OCCIDENTE

A continuación, el Pbro. Dr. Nestor Villa señaló la incidencia de Pablo como eslabón entre el mundo judío y el cristiano en la coyuntura de la cultura griega y el derecho romano como base de la ética pública de Occidente, la vigencia del respeto a la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, sujeto de derechos cuyo eje lo constituye la libertad religiosa, y la necesidad de recuperar esos valores para una posmodernidad que no sea una simple cadena de medios sin trascendencia, sino que se inspire en el respeto de toda persona humana y el estado de derecho.

Al tomar la palabra el Sr. Obispo Sarlinga, comenzó con la lectura del Discuso de Pablo, de los Hechos de los Apóstoles (Hech 22, 1-16), en el que el mismo Pablo narra su conversión, al ser honrado con la aparición del Señor Resucitado, lo cual lo hizo «vaso de elección» como Apóstol, por el mismo Señor («Kýrios», «Adonai») glorioso. El Obispo recalcó que Pablo “(…) se sintió siempre judío y que para él el cristianismo era su plenitud en Cristo Señor”. A continuación explicó algunos trazos del cuerpo doctrinal paulino, y se centró en la Carta a los Romanos, exponiendo que en tiempo de Pablo existía una importante comunidad cristiana en la ciudad de Roma, cuya mayoría era de origen pagano y en parte no pequeña de origen judío, “(…) razón por la cual, para el «judío» Apóstol de los paganos, eso era fundamental, y por ello les dirigió a los Romanos esa especie de «carta circular», de gran envergadura doctrinal y pastoral, que constituye como una síntesis y recapitulación de los temas claves de su predicación, cuyo núcleo es la Buena Noticia de salvación (Cf Rom 2,16; 16,25)”.

Puesto que la salvación por la fe en Jesucristo, muerto y resucitado y ofrecida a toda la humanidad sin discriminación, así como la justicia y la justificación, son temas fundamentales de la Carta, el Obispo manifestó que “(…) hay que entenderla como la base de nuestra concepción judeocristiana de la moral y la justicia”.

Refiriéndose luego a la justicia como virtud cristiana, y ya avanzando en los temas, dijo que aquélla “(…) posee un sentido más profundo, así como un especialísimo lugar, que es diferente del que ocupaba antes en el sistema pre-cristiano de las virtudes, puesto que en tanto virtud cristiana, es fundamental, y es iluminada con el resplandor de las virtudes teologales, a cuyo servicio se encuentra, y en particular es iluminada por la virtud sobreeminente de la caridad”. Expresó también que esto último debía ser considerado “(…) un pilar fundamental de la ética de Occidente, entendido éste último como una concepción de vida y no en un sentido meramente político-económico limitado por fronteras”.

A ese respecto, y deseando atraer la atención también sobre el aporte del Oriente, Mons. Sarlinga hizo incluso una alusión a la ética de Confucio, y mencionó que este último coloca entre las principales virtudes a la «benevolencia», la cual concibe como la buena disposición del ánimo para con el prójimo y la sociedad, citando del sabio chino: "La ventaja que el cielo concedió a los sabios son las virtudes de benevolencia, justicia, cortesía y prudencia. Radican en el corazón, irradian en el rostro, se muestran en el porte del cuerpo y de todos los miembros". Mencionó Monseñor que podríamos encontrar allí una base de una ética verdaderamente personalista, no lejana de la concepción bíblica.

Por último, luego de hacer alusión a la virtud de la justicia en San Agustín, en Santo Tomás de Aquino y en otros pensadores cristianos, el Obispo se refirió al concepto de justicia social, que está explícitamente mencionado en la Encíclica «Quadragesimo anno» — 1931 — donde aparece “(…) como una especie de virtud cuya finalidad especial no radica tanto en apuntar a proteger derechos circunscritos por leyes, sino más bien los derechos naturales de la sociedad y de sus miembros, comenzando por el inalienable derecho a la vida”.

A este respecto, hizo alusión Monseñor Sarlinga a la figura “(…) del gran Papa Pío XI, autor de dicha Encíclica, quien también, por lo demás, condenó el nazismo en su célebre «Mit brennender Sorge», a quien por ello le tributamos honra y honor, recordando que con oportunidad de la visita de Adolf Hitler a Roma, el Papa se retiró de la Urbe –yéndose a Castelgandolfo-, según se dice, «para no ver flamear en Roma una cruz opuesta a la Cruz de Cristo»”. Y esta actitud papal, acotó, “ (…) tenemos que valorarla conforme a las circunstancias de ése momento y a la luz de los peligros a los que se exponía al tomar una resolución tan valiente, circunstancias ésas que no pueden juzgarse en paridad con las nuestras de hoy, más de medio siglo después, razón por la cual es justo que procuremos ver lo que el Magisterio y la acción pontificias significaron, cual una gran luz en plena época del oscuro auge de dicho totalitarismo”.

A continuación, luego de referirse a los documentos conciliares «Gaudium et Spes», y «Nostra aetate» y al pensamiento y acción de los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, el Sr. Obispo destacó, por fin, la importancia que otorga al diálogo interreligioso el Santo Padre Benedicto XVI, destacando en particular, refiriéndose al judaísmo, su discurso en la Sinagoga de Colonia (Alemania).

Mención especial fue hecha del espíritu ecuménico y de genuino diálogo interreligioso del Santo Padre, por la armonía y el trabajo común de las religiones, en pro de la paz del mundo, haciendo aquí referencia al diálogo fecundo con el Islam, y recordando el viaje apostólico del Papa a Turquía.

Luego de la exposición de Monseñor Sarlinga, quien agradeció sentidamente el buen clima, la mutua estima y el respeto de la concurrencia, en particular de las Sociedades Israelitas, siguió un ameno intercambio y concluyó el acto, no sin antes ser tomadas algunas fotografías junto al cuadro de San Pablo, al que nuestros «hermanos mayores» (como los llamara Juan Pablo II) llamaron afectuosamente «Saulo».

III
ANTECEDENTES DEL ENCUENTRO E HITOS DEL DIÁLOGO JUDEO-CRISTIANO EN ZÁRATE-CAMPANA

El encuentro antemencionado y sus frutos de paz, lejos de consistir en un episodio aislado, significan un eslabón escalonado en una ya profusa actividad de estima y diálogo entre las sociedades israelitas y la Iglesia católica, en un marco de fraterno dialogo interreligioso y convivialidad (promovido por la Comisión Diocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso, creada en 2006), de lo cual señalamos a manera de síntesis:

Encuentro de Monseñor Sarlinga, en la ciudad de Campana, con 38 jóvenes de la Comunidad «Bet Hillel» de Buernos Aires (el 28 de octubre de 2006), quienes vinieran a compartir el «Shabat» con la comunidad judía local. El señor obispo les recibió en los salones de la Curia y se mantuvo un rico diálogo y fructuoso intercambio entre ellos, en los cuales se halló presente el Pbro. Dr. Néstor Daniel Villa, junto con el referente del grupo hebreo, Martín Yafe, quien luego escribió una conmovedora carta al señor Obispo agradeciendo el encuentro, y que fuera publicada en el Anuario 2006 de «Santa Brígida de Suecia, Profeta del IIIer. Milenio» (págs. 53 y ss.).

Asimismo, el Moderador I de la Comisión diocesana, Pbro. Dr. Villa, disertó el 11 de noviembre de 2006, en la Biblioteca Municipal de Campana sobre «Identidad Nacional, Pluralismo Cultural y Diálogo Interreligioso», evento al que concurrieron representantes de la comunidad judía. Finalizado el acto se realizó un homenaje a las víctimas y un desagravio por la «Kristallnacht», cuando el 8 de noviembre de 1933 todas las sinagogas de la Alemania nazi fueron profanadas.

El 21 de diciembre de 2006, el «Foro Cultural Campana», del Movimiento «Comunión y Liberación» presentó en el auditorio del «Plaza Hotel» al Rabino Sergio Bergman, quien disertó sobre «Diálogo Interreligioso y madura convivencia cívica». Saludó cordialmente al disertante Monseñor Oscar Sarlinga, con un breve discurso inicial, y participaron del acto los Pbros. Claudio Caruso y Néstor Villa, junto con numerosos fieles católicos y de otras confesiones.

El 28 de abril de 2007, tuvo lugar la conferencia interreligiosa: «Diálogo Interreligioso y ejercicio de las virtudes cívicas» en el «Highland Park», de Pilar, oportunidad en la cual disertaron S.E. Mons. Oscar Sarlinga, el Profesor Abraham Schwartz y el Lic. Omar Abboud (islámico), de la misma manera, en un clima fraterno y de diálogo abierto.

El 8 de mayo de 2007, la asociación «Docentes Católicos de Campana», conducidos por el Pbro. Dr. Néstor Villa, visitó la Sinagoga «CMI-Emmanuel» en el barrio porteño de Belgrano, habiendo sido recibidos por la Comisión Administrativa, y habiendo participado de una charla por el seminarista Rev. Joni Shalom. Seguidamente realizaron un homenaje a las víctimas de la Shoá. El Sem. Joni Shalom envió nota de agradecimiento al señor Obispo de Zárate-Campana por el gesto de la asociación mencionada.

El 22 de septiembre de 2007, Delegado por el señor Obispo, el Pbro Dr. Néstor Daniel Villa asistió al servicio de clausura del «Yom Kippur» en el centro cultural de la Sociedad Israelita de Campana. Cabe destacar que tanto el señor Obispo como el P. Villa han saludado anualmente a la sociedad israelita tanto para «Pésaj» como para «Rosh´ ashná» y «Yom Kippur».

El 8 de octubre de 2007, en el Aniversario de la Dedicación del Templo catedralicio (de Santa Florentina, en Campana) una nutrida representación de la sociedad israelita asistió con ocasión de la bendición de la primera estatua de Santa Brígida de Suecia, obra del artista Curuchet, que se encuentra entronizada en la iglesia criptal.

El 8 de diciembre de 2007, día de la Inmaculada Concepción, nuevamente una importante representación de la Sociedad Israelita concurrió a la bendición de las obras nuevas en la iglesia criptal de los Santos Padres Hispanos (los Santos Obispos Leandro, Isidoro y Fulgencio) en la iglesia catedral.

El 9 de diciembre de 2007, en los muros externos de la iglesia cuasiparroquial de Nuestra Señora de Luján y SS. Apóstoles Pedro y Pablo, se descubre una lápida conmemorativa de la visita a ese – por entonces- centro misional, de la pionera del diálogo judeo-cristiano Ruth Gesang de Sandler (Z’L’) invitada por el ahora moderador I de la Comisión Diocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso P. Dr. Néstor Daniel Villa. Luego de la misa, Saúl y Dora Tebovich y otros representantes de la sociedad israelita descubrieron la placa en presencia del P. Joaquín Ocampo (cuasipárroco) y del P. Néstor Daniel Villa y la feligresía parroquial.

En mayo de 2008, Mons. Oscar Sarlinga y Monseñor Santiago Herrera, pro-vicario general, asistieron en la ciudad de Zárate al acto conmemorativo del Levantamiento del Ghetto de Varsovia, habiéndosele gentilmente requerido la palabra al Sr. Obispo al final del acto (y de la proyección de un conmovedor film de sobrevivientes del exterminio), todo lo cual agradeció vivamente, poniendo de relieve en esa oportunidad su visita a dicho Ghetto y el encuentro con representantes del judaísmo en su viaje a Polonia, en 2004.

lunes, 7 de julio de 2008

FIESTAS PATRONALES DE LA CATEDRAL SANTA FLORENTINA, CAMPANA

El domingo 6 del corriente fueron celebradas las festividades de Santa Florentina, virgen, patrona de la ciudad y partido de Campana y de la iglesia catedral que lleva su nombre. La Santa Misa fue presidida por Mons. Oscar D. Sarlinga, y transmitida en directo por la radio y la televisión. Concelebró con el Obispo el Pbro. Walberto Morales, y de la celebración participaron la Sra. Intendenta Municipal, Doña Stella Maris Giroldi, autoridades municipales y de las fuerzas de seguridad. Durante la homilía, Mons. Sarlinga hizo alusión a la España visigótica del siglo VI, y a la importancia de los monasterios fundados por Santa Florentina para la transmisión de la cultura, la ciencia y hasta la conciencia cívica de la época, recogiendo todos los tesoros de la Antigüedad clásica y la transformación que significó el cristianismo. Hizo también referencia a los hermanos de la Santa, los Obispos San Isidoro, Arzobispo de Sevilla, San Leandro y San Fulgencio, luminarias de su época. En el panel pictórico de la iglesia criptal, inaugurada el 8 de diciembre del pasado año, son representados los Santos Obispos, Padres de la Iglesia hispana, en un contexto de paisaje de la región que actualmente ocupa la diócesis, con la Basílica de Luján y la imagen de la Ssma. Virgen sugerida al fondo y arriba. Se refirió también Mons. Oscar a la relación entre la secularidad y la vida espiritual, y cómo el Espíritu, que todo lo puede y todo lo penetra, es el que guía a la Iglesia y a la humanidad hacia la plena transformación en Cristo, quien nos ha redimido, como verdadero Dios y verdadero Hombre.

martes, 1 de julio de 2008

INICIO DEL AÑO PAULINO EN NUESTRA DIÓCESIS

INICIO DEL AÑO PAULINO EN LA EUCARISTÍA CELEBRADA EN LA CUASI-PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LUJÁN Y DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO, EN LA CIUDAD DE CAMPANA

Tal como se había anunciado en la carta pastoral de Mons. Sarlinga (fechada el 13 de junio ppdo.), el Obispo abrió solemnemente el Año Paulino universal, en comunión con el Santo Padre Benedicto XVI y con toda la Iglesia, en la cuasi-parroquia de Ntra. Sra. de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, confiada al cuidado pastoral de los Discípulos de Jesús y de San Juan Bautista, cuyo cuasi-párroco es el P. Joaquín Ocampo. En la homilía, Mons. Sarlinga destacó la importancia comunional y misional de la convocación del Año Paulino por parte del Santo Padre, así como lo fundamental de promover la evangelización. Recordó que ese centro pastoral nació con la Gran Misión de Campana, en el año 1979, convocada por Mons. Mario Espósito Castro (cuando ese lugar era conocido como “El centro n. 6”) y que luego fue centrándose como lugar de evangelización y de culto, primero con la capilla de Ntra. Sra. de Luján, y luego con los salones de catequesis y la casa parroquial. En 2007 el Obispo O. Sarlinga le agregó el título de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, dotándola de dos estupendas y artísticas imágenes que habían sido donadas por el Pbro. Dr. Néstor Villa al entonces seminario de Campana (cerrado en 2001).

Al concluir su homilía, Monseñor Oscar dijo que teníamos que tener siempre presente, en las luchas y cansancios que mantenemos en esta vida presente, esa afirmación de San Pablo que nos anima a no bajar los brazos: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil, 4,13), basando nuestra entera confianza en Dios y en su acción providente en nuestras vidas. Todo “poder”, afirmó, tiene consistencia “sólo si se asienta en el Amor de Dios”, razón por la cual, acotó, “nos conforta siempre el Señor si permanecemos en su Amor”, conforme a la exhortación de Jesús, en el evangelio de Juan: “Permanezcan en mi Amor (Jn 15,9)”.

La cuasi-parroquia estrenó la pila bautismal, en mármol travertino, que el Sr. Obispo donó para el templo.

Durante la celebración de la eucaristía, el Obispo administró el bautismo a una joven, y la confirmación a varios jóvenes y adultos, que habían venido preparándose durante el debido tiempo en la cuasi-parroquia.

El templo (formado en principio en forma de galpón, y que fuera con el tiempo reconstruyéndose y hermoseándose) fue colmado de fieles, y hubo una especial delegación del Movimiento obrero. Concelebraron con el Obispo el vicario general, Mons. Galuppo, el pro-vicario general, Mons. Santiago E. Herrera, junto con Mons. Marcelo Monteagudo, el P. Joaquín Ocampo (cuasi-párroco), el Pbro. Dr. Néstor Villa, el Pbro. Mauricio Aracena y el P. Federico Labarra, de los Rogacionistas.