Sábado 9 de mayo
FIESTAS PATRONALES DIOCESANAS Y CONSAGRACIÓN DE NUESTRA IGLESIA PARTICULAR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El sábado 9 de mayo, con motivo de las Fiestas Patronales Diocesanas (en la Festividad de Nuestra Señora de Luján) tuvo lugar, desde las 9.00 la «Jornada Pastoral», en Belén de Escobar. Esta última se dividió en tres áreas: CATEQUESIS (dimensión religiosa y social) PASTORAL JUVENIL, VOCACIONAL y MISIONAL, y CÁRITAS. A las 15.15 los jóvenes emprendieron la PROCESIÓN con la imagen peregrina de la Virgen de Luján, desde el colegio «San Vicente de Paúl» hasta la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor, donde tuvo lugar la MISA PATRONAL presidida por Mons. Oscar Sarlinga y concelebrada por 60 sacerdotes y 5 diáconos permanentes, ocasión en la cual se realizó la CONSAGRACIÓN DE LA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Al final de ésta, se dio lectura a la bendición papal.
Para comenzar con el área de catequesis se desenvolvió en el Colegio Santa María, y participaron de ella los grupos de catequistas que se encuentran en esta fase del ISCA, acompañados por el Pbro. Fernando Crevatín, delegado diocesano y el Pbro. Nicolás Guidi, vice-delegado. Durante la mañana se hicieron presentes Mons. Oscar Sarlinga y Mons. Marcelo Monteagudo, delegado para las Misiones y director diocesano de las Obras Misionales Pontificias. El trabajo en grupos fue muy enriquecedor, y el Obispo les dirigió unas palabras hacia las 11 de la mañana.
Los jóvenes, bastante más de 300, provenientes de distintas parroquias, asociaciones de fieles y movimientos, estuvieron reunidos desde las 9.00 en el colegio «San Vicente de Paúl» de los PP. Lazaristas. Allí reflexionaron acerca de la frase: «Señor, ¿quién eres?. Ven y lo verás» y sus implicancias en cuanto a la cordial pertenencia a la Iglesia y el llamado a la misión, así como la vocación, en sentido amplio y en sentido de la vocación sacerdotal y religiosa. El delegado diocesano, Pbro. Hugo Lovatto, se vio acompañado jóvenes del Secretariado diocesano, por numerosos sacerdotes, por seminaristas del Seminario diocesano «San Pedro y San Pablo», y por los hermanos de los Discípulos de Jesús y San Juan Bautista. El Obispo, que estuvo con ellos desde las 11.30, les dirigió unas palabras sobre la vocación cristiana como jóvenes, y la vocación específica al sacerdocio y a la vida consagrada.
En lo concerniente a la caridad institucionalizada, CARITAS estuvo también reunida desde las 9.00 en el gran salón parroquial de la Natividad del Señor, con los distintos directores parroquiales, miembros activos de Caritas, la Directora, Sra. Margarita Andreini, la Sra. Marité, representante de Caritas nacional, y Mons. Ariel Pérez, vice-presidente. También se encontraban los nuevos miembros de JUSTICIA Y PAZ. La reflexión sobre las líneas de acción para el sexenio fueron muy fructíferas y el Obispo Mons. Oscar Sarlinga, quien escuchó las ponencias de los representantes de los grupos, dijo que serían incluidas como un anexo en el Proyecto pastoral diocesano, y que esperaba que las presentaran por escrito para incorporarlas y entregar éste a la imprenta, luego de los últimos aportes que hicieron miembros del Consejo Pastoral.
Luego de la festiva y piadosa procesión de los jóvenes, una verdadera multitud (que colmó la vasta iglesia co-catedral, con capacidad para más de 1.000 personas, más el salón adjunto, con lugar para 700 personas y pantalla gigante), además del atrio, la acera y calle, y parte de la plaza, lo cual hizo difícil a los organismos competentes el calcular el número exacto que se congregó para la celebración de la Santa Misa. Como hemos informado, debido al gentil ofrecimiento de «San Miguel Arcángel Producciones», fue transmitida en directo desde Belén de Escobar (partido de Escobar) por TELERED (en la señal satelital «Santa María»), y difundida a través de las FM «Santa María», de Campana y Matheu, respectivamente, así como transmitida vía Internet por puesta a disposición de la Productora Es.Pi.Ar (Escobar-Pilar-Argentina), a través del link
http://www.espiar.tv/La homilía de Mons. Oscar Sarlinga se centró en tres puntos: 1. La Fiesta de la Virgen de Luján, la Madre del Hijo del Dios bendito; II. La llama de Amor viva, que disipa obscuridades, haciendo alusión en especial al odio y a la envidia, así como una referencia a la Carta de San Pablo a los Gálatas; y III. La Justicia perfecta en el cumplimiento de la promesa. La ofrecemos a continuación en su integridad.
Los fieles siguieron atentamente la celebración, al término de la cual se hizo solemnemente la esperada CONSAGRACIÓN DE LA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, el texto de la cual puede verse en la página web del Obispado:
http://www.obzaratecampana.com.ar/El Coro de la Natividad del Señor cantó espléndidamente, cantos populares que los fieles acompañaron con devoción. Al término de la Misa el Obispo se entretuvo largamente saludando a todos los fieles que acudieron, mientras los sacerdotes retornaban a sus parroquias para la celebración de las misas vespertinas del sábado. Se dio en el salón parroquial un ágape fraterno.
HOMILÍA DE MONS. OSCAR D. SARLINGA EN LAS FIESTAS PATRONALES DE LA VIRGEN DE LUJÁN Y CONSAGRACIÓN DE LA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN
I
LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LUJÁN,LA MADREDEL HIJO DEL DIOS BENDITO
Celebramos las Fiestas Patronales de la diócesis, en el día de la Virgen de Luján, la cual nos entregó el Papa Pablo VI como Patrona cuando erigió la diócesis, en 1976. María es la elegida, porque Dios nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, el Hijo de María(1). En la obra que Dios realizó en María vemos la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios(2). La presencia de las distintas comunidades de nuestra diócesis en esta festividad es un ejemplo de ese esplendor de Dios en la unidad de nuestros corazones. Parroquias, Seminario «San Pedro y San Pablo», instituciones, asociaciones de fieles, movimientos, institutos religiosos: todos queremos ser un solo corazón, para alabanza de su Gloria. ¡Qué alegría, ver a los hermanos reunidos!: a ustedes el Señor les desea la paz, como lo hizo en sus apariciones históricas, recién Resucitado (Jn 20, 19-31). La Jornada Pastoral previa a la celebración ha sido óptima, en sus tres ámbitos, la catequesis, desde la perspectiva de su dimensión religiosa y social; la pastoral juvenil, con la presencia de más de 300 jóvenes que preguntaron al Señor: «Maestro, ¿dónde vives?»; y la Cáritas diocesana, con su reflexión sobre la comunión, organicidad, misionariedad, y sus líneas de acción para el sexenio, en vistas a un mejor servicio a los más necesitados. Gracias a todos los participantes por su entrega generosa.
En el Evangelio hemos escuchado que junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre(3). María creyó perfectamente cada promesa de su Hijo, y también que Él resucitaría “al tercer día” (Cf Lc 9, 22). En su noche de dolor, junto a la Cruz, la Madre mantenía viva la esperanza del reencuentro con su Jesucristo Resucitado. Lo mismo esperamos nosotros(4), y en nuestra vida, con sus luces y sombras, renovamos constantemente la búsqueda de ese encuentro cotidiano y vital(5). Porque vivimos de la esperanza, y queremos actuar según el realismo de la esperanza. Nos dice la Palabra que «nada es imposible para Dios» (Lc 1, 37). Puede haber cosas que hagan que nuestro corazón se acobarde, peo nunca es imposible que podamos ver la luz y creer (Cf Jn 20,8), y obrar en consecuencia, pues nada vence a la Llama de Amor Viva, victoriosa para siempre.
II
LA LLAMA DE AMOR VIVA DISIPA OBSCURIDADES
¿Qué ponemos hoy en presencia de la «llama de amor viva»?. Con la ayuda de María, Nuestra Madre, ponemos hoy, con sinceridad y verdad, nuestra realidad humana concreta a luz del Sagrado Corazón, victorioso sobre el pecado y sobre la muerte. Predisponernos a recibir la Luz de Cristo significa «vencer miedos», «confiar en Él» y «ponernos en su Camino». Dos llagas profundas y devastadoras pueden obstaculizar esta predisposición de los corazones de las personas. Son el odio y la envidia, escondidos ambos en los humanos recovecos de las profundidades del corazón, a la manera de lo que el místico y poeta San Juan de la Cruz llamó «las profundas cavernas del sentido». Esas cavernas (intuición poética, quizá, del psiquismo profundo) necesitan de luminosidad y sólo pueden ser iluminadas por «la llama de amor viva» del Resucitado.San Juan de la Cruz dice a la «llama de amor viva» unas hermosas y verdaderas palabras, de las cuales mencionaré sólo algunas:
“ ¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
(…)Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
calor y luz dan junto a su querido!”(6)
Lenguaje hermoso y muy profundo. Penetra en el alma, ¿no es cierto?. Nos dice el poema inspirado que si «el sentido» no se deja iluminar, sigue oscuro y ciego. En cambio, el permitir que los resplandores de Cristo nos iluminen hace que la cadena de ADN de la envidia y el odio se vea bloqueada. Si fluyen, en cambio, comienzan las desgracias. Por ejemplo, una fluencia del odio suele aparecer en el juicio despiadado sobre los demás, el cual, exacerbado, puede llevar a quienes debieran tratarse como hermanos a devorarse los unos a los otros, de lo cual trató San Pablo en su carta a los Gálatas. Puede llegar incluso a hacer perder todo freno moral.
En cuanto a la envidia, para verla desde un lado del cual no solemos mirarla, sería conveniente que la consideráramos en tanto que, primero, produce la conmoción destructiva del propio envidioso, el cual pierde por completo la paz. Desde esa perspectiva, este pecado capital es un tormento en primer lugar para quien la padece, como el gran Tucídides lo afirmaba en la Antigüedad: “Todos los tiranos de Sicilia no han inventado nunca un tormento mayor que la envidia.” En el mismo sentido menciona el tema el Catecismo de la Iglesia católica(7), citando al respecto al gran Obispo San Juan Crisóstomo(8).
Por el contrario, seguir el camino de la luz del Resucitado, esto es, la «Regla de Oro», síntesis del comportamiento del discípulo de Cristo significa: «Lo que ustedes quieren que los hombres les hagan a ustedes, también ustedes háganselo a ellos». Significa también: «No condenen y no serán condenados» (Lc 6, 37), pero esto en manera ninguna con la significación de dar vía libre a la injusticia o la impunidad, sino en el sentido de evitar los juicios despiadados e inmisericordes sobre las personas, esos que apelan a la venganza, y engendran una cadena sin fin de odio y, por ende, una escalada de venganzas. Antes bien, es la «Regla de oro del Evangelio» la que debería imperar en nuestras familias y comunidades.
III
LA JUSTICIA PERFECTA EN EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA
En sentido religioso, la Justicia perfecta se ha cumplido en el cumplimiento cabal de la Promesa: “Ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 1-7). Hay vida porque el sepulcro ya no encierra al que está Vivo. Él sepultó nuestra muerte y abrió horizontes infinitos, ni míticos ni teoréticos, para nuestra historia humana, como es el sentido de las palabras que nos dirigió el Santo Padre: “La Resurrección, por ello, no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su «Pascua», su «paso» que ha abierto una nueva vía entre la tierra y el Cielo (…)”(9).
¿Cuáles pueden ser esos horizontes infinitos a los que nos abre el Sagrado Corazón?. Confiados en el poder vencedor, que Cristo ganó en la Cruz, renovamos hoy en nuestra mente la necesidad que nuestra sociedad actual (aún subconsciente o inconscientemente) tiene del Amor divino, principio propulsor de toda vida y de legítimo progreso social, en cuya contribución a su construcción los cristianos no podríamos cejar. Antes bien, es un clamor el que, con el sostenimiento de la Gracia, nos pongamos al trabajo por la consecución de un humanismo trascendente, digno de Dios y digno del ser humano.
Ábranse entonces nuestras mentes de cristianos a la práctica sincera de la religión, al respeto verdadero y a la libertad religiosa positiva como quicio de derechos, para proyectarse en la vida pública (en todos sus honestos ambientes, en los derechos y deberes cívicos), con la obra de una laicidad también positiva y sana, que ponga el hombro a la construcción de nuestra civilización según proyectos firmes basados en la dignidad de la persona; proyectos que nos lleven sin pausa a la inclusión de todos en hermandad, a la cultura del trabajo y al crecimiento de «todo el hombre y de todos los hombres». Esto último a comenzar por el respeto del derecho a la vida, pilar de los demás. Conscientes, esto sí, del límite que tiene la acción humana, y que nos lo refiere la Sagrada Escritura: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Salmo 126,1).
Ahora, llenos de buenos propósitos, lo importante es que sean firmes. Encomendamos hoy al Sagrado Corazón de Jesús, en esta iglesia co-catedral de la diócesis, la perenne fuente de juventud propulsora de nuestra psique y nuestro espíritu, de todo nuestro ser y nuestro obrar. Rogamos al Corazón de Cristo que nos libre siempre del odio y del devorarnos unos a otros, de la mortífera desesperanza, y del hastío de vivir, de la cobardía, de la desgracia del abatimiento que nos lleva a bajar los brazos, así como de ese tipo de descreimiento que tiende a hacernos convencer del pretendido valor de un éxito basado en la cruda codicia, o en opciones destructivas de la salud y de la integridad física y mental. El anhelo de una civilización del Amor nos conduce a superar el desesperanzamiento abatidor, que no pocas veces, por no tener la valentía de ponerse a la obra, se cubre con los ropajes de la pseudo-humildad y el pseudo-virtuosismo, ambos dos más bien generados por un anhelo de super-protagonismo –a veces paradojalmente disfrazado de espíritu de servicio- pero que podría convertirse en escondrijo de la soberbia y de la pereza más sutiles.
Queridos hermanos y hermanas, con gran afecto les digo: predispongámonos en estas Festividades y en esta Consagración a recibir de Jesucristo los dones que Él quiera darnos; esperanza, espíritu de oración, perdón profundo con justicia y misericordia, apertura dialógica, legítimo progreso, rompimiento de los círculos viciosos de lo clánico, entendido éste en el sentido del cerramiento a la autodonación. Abramos nuestro espíritu al don del trabajo consciente, del cuidado de nosotros mismos y de los demás, de la entrega de nuestro tiempo y del aprender a compartir lo nuestro con quienes más lo necesitan.
Una cultura del compartir, ¡qué hermosa ofrenda al Sagrado Corazón!. Pidamos todos los días las ganas de vivir y de hacer la vida de quienes nos rodean más llena de esperanza y de alegría. Queramos recibir resiliencia espiritual, y la voluntad de «volver a empezar», más allá de las caídas o de los mazazos, con la ayuda de la Gracia. Estas actitudes de vida reflejan signos de la presencia amorosa del Espíritu en nuestros corazones. Que sepamos recibir del Espíritu Santo, también en tanto pueblo de Dios, junto con el Don de Sabiduría para integrar memoria viviente y reconciliación proactiva, amistad social y purificación de nuestra conciencia histórica, psicológica y moral, la cual es como un «Santuario» donde Dios nos habla y en cuyas profundidades hallamos el eco de su voz poderosa(10).
María, la humilde y poderosa Madre que nos protege como Patria y como diócesis, desde aquí, sin tardanza, nos ayude y guíe en nuestro caminar.
1. En él hemos sido constituidos herederos, como nos dice San Pablo en su carta a los cristianos de Éfeso.
2. Como nos refiere el profeta Isaías (vv. 35, 1-7).
3. Tal como nos ha narrado el santo Evangelio según san Juan – 19, 25-27-)
4. Cf V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, DOCUMENTO DE APARECIDA, (DA), n. 243.
5. Cf DA 243-244
6. Comentario de texto de “Llama de amor viva” de S. Juan de la Cruz. Este poema, que S. Juan de la Cruz titula como “Canciones que hace el alma en la íntima unión de Dios”, se escribió en el Convento de los Mártires en Granada en 1584 ó 1585. Su redacción es posterior a la Subida del Monte Carmelo, a la Noche oscura y a la primera versión del Cántico espiritual.
7. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2538: “El décimo mandamiento exige que se destierre del corazón humano la envidia. Cuando el profeta Natán quiso estimular el arrepentimiento del rey David, le contó la historia del pobre que sólo poseía una oveja, a la que trataba como una hija, y del rico que, a pesar de sus numerosos rebaños, envidiaba al primero y acabó por robarle la oveja (cf 2 S 12, 1-4). La envidia puede conducir a las peores fechorías (cf Gn 4, 3-7; 1 R 21, 1-29). La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo (cf Sb 2, 24)”.
8. “Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos contra otros… Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a dónde llegaremos? Estamos debilitando el Cuerpo de Cristo… Nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las fieras” (S. Juan Crisóstomo, hom. in 2 Cor. 28, 3-4), citado en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2538).
9. BENEDICTO XVI, Mensaje Pascual del 12 de abril de 2009.
10. Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 16.