domingo, 16 de agosto de 2009

ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL REV. DIÁCONO AGUSTÍN VILLA

Nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga ordenó presbítero al Rev. Diác. Agustín Villa, quien, como sacerdote, es destinado como vicario parroquial de la iglesia catedral y colaborador de la Delegación diocesana de Pastoral de Juventud.





El sábado 15 de agosto, en la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen, nuestro Obispo diocesano, Mons. Oscar D. Sarlinga, ordenó sacerdote al Rev. Diác. Agustín Villa, a quien había conferido la ordenación diaconal en el mes de febrero, en la Basílica de San Salvatore in Lauro, en Roma, donde el ordenado concluyó sus estudios teológicos.
La ordenación presbiteral tuvo lugar en la iglesia de Santa Florentina, en la ciudad de Campana, y fue concelebrada por 40 sacerdotes, entre los cuales Mons. Galuppo, vicario general, Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general y Rector del Seminario «San Pedro y San Pablo», el Pbro. Hugo Lovatto, cura párroco de la parroquia catedral y delegado diocesano para la Pastoral de Juventud, numerosos curas párrocos, sacerdotes religiosos, vicarios parroquiales y clero de la diócesis en en general. También estuvieron presentes varios sacerdotes de Mercedes-Luján. Cinco diáconos asistieron a la celebración, entre los cuales los candidatos a la ordenación presbiteral de la diócesis, y dos que acudieron a la ceremonia, uno desde la diócesis de San Cristóbal (Venezuela), quien fue compañero de estudios.
Se encontraba presente la familia del P. Agustín Villa, quienes son originarios de la ciudad de Mercedes (Pvcia. de Buenos Aires), numerosa juventud, y feligresía en general. El sacerdote es el séptimo que Mons. Sarlinga ordena para el clero secular de Zárate-Campana (y el duodécimo de ordenación). Al término de la misa, en algunas palabras surgidas del corazón, el Obispo agradeció mucho al clero su presencia, su apoyo, el sentido sacerdotal y misionero, en la fraternidad sacerdotal, y mencionó que al término del año 2009 el clero de la diócesis superará los 80 sacerdotes, entre seculares y religiosos, lo cual, más que una razón numérica, es sobre todo una razón pastoral, para que, en unión con el Obispo, con el Santo Padre como cabeza visible de la Iglesia Universal, puedan pastorear a la porción del Pueblo de Dios que les ha sido encomendada, con alegría, y con renovado vigor, en este Año Sacerdotal. Exhortó vivamente a la diócesis, y al “óptimo laicado” a ser misioneros, a tener un sentido de «diócesis misionera» y a saber dar desde nuestra pobreza, a comenzar por la oración por las vocaciones sacerdotales, misioneras, laicas consagradas, y en especial por los seminaristas (20) del Seminario «San Pedro y San Pablo» que funciona en Buenos Aires.
En el inicio de su homilía, Mons. Oscar Sarlinga puso énfasis en querer cumplir una vez más la profecía de la misma Santísima Virgen, en el Magníficat, llamándola «Bienaventurada», en su advocación de Nuestra Señora de Luján (cuya imagen réplica se encontraba junto al altar), porque «todas las generaciones llaman bienaventurada a la Virgen Madre», a la cual, casi al término de su predicación, apreció como «Madre de la Iglesia» y explicó por qué el Papa Pablo VI la proclamó tal durante el Concilio Vaticano II.
Luego de hacer alusión al «renovado Cenáculo» que significaba la celebración de la ordenación, en particular en este Año Sacerdotal que ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI, dijo que tal ceremonia era «el cuadro ideal para nuestra meditación sobre el sacerdocio ministerial», que centró en la mirada de Jesús a sus Apóstoles y discípulos que allí estaban en el Cenáculo, y en ellos, a la comunidad de los discípulos de todos los tiempos, de todos los siglos, citando en ese momento a Jn. 17, 20 («aquéllos que –según su palabra- creerán en mí, mediante la palabra de ellos»), y añadiendo: “Sí, en su disposición al sacrificio de la Cruz, Él nos veía a nosotros, que estamos aquí, y oró por nosotros: “Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad. Como tú me has mandado a mí en el mundo, también yo los he mandado a ellos; por ellos me consagro, para que sean ellos también consagrados en la verdad” (17, 17ss)”.
Luego dijo el Obispo que es en el nombre de Cristo, como Apóstoles, como discípulos, como «recibimos nosotros un «nombre nuevo», a la manera de Pedro, en el sentido de una nueva misión, la de actuar en Nombre de Jesús, de tal modo, que nuestro «yo», lejos de quedar inmanente, pasa a ser relativo siempre al «Yo» de Jesús, que así nos plenifica y nos envía» Y añadió que los nuevos Apóstoles son enviados « (…) para sanar a los hermanos, para ayudar a los «enfermos» (en todos los sentidos válidos del término) a levantarse y retomar camino (como en el libro de los Hechos, 4,10), para amar a los pobres, para construir civilización del Amor, justa y solidaria».
Pidió a quien en instantes sería ordenado que abrace la Cruz, como “(…) «Cruz Pascual», con la certeza de la Resurrección ya cumplida, del Triunfo de Cristo ya ganado” y rememoró allí el Obispo una hermosa carta que le envió muchos años atrás el entonces Cardenal Eduardo Pironio, de respuesta a un saludo, en lo cual vio, según dijo, la gran humildad y riqueza espiritual de ese gran Pastor: “En su humildad, el Cardenal tuvo a bien trazarme, en brevísimas líneas, un programa de vida: «tendrás siempre la Cruz; es la Cruz Pascual, abrazála siempre en el ministerio sacerdotal»”. Y eso fue lo que pidió también para el joven al que iba a ordenar, así como que amase especialmente a la Iglesia particular, la diócesis de Zárate-Campana, “(…) que ya te acogió –dijo- cuando fuiste incardinado en tu ordenación diaconal, por imposición de manos y oración consecratoria de un servidor, en la Basílica de San Salvatore in Lauro, en Roma. Luego de hacer una nueva referencia al papá, la mamá y los hermanos de quien sería ordenado, le dijo: “(…) la amarás más que nunca. El cuarto mandamiento no sólo «obliga», es fuente de vida y bendición. Que tus padres, tus hermanos, tus familiares todos, más que nunca tengan en el sacerdote una fuente de renovada alegría, de bendición, de dar gracias al Padre de quien procede toda bondad. Es hoy, también la consagración del Amor con que ellos te concibieron, te tuvieron, te criaron, te educaron, te amaron hasta el sacrificio”.
Prosiguió el Obispo con su alusión al título de «Madre de la Iglesia» de la Santísima Virgen, y narró cómo durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II, entre el aplauso de los Padres y del orbe católico, el recordado Papa Pablo VI proclamó tal a María. Dijo también que el Papa Benedicto XVI meditó días atrás sobre la relación que existe entre la Virgen María y los presbíteros, en el marco del Año Sacerdotal, y a continuación, exhortando a quien iba a ordenar, a ser, «con humildad», «maestro de vida espiritual», trajo a colación una hermosa oración dirigida a San Agustín, compuesta por S.S. Pablo VI (y pronunciada en la iglesia de San Pietro in Cieldoro, en Pavía, en mayo de 1969) que el propio Obispo tradujo y extractó, en la cual el Papa pedía al Santo Obispo y Doctor su intercesión para que nos ayude a todos a redescubir la vida interior, algo tan necesario. Algunos extractos de la hermosísima oración figuran en el texto completo de la homilía. Por fin, mencionó el Obispo que en ese mismo día, en la meditación del Ángelus en Castelgandolfo, el Santo Padre Benedicto XVI había ensalzado la figura de María como «Estrella que guía a la humanidad hacia Jesús, “Sol que brilla entre las tinieblas de la historia, y da la Esperanza y la Certeza del triunfo del Señor», exhortando a todos a tenerla como Estrella de la Evangelización, en torno a la comunión orgánica y la misionariedad.
Al término de la misa, y luego de haber saludado el neo-presbítero a gran cantidad de fieles, se dirigieron todos al colegio «Santo Tomás de Aquino» donde Mons. Edgardo Galuppo y el Dr. César Gauthier habían hecho prepara un ágape fraterno, que contó con mucha participación de quienes habían estado en la misa, y con la animación del coro del Colegio, perteneciente al Obispado de Zárate-Campana.

ORDENACIÓN SACERDOTAL
DEL REV. DIÁCONO AGUSTÍN VILLA
HOMILÍA DE S.E. MONS. OSCAR SARLINGA
IGLESIA DE SANTA FLORENTINA
CAMPANA
DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA

Sábado 15 de agosto de 2009

Sres. Vicarios, Mons. Galuppo, vicario general
Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general y Rector del Seminario «San Pedro y San Pablo»
Sr. Cura párroco, Pbro. Hugo Lovatto, queridos sacerdotes de esta diócesis, y aquéllos que han venido de la diócesis de Mercedes-Luján, entre los cuales el vicario general Mons. Jorge Bruno,
Querida familia de Agustín, papá, mamá, hermanos, familiares, amigos todos,

Queridos diáconos, entre los cuales Óscar Fuenmayor, que ha venido desde Venezuela, su patria; Religiosos, religiosas, muy queridos seminaristas, hermanos y hermanas todos.

¡BIENAVENTURADA!
Queremos cumplir una vez más la profecía de la misma Santísima Virgen, que acabamos de proclamar en el Evangelio de hoy, en el día de su Asunción, y la llamamos de corazón: ¡Bienaventurada!, porque Bienaventurada la llamarán todas las generaciones.
Bienaventurada es también hoy la Madre Iglesia, que se alegra por este nuevo sacerdote al que ordena el Sucesor de los Apóstoles, a los pies de María de Luján, y con la protección del Glorioso Patriarca San José.

I. EN ESTE RENOVADO CENÁCULO

Este Año Sacerdotal que ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI es el cuadro ideal para nuestra meditación sobre el sacerdocio ministerial que hoy recibe nuestro hermano Agustín Villa.
Por obra del Espíritu que «nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo», nos encontramos en un renovado Cenáculo, como en la tarde de su Pasión, cuando el Señor oró por sus discípulos reunidos entorno a Él. Jesús, en esa tarde, miraba al mismo tiempo que a sus discípulos que allí estaban, a la comunidad de los discípulos de todos los tiempos, de todos los siglos, a «aquéllos que –según su palabra- creerán en mí, mediante la palabra de ellos» (Jn 17, 20). En su mirada de Hijo de Dios, nos veía en el Espíritu Santo a nosotros, lo veía también a Agustín, veía cómo calarían esas palabras en el futuro de la Iglesia apenas naciente. Sí, en su disposición al sacrificio de la Cruz, Él nos veía a nosotros, que estamos aquí, y oró por nosotros: “Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad. Como tú me has mandado a mí en el mundo, también yo los he mandado a ellos; por ellos me consagro, para que sean ellos también consagrados en la verdad” (17, 17ss).
Qué consuelo tan grande es saber que Jesús mismo, el Hijo del Dios viviente, oró por la santificación de quienes hoy aquí estamos, por nuestra misión, siendo Él, «el Santo de Dios», como lo confesó Pedro, en la hora decisiva de Cafarnaúm (cfr Jn v 6, 69). Cuando Simón Pedro hizo su confesión de fe, Jesús lo llamó (a Simón) «Piedra», «Roca», siendo que el mismo Jesús es la Roca firme, como dice el libro de los Hechos: “Este Jesús es la piedra … no hay otro nombre en el cual somos salvados” (Hech 4,11-12). Porque, si estamos aquí, es porque creemos que el único nombre que da salvación es el suyo. En el nombre de Cristo, como Apóstoles, como discípulos, recibimos nosotros un «nombre nuevo», a la manera de Pedro, en el sentido de una nueva misión, la de actuar en Nombre de Jesús, de tal modo, que nuestro «yo», lejos de quedar inmanente, pasa a ser relativo siempre al «Yo» de Jesús, que así nos plenifica y nos envía. ¿Para qué?. Para sanar a los hermanos, para ayudar a los «enfermos» (en todos los sentidos válidos del término) a levantarse y retomar camino (como en el libro de los Hechos, 4,10), para amar a los pobres, para construir civilización del Amor, justa y solidaria.
En esta vocación y elección, no importa tanto cuánto hubiéramos sido apreciados o rechazados humanamente por los demás, aquí no cuenta tanto (aunque no deja de tener su influencia en nuestras vidas, es claro). Lo más importante, lo verdaderamente trascendente, es que el mismo Dios nos construye sobre la «Piedra» que rechazaron los arquitectos, que llegó a ser la Piedra Angular” (Cf Sal 117[118],22). Jesús, el Amado, el que también fue rechazado por tantos, fue Amado consustancialmente por el Eterno Padre, y eso es lo que importa, lo que trasciende: El Padre lo puso como fundamento del Templo de la Nueva Alianza. Y lo hizo a través de su Cruz. Así, querido Agustín, experimentarás en tu vida la Cruz, y sólo a través de ella serás útil para la construcción de la Iglesia. Abrazála como «Cruz Pascual», con la certeza de la Resurrección ya cumplida, del Triunfo de Cristo ya ganado. Recuerdo una hermosa carta que me envió el entonces Cardenal Eduardo Pironio, de respuesta a un saludo. En su humildad, el Cardenal tuvo a bien trazarme, en brevísimas líneas, un programa de vida: «tendrás siempre la Cruz; es la Cruz Pascual, abrazála siempre en el ministerio sacerdotal». Hoy, en la inmediatez de recibir el orden sagrado, te lo digo para que la abraces siempre con alegría sacerdotal.
Te pido que ames especialmente a esta Iglesia particular, la diócesis de Zárate-Campana, que ya te acogió cuando fuiste incardinado en tu ordenación diaconal, por imposición de manos y oración consecratoria de un servidor, en la Basílica de San Salvatore in Lauro, en Roma, al término de tu formación en la Urbe, en el Collegio “Sedes Sapientiae” y en la Universidad de la Santa Cruz. Gracias a tus Formadores de Roma, a los sacerdotes colaboradores, a tus compañeros. Tus hermanos de esta, nuestra querida diócesis, también han rezado por ti, y te esperaban con especial afecto, unánime el fervor de los sacerdotes, los religiosos, el pueblo fiel, que pidieron también la oración de los enfermos y los sufrientes. Unánime la alegría de los fieles de esta parroquia de Santa Florentina, sede de la primera iglesia catedral de la diócesis. Han sido muchas voces que se elevaron para rezar, con una sola oración en el corazón, como lo dice San Agustín, tu patrono, «en la diversidad de las lenguas de carne, está la única lengua en la fe del corazón»[1]. Te espera aquí el apostolado como vicario parroquial, y como cooperador de la Delegación Diocesana de Pastoral de Juventud, que trabaja especialmente unida a la Delegación de las Misiones, por la «Misión Joven» con que procuramos reactualizar la nueva evangelización en el discipulado, para que nuestro pueblo tenga vida en Cristo, y la tenga en abundancia.
A tu querida familia, aquí presente, la amarás más que nunca. El cuarto mandamiento no sólo «obliga», es fuente de vida y bendición. Que tus padres, tus hermanos, tus familiares todos, más que nunca tengan en el sacerdote una fuente de renovada alegría, de bendición, de dar gracias al Padre de quien procede toda bondad. Es hoy, también la consagración del Amor con que ellos te concibieron, te tuvieron, te criaron, te educaron, te amaron hasta el sacrificio. Poné en la Eucaristía de hoy la intención especialísima por ellos, y nosotros también lo hacemos.

II. LA VIRGEN «MADRE DE LA IGLESIA» ASUNTA A LOS CIELOS

La Iglesia recurrió desde un principio a la intercesión validísima de Aquélla que es «la Madre». Me refiero a María, a la cual elevamos nuestra oración, en este día fausto de su Asunción a los Cielos, que la providencia ha querido que sea el de la ordenación sacerdotal.
Ella, María, no lo olvidemos nunca, como lo dice el Obispo y Doctor San Ireneo, «llegó a ser causa de salvación para todo el género humano»[2], por eso es nuestra Madre, la Madre de la Iglesia Católica, en la cual «subsiste la Iglesia de Cristo»[3]. Durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II, entre el aplauso de los Padres y del orbe católico, el recordado Papa Pablo VI proclamó a María, «Madre de la Iglesia», confirmando solemnemente una verdad de antiquísima tradición[4], porque, como ya lo decía San Anselmo, Obispo: «Cuál es la más alta dignidad que se pueda pensar, que Tú seas madre de aquéllos, de los cuales Cristo se digna de ser padre y hermano?[5].
Esos hijos y hermanos somos nosotros, y esta imagen de la Virgen que nos acompaña junto al altar, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, nos recuerda el patronazgo de esta Madre que jamás nos soltará de la mano, como no soltó nunca a la Iglesia, aún en medio de persecuciones y de sufrimientos. Los cristianos de siempre han acudido a ella: «Khaire, María», «Alégrate…» como reza un graffito de cerca del año 300, en caracteres griegos, hallado en una excavación donde ahora surge la Basílica de la Anunciación, en Nazaret. Y en un papiro que data de más de 1.700 años, se lee la hermosa oración de una comunidad cristiana perseguida, que acude a María: «Sub tuum praesidium…» «Bajo tu amparo nos refugiamos, Santa Madre de Dios…» oración que rezamos hasta la actualidad, oración que muestra que María es nuestro amparo.
Días atrás, nuestro Papa Benedicto XVI meditó sobre la relación que existe entre la Virgen María y los presbíteros, en el marco del Año Sacerdotal. La Madre de Dios, dijo el Pontífice, es el modelo perfecto para la existencia de los sacerdotes[6], porque, en el sacrificio de Cristo, sacerdocio y Encarnación van juntos “y María está en el centro de este misterio”. Como desde la Cruz el Señor Jesús deja a María como Madre de todos los hombres en la persona del Apóstol Juan, prosiguió el Papa, y él “desde ese momento la recibió en su casa”, así vemos que esta acción “significa introducir la presencia de la Virgen en el dinamismo de la entera y propia existencia –no es una cosa exterior– y en todo constituye el horizonte del propio apostolado sacerdotal”[7]. Deja entrar a María en el horizonte de tu existencia, profundamente, con gran confianza.

III. LA INTERCESIÓN DE SAN AGUSTÍN, TU PATRONO

Querido hijo que serás ordenado sacerdote: que te proteja también hoy especialmente el Santo Obispo y Doctor, San Agustín. Hay una hermosa oración dirigida a él, pidiendo su intercesión para que nos ayude a redescubir la vida interior, algo tan necesario. En Efecto, en el discurso que tuvo en la iglesia de San Pietro in Cieldoro, en Pavía, en mayo de 1969, el Papa Pablo VI se refirió a San Agustín, y pronunció allí una oración, pidiendo al Santo su intercesión por nuestra vida interior, tantas veces atacada, como lo vemos en los acontecimientos de cada día. Te servirá para ser también, con humildad, «maestro de la vida interior», sobre todo de los jóvenes. Así reza:
“Agustín, no es acaso cierto que tú nos llamas a la vida interior?. Esa vida que nuestra educación moderna, toda proyectada sobre el mundo externo, hace languidecer, y casi hace caer en el aburrimiento?. Ya no sabemos recogernos en nosotros mismos, no sabemos más meditar, no sabemos más orar (…).
Si, luego, entramos en nuestro espíritu, pareciera que nos encerráramos dentro, perdiendo el sentido de la realidad exterior. Si, en cambio, quedamos fuera, perdemos el sentido y el gusto de las realidades interiores y de las verdades, que sólo la ventana de la vida interior nos descubre. No sabemos ya establecer la justa relación entre inmanencia y trascendencia; ya no sabemos hallar el sendero de la verdad y de la realidad a la vez, porque olvidado su punto de partida, que es la vida interior, y su punto de llegada, que es Dios mismo. Llámanos, oh San Agustín, hacia nosotros mismos; enséñanos el valor y la grandeza del reino interior (…)”[8].
Me pareció de una gran belleza y de gran valor de actualidad, dicha, como fue, en el hoy lejano 1969. Nuestro cristianismo necesita alimentarse de vida interior, del espíritu de oración, del realismo de la esperanza que no defrauda.
Por eso, querido hijo, el Señor Jesús, Pontífice de Nuestra Fe, quiere de ti un don total de tu vida, una participación sin reservas a su Pasión (Col. 1,24; Gal. 6,2), un estilo de dedicación (Cfr. Jn 13, 16 ss.) y de valentía (parrhesía apostólica) para toda la vida (Lc 12,32; Mt 10,28). Éste es el programa que te ofrece, con el don que hace en tu propio ser, en tu ordenación sacerdotal.
En el día de hoy, hora de Italia, el Papa Benedicto XVI ha ensalzado la figura de María como «Estrella que guía a la humanidad hacia Jesús, “Sol que brilla entre las tinieblas de la historia, y da la Esperanza y la Certeza del triunfo del Señor”»[9]. Que sea para tu sacerdocio ministerial la Estrella del Alba, la Guía segura, el amparo y felicidad de tu corazón.

[1] SAN AGUSTÍN, Enarr. In Ps. 54, 11: PL 36, 636.

[2] SAN IRENEO, Adv. Haer., 3, 22: PG 7, 959.

[3] Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8.

[4] SAN AGUSTÍN, De saпct. Virg., 6: PL 40, 399.

[5] SAN ANSELMO, Or., 47: PL 158, 945.

[6] Cf BENEDICTO XVI, Audiencia general, “María es modelo perfecto para sacerdotes”, Palacio de Castelgandolfo, 12 Ago de 2009.

[7] Cf Ibid.

[8] Oración (de la cual he extraído en esta homilía algunos párrafos) inspirada y querida por Pablo VI, el cual, devoto admirador y apasionado lector de San Agustín, puede considerarse a pleno título el inspirador de la iniciativa religioso-cultural de la Semana Agustiniana Pavese, la cual, desde 1969, se celebra anualmente en concordancia con la fiesta litúrgica del bautismo de San Agustín, el 24 de abril.

[9] BENEDICTO XVI, Angelus del 15 de agosto de 2009, desde Castelgandolfo. Con motivo de la celebración de la Asunción de la Virgen, el Papa Benedicto XVI ha oficiado el rezo del Ángelus desde su residencia en Castel Gandolfo.

domingo, 9 de agosto de 2009

EL OBISPO MONS. OSCAR SARLINGA VISITA EL BARRIO DE "SAN CAYETANO" PARA LA FESTIVIDAD DEL SANTO

Como todos los años el 7 de agosto Día de San Cayetano, el barrio que lleva su nombre es escenario del fervor y devoción de los vecinos de todos los sectores de Campana que concurren a participar de la procesión en la que manifiestan el agradecimiento o piden por el trabajo y el pan en la mesa.


Las calles del humilde barrio fueron testigos una vez más del paso de la imágen del querido santo con carteles, flores, cánticos de alabanza, la Bandera que lo acompaña, y entre los vecinos, el Obispo de la Diócesis Zárate Campana monseñor Oscar Sarlinga, caminó junto a los fieles y al Padre Bernardo, párroco de la Capilla San Cayetano acompañando ese grupo humano hasta llegar al Templo.

Una vez en la explanada de acceso, niños de la comunidad barrial ofrecieron danzas folklóricas en las Fiestas Patronales.
El padre Bernardo agradeció a todos:"escuchando a los que vieron crecer a San Cayetano es frecuente oír hablar de personas que acompañaron el camino, personas de distinta condición , que gratuitamente brindaron su tiempo, su dinero y su vida en distintos momentos por los que pasó el barrio. Pudo ser el catecismo, la merienda o el comedor. Pudo ser en las inundaciones o en la falta de trabajo. En casos de enfermedades o promoviendo un equipo de fúbol para los chicos. varones como Angelito. Mujeres como Elena. sacerdotes de la parroquia con Cáritas, el comedor y el salòn, momentos que quedaron grabados en la mente y corazón de los que lo vivieron. religiosas, presencia cercana de distintos países. La escuela, la asistencia a enfermos, la biblioteca y el apoyo escolar, la animación de enprendimientos como la huerta, la cocina, la costura. desde la Parroquia o la Municipalidad. Pasando el tiempo nació la Sociedad de Fomento, la escuela, el jardín de Infantes, el CIC y el Centro de estimulación.
Todo esto se parece a amasar el pan, que es formar una comunidad con distintos elementos: harina, agua, levadura, sal mezclados, amasados con paciencia. Y luego confiado al calor del horno para que se cocine hasta lograr un color moreno del pan cocido.
Es como darle alma aun pueblo. Soñar juntos y trabajar unidos para una meta.
Ahora tenemos luz, agua, tenemos escuela que crece, un hermoso centro comunitario con médicos casi todos los días.
Nos queda una pregunta. Como grupo humano, como barrio ¿estamos mejor?. ¿nos tratamos con respeto?, ¿estamos más contentos?, ¿nos sentimos "barrio"?
Concluídas sus palabras una vecina la Sra. olga Escobar cortó el pan casero que se ditribuyó a los presentes en un momento conmovedor.
Posteriormente fue oficiada la Santa Misa por el Obispo Sarlinga concelebrada con los sacerdotes, donde Monseñor abogó por la solidaridad, el amor de hermanos, el preocuparse unos por otros.
Finalizada la Misa que fue seguida con fe y devoción por los fieles que colmaron la Capilla, y ya en el salón Parroquial el chocolate caliente compartido por todos fue la continuidad de las Fiestas patronales en el Día de San Cayetano.


Fuente: Diario La Autentica Defensa: "Fé y devoción al Santo del Pan y el Trabajo en la procesión con San Cayetano por las calles del barrio". Del 08-08-2009.

URL: http://www.laautenticadefensa.com.ar/noticias.php?sid=66043

jueves, 6 de agosto de 2009

ORDENACIÓN DIACONAL DE LOS ACÓLITOS FERNANDO FUSARI Y ALFREDO ANTONELLI







El día 1ro. de agosto nuestros seminaristas Fernando Fusari y Alfredo Antonelli fueron ordenados diáconos, por imposición de manos y oración consecratoria de nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga, en la iglesia de San Antonio de Padua, de San Antonio de Areco (parroquia de donde son originarios y donde viven sus familias). Ha sido una gran alegría para nuestra comunidad diocesana y para la Iglesia. Concelebraron la Eucaristía con el Obispo 40 sacerdotes y participó uno de los diáconos que también se encuentra camino al sacerdocio ministerial.

Entre los concelebrantes se hallaban Mons. Edgardo Galuppo, vicario general, Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general y Rector del Seminario “San Pedro y San Pablo” y muchos sacerdotes diocesanos. Los seminaristas del mencionado Seminario, con sede en Buenos Aires, asistieron a la ceremonia.

La parroquia, confiada por Mons. Sarlinga por contrato a los Padres Palotinos (Sociedad del Apostolado Católico) cuenta como cura párroco con el Rev. P. Santiago Whelan, S.A.C., el cual dirigió al final unas emotivas palabras. También se encontraba el P. Tomás O’Donnell (Delegado provincial y cura párroco de San Patricio, en Mercedes) y el P. Fernando Bello (hasta entonces vicario parroquial de San Antonio de Padua).

Las familias de los ordenados se encontraban presentes, ubicadas en los primeros bancos, a ambos lados de la iglesia. Asimismo, amigos, fieles laicos provenientes de las parroquias donde han realizado su pastoral de fin de semana (Nuestra Señora de las Gracias, de Pilar, la Natividad del Señor de Escobar, entre otras) y feligreses de la entera diócesis y de la parroquia de San Antonio. Numerosas religiosas de la ciudad y de otras ciudades de la diócesis también acudieron a la ceremonia.

Conforme a las lecturas de la misa, el Obispo fue desarrollando su homilía.

Antes de que fueras formado en el seno materno, te conocía
(Jer. 1, 4-9)
“Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho». y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca”.

A continuación, y refiriéndose a la lectura de los libros de los Hechos, el Obispo dijo a las familias de Fernando y Alfredo que sus hijos habían sido elegidos por el mismo Señor Jesucristo, a través de la Iglesia y a través del ministerio del Sucesor de los Apóstoles, para ser, como los diáconos de los que habla la Palabra de Dios, ministros de la caridad en su Iglesia Santa.


Hechos 6:1-7
Elección de los siete
“ 1 En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.2 Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: «No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas.3 Hermanos, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad.4 Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra.» 5 Esta propuesta agradó a toda la asamblea. Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos. 7 Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”.

El Evangelio proclamado fue el de Juan 15,9-17

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
9 Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
12 Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
17 Esto os mando: que os améis unos a otros”.

Luego de explicar que se trata de parte del discurso de Jesús, pronunciado en el Cenáculo el último día de su vida terrena, Mons. Sarlinga dijo que en los capítulos anteriores, Jesús se autorrevela muchas veces como Hijo de Dios y que, a través de las palabras y los hechos, el mismo Jesús revela a sus discípulos su profunda unión con el Padre y su total dependencia de Él, en todo. En el pasaje de hoy, continuamos reflexionando sobre cómo esta relación de amor entre el Padre y el Hijo puede llegar a ser también nuestra. Sólo de nuestra apertura de fe depende si esta Palabra de vida nos da la fuerza suficiente para llegar a ser hijos e hijas de Dios (cf. Jn 1,12).

Mencionó también que la certeza de haber sido amados como somos despierta en nosotros muchas energías vitales. Y precisamente Jesús nos pide que permanezcamos en su amor, como Él está enraizado en el amor del Padre: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (v.10). Este "permanecer" en su amor debe ser visible en la vivencia de sus mandamientos (v.10), siguiendo el ejemplo de Jesús, Hijo predilecto, que siempre hacía lo que le agrada al Padre.

Dijo también el Obispo que la Palabra de Jesús, acogida con una actitud de fe, produce en los discípulos frutos de alegría. Ella es el fruto del auténtico "permanecer" en el amor de Jesús (v. 11). Esta alegría no es superficial e inestable, y no depende del propio estado del alma o de las circunstancias externas; está lejos del mero subjetivismo o de la emotividad. Esta alegría es plena porque es el don del Señor Resucitado y es el signo de la presencia del Espíritu que nos ha sido dado (cf. Gál 5,22). Esta alegría puede invadir toda la vida del discípulo de Jesús, incluso en las situaciones de objetivo sufrimiento, de soledad, de abandono o de dolor.

A modo de ejemplo, mencionó que los apóstoles sentían alegría incluso en situaciones difíciles y graves, como cuando habían sido considerados dignos de soportar ultrajes por el Nombre de Jesús (cf. Hch 5,41). También San Pablo apóstol se siente lleno de consolación y repleto de gozo, a pesar de tantas tribulaciones (cf. 2 Co 7,4). Por ello, agregó el Obispo, nuestra alegría debe crecer continuamente hasta alcanzar su plenitud, por esto, Jesús ha orado en el Cenáculo: "para que tengan en ellos la plenitud de mi alegría" (Jn 17,13).

A continuación les aconsejó a Fernando y a Alfredo, por entonces a punto de ser ordenados, que recordaran siempre, en todas partes, y en todos los momentos de su vida, esta certeza fundamental: el no haber elegido ellos a Jesús, sino que el mismo Jesucristo los había elegido a ellos, conforme al evangelio que acababan de escuchar:«No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé» (v.16).

“Recuérdenlo siempre –les dijo- en todos los momentos de la vida; si hubiéramos sido nosotros los que lo elegimos a Jesucristo, entonces esa elección, si hubiera sido sólo de parte nuestra, entonces habría sido pasible de todos nuestros defectos, y podría dejar lugar a la duda, no habría sido segura… En cambio, es el Señor el que nos eligió a nosotros, y esta elección es indefectible… a través del Espíritu, que obra en la Iglesia, y que se manifiesta en el llamado del Apóstol, del Sucesor de los Apóstoles. Recuérdenlo especialmente en los momentos de sequedad espiritual, de dolor o de abandono, pruebas que en la vida de consagrados no nos van a faltar; recuérdenlo siempre, como una fuente de fecundidad espiritual, porque, como dice el Salmo 22: “Aunque cruce por oscuras quebradas, ningún mal temeré, tu vara y tu cayado me infunden confianza”

Luego citó el Obispo unas palabras del Papa Benedicto XVI (Los Sacerdotes deben difundir alegría y esperanza que surgen del Evangelio, destaca el Papa, en Regina Coeli, en el VATICANO, 27 Abr. 08 / 09:29 am), destacando que el Papa, tomando como ejemplo el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, aquél precisamente en el que el diácono Felipe lleva el Evangelio a Samaria, oportunidad en la que se dice que "fue grande al alegría en esa ciudad". Mons. Sarlinga hizo notar que el Pontífice precisó que esta es la misión de los sacerdotes (y de todos los consagrados): "sembrar en el mundo la alegría del Evangelio".

"Donde Cristo es predicado con la fuerza del Espíritu Santo y es acogido con ánimo abierto, la sociedad, llena de tanto problemas, se convierte en la 'ciudad de la alegría', como se lee en el título de un célebre libro referido a la obra de la Madre Teresa de Calcuta", dijo, citando las palabras del Papa.

Al término de la misa, se tuvo un ágape fraterno, con participación de las familias, de numerosos sacerdotes y seminaristas, y de gran número de fieles laicos de la comunidad.

miércoles, 29 de julio de 2009

En su homilía, Mons. Oscar Sarlinga llama a «Caritas in Veritate» la encíclica de «La multiplicación de los panes y los peces»


El domingo 26 de julio, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa en la iglesia catedral de Santa Florentina, de la ciudad de Campana. Al momento de la explicación del Evangelio (Jn 6, 1-15), se refirió al sentido del «signo» en el Evangelio de Juan, y en particular el gran signo que se menciona en él: “Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron”. Mons. Sarlinga dijo que esos grandes «signos» los realizó Jesús, por la fe de sus discípulos, y a la vez para fortalecer dicha fe. Felipe, Andrés, tenían fe en Él, en su poder salvador, y el Apóstol Andrés quizá recordó (como lo afirma el Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo), el episodio significativo obrado por Eliseo, quien alimentó a cien personas con veinte panes[1], siendo como una prefigura del signo de Jesucristo y su poder divino.

Dijo luego el Obispo que al realizarse ese milagro la gente decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle Rey, huyó de nuevo al monte Él solo”, pero que Jesús no quería ser hecho un Rey meramente humano y social, sino que mediante su poder, alimentó al pueblo y a la vez iluminó la fe de los discípulos al llevarlos pedagógicamente hacia lo que sería la institución de la Eucaristía[2].
Mencionó a continuación Mons. Sarlinga que tal vez hoy no necesitamos esos «grandes signos visibles», porque los tenemos por la fe, aunque la nuestra tiene que ser fortalecida siempre por el Señor. “Necesitamos sí, de signos concretos de realización de lo que creemos por la fe, de lo que esperamos por la esperanza, de un Amor concreto y de una «nueva imaginación de la caridad», como nos pidió Juan Pablo II en «Novo Millenio ineunte», y esa nueva imaginación pasará, creo por un nuevo modo de compartir, por una economía de comunión, por un humanismo teo-céntrico, trascendente, cristiano, como nos lo ha expresado Benedicto XVI, por un verdadero desarrollo integral, en especial de aquellos que tienen potencialidades pero que, tal vez, por falta de posibilidades, o por el egoísmo enquistado como pecado estructural, no pueden desplegarlas en bien de la comunidad”. La realización de estos ideales, reflexionó, “también constituye como una reviviscencia de la multiplicación de los panes y de los peces”.
Luego de estas reflexiones, dijo el Obispo que la encíclica «Caritas in veritate» del Papa Benedicto XVI –de la cual ya había ofrecido una primera semblanza, que fuera publicada en el infodiócesis de Zárate-Campana, en Aica y en otros medios, merecía ser llamada «la encíclica de la multiplicación de los panes y de los peces», y dijo que ofrecía a los medios locales una gacetilla con una semblanza más breve que la publicada anteriormente, con una referencia especial al «humanismo cristiano vivificado por la caridad y guiado por la verdad» del que habla el Papa, y que todos nosotros tenemos que ponernos a construir, o a proseguir su construcción, c0m0 instrumento de la civilización del Amor y de la Paz (término usado por primera vez por S.S. Pablo VI en 1975).
A continuación, Mons. Sarlinga dijo que el 4 de agosto será celebrada la misa en honor del Santo Cura de Ars, con el tríptico de Aparecida junto al altar de la catedral (en la versión pictórica de la Prelatura de Humahuaca), para recordar que la misión esencial de la Iglesia es evangelizar, y dentro de esta misión se encuentra y encuadra la promoción humana integral, una urgencia para nuestro tiempo. Recordó también que la diócesis se encuentra desde hace tres años «en estado de misión» en las distintas parroquias, pero que el lanzamiento que se hizo con oportunidad de las Fiestas Patronales (el 9 de mayo ppdo.) tiene que entroncarnos, dentro de la comunión de la Iglesia, en la Misión Continental a la que fuimos llamados en Aparecida.
A continuación ofreció la gacetilla de prensa con una visión de la «Caritas in veritate» desde el humanismo cristiano y desde el compartir
“La publicación de la esperada encíclica social de S.S. Benedicto XVI, «Caritas in Veritate» representa un acontecimiento, y diría más, un hito en la reflexión ético-moral, antropológica y social, para los católicos, pero también para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que guardan en su corazón la esperanza de una vida mejor para la humanidad. La encíclica es particularmente bienvenida en la situación actual, con sus luces y sombras, con su problemática, sus ansias y sus esperanzas, y en especial en el estado de crisis en los distintos niveles por los que el mundo está atravesando.
El papa Benedicto XVI inicia su encíclica diciendo: “La Caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del autentico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia, ella da verdadera sustancia a la relación con Dios y con el prójimo. No sólo es el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como son las relaciones sociales económicas y políticas”. Desde el comienzo traza, pues, las líneas de aquél que llama «auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad».
La mayor parte de las veces el tema que resume y constituye como la clave de bóveda de la interpretación del texto se halla en la conclusión. El papa Benedicto XVI afirma como conclusión de su encíclica, «Caritas in veritate»: “(…) la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es el humanismo cristiano que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios”. Con esta frase, el Papa sintetiza y resume toda su encíclica de un gran contenido teológico, social, económico, político, laboral, iluminando al desarrollo y progreso humano actual, mediante reflexiones y respuestas a situaciones concretas. El humanismo al que se refiere, profundamente teo-céntrico, pero al mismo tiempo, en y desde Dios, centrado también en el ser humano, en tanto que éste necesita de la verdad y de la caridad, ambas dos fuerzas, o virtudes, divinas, y consideradas «mayores» al servicio del desarrollo. Por eso, afirma el Papa, el humanismo auténtico no puede excluir a Dios, porque se transformaría en un humanismo «inhumano», una contradicción en sus propios términos.
Partiendo de esta idea, el mismo concepto de humanismo cristiano que va adelante durante el desarrollo de la encíclica resume los grandes temas de la providencia de Dios Padre, la salvación del mundo por medio de su Hijo unigénito, Jesucristo, y la caridad en la verdad, es decir, el amor fraterno o fraternidad humana, como ley fundamental del Cristianismo, para el progreso y desarrollo integral del ser humano y de la humanidad. A partir de estas realidades, encuentra el Papa en la doctrina social de la Iglesia las respuestas a los temas del hambre, miseria, pobreza, guerras, violencia, injusticia, desigualdad, analfabetismo y enfermedades endémicas que padece y sufre.
La relación estrecha, estrechísima, con toda la doctrina social católica, y especialmente con la Populorum Progressio (1969) de S.S. Pablo VI (junto con enseñanzas de Juan XXIII y Juan Pablo II, principalmente), se centra en el concepto clave de «desarrollo humano integral», de justicia distributiva y de justicia social, desembocando en la solución, a través de la virtud de la solidaridad, de los desequilibrios entre países ricos y países en vías de desarrollo.
Muy importante en la encíclica es la valorización de la experiencia del «don», es decir, de lo donado, del sentido de la «gratuidad», que eleva al ser humano a su dimensión integral, incluida también su dimensión económico-social. De esa dimensión trascendente parte el Papa para realizar su análisis acerca de una visión de la economía de mercado que garantice la prioridad de la persona y del trabajador, y que pueda ser enriquecida por los decisivos aportes de una «economía de comunión». En este contexto, analiza las aportaciones positivas del ámbito cooperativo, del «non profit», de la finanza ética, la superación de la tecnocracia (que no significa, por supuesto, menosprecio de los avances tecnológicos) todos los cuales apuntan a ir más allá de la mera lógica del provecho o ganancia por sí mismos, o de un concepto de progreso sin consideración de lo ético, o, más aún, de lo ético-moral.
Al mismo tiempo, esa visión de la economía y de la sociedad permite superar la contraposición «Estado-Mercado», considerada anacrónica, así como lleva a asegurar para aquélla la guía indispensable de la ética cristiana, para la cual, la centralidad de la cuestión antropológica (con el derecho a la vida como pilar). Dígase lo mismo de la cuestión de la globalización vista como necesitada también de guía y de reglas, para lo cual augura el Papa una revitalización de las organizaciones internacionales, las cuales deben estar en condiciones de hacer frente a las emergencias humanitarias. No menor es la relevancia que en la encíclica tienen las temáticas ambientales y energéticas, que deben también ser asumidas y enfrentadas con estilos nuevos de vida, en el que entren la sobriedad y el saber compartir


[1] 1ª Lectura del domingo XVII (2 Rs 4, 42-44).
[2] Cf SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, II-II, q. 177, a.1.

sábado, 25 de julio de 2009

AÑO SANTO SACERDOTAL CON DIMENSIÓN EVANGELIZADORA Y MISIONERA

MONS. OSCAR SARLINGA CELEBRARÁ LA FESTIVIDAD DEL SANTO CURA DE ARS, TENIENDO JUNTO AL ALTAR EL "TRÍPTICO DE APARECIDA"

Nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga celebrará la misa en la iglesia catedral el día 4 de agosto, de particular importancia por tratarse de la festividad del santo Cura de Ars, a quien el Papa Benedicto XVI ha puesto como modelo de todos los sacerdotes, con motivo de este Año Sacerdotal, que fuera inaugurado el día 19 de junio, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

En la diócesis de Zárate-Campana, como lo hiciera el Santo Padre en Roma, fue inaugurado el Año Sacerdotal, como hemos dicho, el 19 de junio. Con oportunidad del día del "Cura de Ars", patrono de los curas párrocos (y al cual Benedicto XVI proclamará durante este año patrono de todos los sacerdotes) el Obispo ha querido manifestar la dimensión evangelizadora y misionera del ministerio sacerdotal, en la línea de la Misión Continental que ha pedido la Vta. Conferencia de Obispos Latinoamericanos y del Caribe, que tuvo lugar en Aparecida (Brasil), con el lema: "Discípulos y misioneros para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida".

lunes, 20 de julio de 2009

MONS. OSCAR SARLINGA CONVOCA AL 10mo. ENCUENTRO CATEQUÍSTICO DIOCESANO



Xmo. ENCUENTRO DIOCESANO DE CATEQUESIS

El Padre Fernando Crevatín, Delegado diocesano, nos envía algunos nuevos datos sobre el Xmo. Encuentro diocesano de Catequesis, el cual se iniciará a las 9,15 con Adoración al Santísimo Sacramento. Tanto en el «infodiócesis» semanal como en los envíos a los sacerdotes de la diócesis y al consejo diocesano de pastoral, ya han estado dándose las informaciones e indicaciones pertinentes, a las que estas que siguen sirven como complemento:

La exposición del Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga tendrá lugar a las 9,45 y a continuación se dará lugar a los trabajos en grupo de los catequistas presentes, a partir de los “ecos” de la disertación del Obispo.

Al mediodía la “Comunità Cenacolo” realizará una representación teatralizada acerca del tema de las adicciones, tan preocupante en nuestro mundo de hoy y también en nuestros medios, que están a nuestro cuidado pastoral.

A partir de las 13,30 se realizarán los «talleres simultáneos» y a las 16 concluiremos el Xmo. Encuentro de Catequistas de nuestra diócesis con la Eucaristía, presidida por el Sr. Obispo.

Este horario puede experimentar algunas modificaciones, pero lo presentamos para que la comunidad de lectores del Sitio web del Obispado tenga una primera idea aproximativa del desarrollo de ese día.

Al mismo tiempo, se contará con un momento especial para celebrar los 10 años de la «Junta diocesana de catequesis» y otro momento para compartir el caminar del ISCA (INSTITUTO SUPERIOR DE CATEQUESIS ARGENTINO) en nuestra diócesis, a lo largo de estos años. A tales fines, se hará presente el P. José Luis Quijano.

A propuesta del Delegado diocesano, Pbro. Fernando Crevatín, el Sr. Obispo hará una carta de invitación a todos los catequistas de la diócesis.

Continuaremos el envío de información sobre este encuentro tan importante para la vida de la diócesis, para lo cual recordamos algunos párrafos de nuestro PLAN DIOCESANO DE PASTORAL

(promulgado el 3 de junio ppdo., luego de tres años de reflexión compartida, consulta a los más vastos sectores de la diócesis y un caminar juntos en la evangelización y misión).

EXTRACTO DEL “PLAN PASTORAL DIOCESANO” DEL CAPÍTULO CONCERNIENTE A LA CATEQUESIS

V

MOMENTO SEÑALADO DE LA EVANGELIZACIÓN: LA CATEQUESIS

1. La catequesis, ese momento tan señalado de la evangelización
Una referencia especial, aunque específica a algunos puntos sobre los que se han obtenido consensos profundos, y no a la catequesis en general, quiere efectuar este Plan Pastoral acerca de ese «momento tan señalado de la evangelización» (como lo llamó Juan Pablo II en Catechesi tradendae). Siguiendo las líneas de NAVEGA MAR ADENTRO, los consensos eclesiales profundizados y obtenidos y los aportes de los distintos organismos y decanatos, podemos afirmar:
La revisión y renovación de la catequesis inicial es una convicción general que surge tanto de la renovada eclesiología propuesta a partir del Concilio Vaticano II como de la necesidad de una consecuente pastoral orgánica, junto a la realidad social y cultural actual, profundamente desafiante. Precisamente, el CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA resalta este proceso en el cual, por medio de los sacramentos de la iniciación se incorpora al sujeto al misterio de Cristo:
Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda la vida cristiana. La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así, por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad.

2. La iniciación cristiana
La iniciación cristiana, como acción pastoral de la Iglesia, debe ubicarse en un proyecto y en un marco eclesial determinado. Particularmente la catequesis, como ministerio que acompaña al hombre creyente en su incorporación al misterio de Cristo y de la Iglesia, responde a una convicción eclesiológica y por lo mismo no puede quedar aislada del contexto pastoral y comunitario, dado que es un momento primordial de la tarea evangelizadora.
La centralidad del misterio eucarístico nos ayudará en estos próximos años a centrar aún más la catequesis en sus objetivos prioritarios como son conducir a la comunión con Jesucristo y hacer posible que la comunidad creyente proclame que Jesús, el Hijo de Dios, el Cristo, vive y es Salvador. Para esta misión la catequesis continuará configurándose como catequesis al servicio de la iniciación cristiana procurando una enseñanza y un aprendizaje convenientemente prolongado, de toda la vida cristiana.
Con esta orientación la catequesis asumirá la preocupación constante por promover y mantener el primer anuncio como forma de una transmisión que no da por supuesta la fe sino que trata siempre de suscitarla. Junto a ello, y a la luz de la institución catecumenal, la catequesis conecta con toda la acción sacramental y litúrgica de la Iglesia, pues la catequesis y la liturgia son las dos acciones eclesiales a través de las cuales se genera la nueva vida en Cristo.
Por ello la catequesis deberá adecuarse progresivamente a la participación sacramental en la vida de la Iglesia, mostrando siempre con claridad el carácter culminante de la Eucaristía, la centralidad del domingo y la celebración de la eucaristía dominical, lo cual ha de ser central en todo itinerario catequético.
Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial. Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe.
La iniciación cristiana, que incluye el kerygma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado. Nos da también la oportunidad de fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido. La iniciación cristiana, propiamente dicha, se refiere a la primera iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautisnmal para los bautizados no suficientemente catequizados. Este catecumenado está íntimamente unido a los tres sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía, celebrados solemnemente en la Vigilia Pascual(43).

3. Acciones que destaca este Plan Pastoral
La catequesis al servicio de la iniciación cristiana pone de relieve algunas urgencias de acción:
a. Opción preferencial en la diócesis (ni exclusiva ni excluyente) por la modalidad de la CATEQUESIS FAMILIAR (entendida ésta en su dimensión metodológica) o por lo menos por una fuerte DIMENSIÓN FAMILIAR de la catequesis. El hecho de ser preferencial sin ser excluyente significa que cada párroco no puede obviar la catequesis familiar en su parroquia, pero debe dar también otras opciones, jamás abandonando la importancia de la dimensión familiar. La misión de la familia es insubstituible en la catequesis.
b. Primer anuncio e institución catecumenal. Centralidad del domingo en el itinerario catequético. Una catequesis más vinculada a la acción litúrgica, a los sacramentos de la iniciación, al testimonio de la caridad, en definitiva, al conjunto de la memoria viva de la comunidad cristiana.
c. Catequesis vinculada a la vida de la Comunidad cristiana, también con una catequesis remota respecto del matrimonio y la familia.
d. La implicación de quienes desempeñan alguna responsabilidad pastoral, entre los que sobresale el Obispo y su presbiterio, con la aportación original de religiosos y laicos. El ejercicio de esta responsabilidad debe llevar a intensificar la formación de catequistas.
f. Una catequesis que ayude a los cristianos a fortalecer su identidad. Una fe que no pueda formularse en un lenguaje para ser compartido hace imposible la unidad de la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio nos ayudarán en esta tarea. En los próximos años trabajaremos para que estos instrumentos produzcan frutos en la identidad de fe de todo el pueblo cristiano.
g. Estudio del Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio
h. Una catequesis que, por ser iniciación, tiene en la comunidad cristiana la referencia más visible de la experiencia de la fe, y que, de forma muy especial alienta a la familia cristiana a cumplir su misión insustituible en el despertar a la fe y en su transmisión a las nuevas generaciones.
i. Con este fin, se reafirma el cometido de la DELEGACIÓN DIOCESANA DE CATEQUESIS, de la JUNTA DIOCESANA y se le asigna la tarea de presentar un programa más concreto, conforme a las indicaciones de la Conferencia Episcopal, del ISCA y del propio Obispado, también para el catecumenado de adultos y formas especiales de catequesis.
4. La dimensión familiar de la catequesis
Conforme a lo que se ha dicho en las urgencias para un trazado de proyecto de catequesis, asumimos la catequesis familiar en el sentido en que se menciona a continuación:
“En un sentido amplio, se puede llamar de este modo a toda la catequesis que se orienta hacia la familia o cuyo contenido sea la familia.
Más estrictamente utilizaremos la expresión Catequesis Familiar en relación a un determinado método evangelizador, que comienza cuando la familia manifiesta el deseo de que los niños se preparen para recibir la Primera Comunión y/o la Confirmación. Es el momento en el que se la invita a hacer un proceso de Iniciación Cristiana, enriqueciendo su fe, cuestionando sus respuestas actuales, proyectando su dimensión misionera y la de cada uno de sus miembros.
El método supone que los padres, o adultos a cargo de los niños, tengan encuentros periódicos y celebraciones en los que reflexionen sobre la Palabra de Dios para iluminar sus vidas y así poder acompañarlos en su Iniciación. Los encuentros se realizan en un contexto eclesial, siguen un orden temático y deben contar con la guía de catequistas capacitados”.
(Extraído del Documento base para el Encuentro Nacional de Catequesis familiar realizado en abril de 2008 en Córdoba, convocado por la Junta Nacional de catequesis)

5. Algunas orientaciones importantes
a. Recepción del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica y aplicación a los diversos proyectos catequéticos para la iniciación cristiana. Organismos responsables: Delegación diocesana de Catequesis y Junta catequística diocesana. Idem acerca de la Recepción Compendio y de las Líneas y Orientaciones de la Conferencia Episcopal Argentina.
b. Publicación de un documento sobre la identidad de la Escuela Católica y su proyecto educativo hoy, como servicio a la educación. Organismo responsable: Vicaría general con encargo para la Educación católica, Junta Regional de Educación Católica y Delegación diocesana para la Catequesis.
c. Realización de un estudio sobre la asistencia a la Eucaristía dominical de los miembros de nuestras comunidades (número de feligreses, motivaciones y dificultades), así como preparación de una catequesis sobre la Santa Misa. Organismos responsables: Delegación de Liturgia y Delegación de Catequesis. Finalidad: impulso de la asistencia a la misa dominical
d. Reflexión y sugerencias para la promoción del catecumenado de adultos y de niños en edad escolar en las diversas parroquias y comunidades eclesiales. Comisiones diocesanas de Catequesis, Liturgia.
f. Promoción de iniciativas que favorezcan el acercamiento a Cristo Eucarístico de la infancia y juventud, tales como las escuelas de monaguillos y la adoración al Santísimo (vigilias, adoración nocturna), hora santa y oración por las vocaciones. Organismos responsables: Delegación de Pastoral de Juventud, Delegación de Catequesis, Delegación de Liturgia y Delegación de Misión (por la I.A.M., Infancia Misionera).
g. En cuanto a la edad para los sacramentos de la iniciación cristiana, conforme a las indicaciones de la Conferencia Episcopal y a las consultas diocesanas, no convendría prolongarla más de los 14 años. El itinerario de formación para la catequesis debería ser de dos años, como ideal.

sábado, 11 de julio de 2009

CON ALEGRÍA RECIBIMOS LA ENCÍCLICA SOCIAL DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI «CARITAS IN VERITATE»


El Santo Padre nos recuerda algo que como diócesis hemos reflexionado en distintos momentos, y que también hemos consignado con nuestro «Plan Pastoral»: “(…) hay también una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad”.[1]

Conforme a cómo podamos implementar su estudio en los Decanatos, la Delegación de Catequesis, la Delegación de Pastoral Social, el Grupo de Justicia y Paz, las Escuelas, Colegios, Universidades, y en las distintas asociaciones intermedias, es recomendable que pongamos todo nuestra imaginación y esfuerzo para que este mensaje, que marca un hito en la reflexión humana, social, antropológica y espiritual, llegue a la mayor cantidad posible de personas, y que se procure poner en práctica su enseñaza con todos los medios posibles, incluso los medios de comunicación, razón para lo cual comenzaremos con su presentación en las radios del Obispado y en distintos canales de TV que se encuentran en la jurisdicción de la diócesis y que han ofrecido un espacio para comentarla.

LA ENCÍCLICA

La encíclica Caritas in veritate fechada el día 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, está en continuidad con todo el cuerpo de la doctrina social anterior, especialmente del Papa Pablo VI y de Juan Pablo II. De ahí que recuerde los grandes principios del bien común, de la solidaridad, de la subsidiariedad y del desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres. Pero, a la vez, supone un avance al bordar cuestiones nuevas en la situación actual, en especial a la luz de un pensamiento que expresa en la conclusión: Benedicto XVI reclama la necesidad de Dios en la vida pública, porque “sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es”. “El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”. Sobre la idea recogida en el título del documento, ‘Caritas in veritate’, el Santo Padre explica que “se puede reconocer a la caridad como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad”.

TRAZOS FUNDAMENTALES

De hecho y de derecho, sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador[2]. Benedicto XVI concluye recordando que la clave de un verdadero progreso está en el humanismo cristiano: “Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios. La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo”.

La encíclica social, tan esperada, tiene una extensión de 64 páginas en su versión española y está distribuida en seis capítulos: ‘El mensaje de la Populorum progressio’, ’El desarrollo humano en nuestro tiempo’, ’Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil’, ’Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente’, ’La colaboración de la familia humana’, y ‘El desarrollo de los pueblos y la técnica’.

En ella, nuestro Papa analiza con claridad y rigor los nuevos problemas de nuestro mundo, especialmente la crisis económica y el tema de la globalización.

En el capítulo dedicado al desarrollo humano en nuestro tiempo, el Papa invoca una nueva del humanismo cristiano frente a algunas distorsiones: una actitud financiera en buena parte especulativa; el fenómeno de las migraciones frecuentemente provocado y no gestionado adecuadamente; la explotación sin reglas de los recursos de la tierra. Trata la cuestión compleja de la globalización o interdependencia planetaria, que no es sólo un tema económico, sino también cultural, en el que los hombres deben ser protagonistas y no víctimas. En la globalización debemos actuar con criterios de caridad y verdad para construir la civilización del amor, orientada por la relacionalidad, comunión y participación.

Con aguda lógica y ágil pluma son tratados temáticamente la relación entre fraternidad, Estado y sociedad civil. Los derechos y deberes humanos: gobiernos y organismos internacionales no pueden olvidar “la objetividad e indisponibilidad de los derechos”. La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento. La importancia de la educación, la bioética y la paz de los pueblos. Frente al laicismo y al fundamentalismo, dos patologías de nuestro tiempo, el Papa defiende el valor de la religión y la contribución de los cristianos desde su fe al bien común.

La Encíclica, continuó, "profundiza la reflexión eclesial sobre cuestiones sociales de gran interés para la humanidad de nuestro siglo, teniendo en cuenta, de modo especial, lo que escribió Pablo VI en 1967 en la "Populorum progressio". la memoria del gran Pontífice Pablo VI, retomando sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral y siguiendo la ruta que han trazado, para actualizarlas en nuestros días. Este proceso de actualización comenzó con la Encíclica Sollicitudo rei socialis, con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II quiso conmemorar la publicación de la Populorum progressio con ocasión de su vigésimo aniversario. Hasta entonces, una conmemoración similar fue dedicada sólo a la Rerum novarum. Pasados otros veinte años más, manifiesto mi convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea», que ilumina el camino de la humanidad en vías de unificación.[3]

ANTE LA CRISIS GLOBAL

El Papa manifiesta su preocupación por “la complejidad y gravedad de la situación económica actual”, pero considera que “hemos de asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor”. El desarrollo, el bienestar social, y la solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan de la verdad: “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales”, explica el Papa.

Sobre la aportación de la Iglesia ante estos momentos difíciles, apunta que ésta “no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados”. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación.Santo Padre explicó que el documento pone de relieve que "la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de la persona y de la humanidad. (...) Solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible alcanzar objetivos de desarrollo dotados de valor humano". El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano.

Benedicto XVI subrayó que "Caritas in veritate" "no desea ofrecer soluciones técnicas a los grandes problemas sociales del mundo actual (...), pero recuerda los grandes principios indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años, entre los que destaca, en primer lugar, la atención a la vida del hombre, núcleo de todo progreso auténtico; el respeto del derecho a la libertad religiosa; (...) el rechazo de una visión prometeica del ser humano, que lo considere artífice absoluto del propio destino". La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo[4].

"Son necesarios -continuó- hombres rectos tanto en la política como en la economía, que estén sinceramente atentos al bien común". Refiriéndose en concreto a "las emergencias mundiales", el Papa dijo que "es urgente llamar la atención de la opinión pública sobre el drama del hambre y de la seguridad alimenticia", que "hay que afrontar con decisión, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres".

El Santo Padre señaló que "la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; de recuperar la contribución importante del principio de gratuidad y de la "lógica del don" en la economía de mercado, donde la regla no puede ser solo el provecho. Pero esto es posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores y presupone una formación de las conciencias que refuerce los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos". "Es necesario -añadió- un estilo de vida distinto por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno con respecto al ambiente se entrelacen con los de la persona considerada en sí misma y en relación con los demás". Frente a "los problemas enormes y profundos del mundo actual -dijo- es necesaria una autoridad política mundial regulada por el derecho, que respete los principios de subsidiariedad y solidaridad y se oriente firmemente a la realización del bien común, respetando las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad".

El Papa pidió a los fieles que rezaran para que "esta Encíclica ayude a la humanidad a sentirse una única familia comprometida en realizar un mundo de justicia y de paz". Asimismo invitó a rezar "por los jefes de Estado y de Gobierno del G-8, que se encuentran en estos días en L'Aquila, para que en esta importante cumbre mundial se tomen decisiones y salgan orientaciones útiles al verdadero progreso de todos los pueblos, especialmente de los más pobres".

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Y EL DESARROLLO

Sobre las relaciones laborales el Papa subraya la importancia del buen funcionamiento de los sindicatos y recuerda que “la falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local”. Subraya que la obtención de beneficios no debe ser el fin último de la empresa: “La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza”. “La gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos elementos de producción, la comunidad de referencia”, explica.

La Iglesia sostiene siempre que la actividad económica no debe considerarse antisocial. Por eso -recuerda el Papa-, el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. En efecto, la economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a transformar medios de por sí buenos en perniciosos”, afirma. Y explica que la doctrina social de la Iglesia sostiene sin embargo que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o “después” de ella.

Hace referencia también a la necesidad de reducir las profundas desigualdades: “En las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora”. “Hay también una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente industrializados”. El Papa hace una llamada a que los países tecnológicamente más avanzados reduzcan su gasto energético para que se dé “una redistribución planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no tienen recursos energéticos puedan acceder a ellos”. Recuerda que “no podemos dejar la creación empobrecida en sus recursos a las nuevas generaciones”.

Pero recuerda que el desarrollo debe tener un alcance mucho más amplio que el meramente económico: “No basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral. El salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática compleja de la promoción del hombre, ni en los países protagonistas de estos adelantos, ni en los países económicamente ya desarrollados, ni en los que todavía son pobres”.

EL RESPETO A LA VIDA, BASE DEL AUTÉNTICO DESARROLLO

Benedicto XVI recuerda que la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo, ya que “la acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca”. “Uno de los aspectos más destacados del desarrollo actual es la importancia del tema del respeto a la vida, que en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos”.
Los países más desarrollados están difundiendo “una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural”. Sin embargo, el Santo Padre desmonta el mito de la superpoblación como obstáculo para el progreso y recuerda a apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica, ya que grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes: “No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico: baste pensar, por un lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y al aumento de la edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad”.

LA LIBERTAD RELIGIOSA

También apunta el Papa a “la negación del derecho a la libertad religiosa”, como obstáculo al desarrollo. “La violencia frena el desarrollo auténtico e impide la evolución de los pueblos hacia un mayor bienestar socioeconómico y espiritual”, argumenta.

LA COLABORACIÓN DE LA FAMILIA HUMANA

En el capítulo sobre ‘La colaboración de la familia humana’, para una verdadera solidaridad internacional, el Papa llama a fomentar un mayor acceso a la educación, “no sólo a la instrucción o a la formación para el trabajo, que son dos causas importantes para el desarrollo, sino a la formación completa de la persona”.

Al abordar ‘El desarrollo de los pueblos y la técnica’, recuerda que ésta “se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra”. “Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. Así, bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios“, y no de la población. El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado.[5]

[1] BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 49.

[2] Cf BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 9.

[3]BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 8.

[4]BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 28.

[5]BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 58.

lunes, 6 de julio de 2009

XXmo. ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA PARROQUIA DE «SAN VICENTE DE PAUL» EN ARIEL DEL PLATA (PARTIDO DE CAMPANA)

El día jueves 2 de julio se celebró el XXmo. Aniversario de la creación de la parroquia de San Vicente de Paúl, de Ariel del Plata, por parte de Mons. Espósito Castro, habiendo sido su primer cura párroco el P. Darío Martino, claretiano.
La parroquia, cuyo pastor actual es el Pbro. Ariel Guzmán, cuenta con cerca de 20.000 habitantes y abarca distintos barrios del Gran Campana.
Mons. Oscar Sarlinga, nuestro Obispo diocesano, visitó la parroquia con motivo del aniversario y celebró misa por la tarde, acompañado por el P. Guzmán.
Dentro de las instituciones parroquiales hay grupos de catequesis (iniciación y de adultos), de Liturgia (acólitos, lectores, guías). En el día del aniversario el Obispo dio la bendición a numerosos nuevos lectores que se incorporaron al equipo de Liturgia.
La parroquia cuenta también con Caritas en estado de afianzamiento, pastoral familiar y grupo de jóvenes.
Dentro de la jurisdicción parroquial existen diversas capillas y centros, tales como la Sagrada Familia (del barrio “La Josefa”), San José Obrero (del barrio Otamendi), el Inmaculado Corazón de María (de Las Praderas), San Ignacio de Antioquía (El Bosque), y el centro misional San Antonio María Claret (del barrio “Siderca”).
En la parroquia tuvo lugar la misión en los barrios de parte del Grupo Misionero de la parroquia de la Inmaculada Concepción (de Maquinista Savio) en agosto del 2007, el cual dejó frutos de evangelización y semilla de formación de grupos misioneros propios, al punto que está preparándose ya el grupo misionero parroquial.
Los distintos grupos parroquiales han estado estudiando el PLAN PASTORAL DIOCESANO y están viendo el modo de implementarlo y ponerlo en práctica en la pastoral ordinaria.


El cuerpo de San Vicente de Paúl está actualmente expuesto a la veneración pública en la Capilla que lleva su nombre, en la Calle de Sèvres, Métro Vaneau, en París.

SAN VICENTE DE PAÚL

San Vicente de Paúl (Pouy, Landas, 24 de abril de 1581 – París, 27 de septiembre de 1660) fue un sacerdote francés.
Es una de las figuras más representativas del renacimiento católico en la Francia del siglo XVII. Fue fundador de la Congregación de la Misión, también llamada de Misioneros Paúles, Lazaristas o Vicentinos (1625) y, junto a Luisa de Marillac, de las Hijas de la Caridad (1633). Fue nombrado Limosnero Real por Luis XIII, función en la cual abogó por mejoras en las condiciones de los campesinos y aldeanos.
Realizó una gran labor caritativa, sobre todo tras la guerra de la Fronda, una de cuyas consecuencias fue el incremento de menesterosos en su país.
Una de sus frases más representativas es “los pobres son nuestros amos y señores”.
Su festividad se celebra el 27 de septiembre. Es patron de todas las asociaciones de caridad.
Vicente de Paúl nació en una pequeña casa rural en las afueras de la aldea de Pouy (que, desde el siglo XIX, se llama Saint Vincent de Paul en honor de su muy ilustre hijo), a unos cinco kilómetros de la ciudad de Dax, en el departamento de Las Landas, situado al suroeste de Francia. En el lugar de su nacimiento, conocido hoy como el Berceau de Saint Vincent de Paul, se levanta una modesta construcción de ladrillo y vigas de madera muy parecida a la casa en que nació Vicente en abril de 1580 ó 1581 (el año exacto no es seguro). Era el tercero de seis hermanos. La modesta condición de la familia hizo que muy pronto el niño Vicente tuviera que contribuir con su trabajo de pastor de ovejas y de cerdos a la economía familiar. Pronto también dio muestras de una inteligencia despierta, lo que llevó a su padre a pensar que este hijo podía muy bien desenvolverse en la vida. Cursó estudios primarios y secundarios en Dax, y posteriormente, en camino al sacerdocio, la filosofía y teología en Toulouse durante siete años. Hizo también algunos estudios en Zaragoza. Fue ordenado sacerdote a los veinte años, con la intención de ser párroco de inmediato.
Una serie de peripecias no muy bien conocidas dio con él a los treinta años en París, donde encontró inicialmente algunas pequeñas ocupaciones sacerdotales hasta que por recomendación de un prestigioso amigo sacerdote, Pedro de Berulle, posteriormente cardenal, entró en 1613 en la importante casa de los señores de Gondi como preceptor de los niños y posteriormente director espiritual de la señora.
Los viajes por las tierras de los Gondi llevaron a Vicente a un conocimiento de primera mano de las lastimosas condiciones de vida materiales y espirituales de la población campesina, y también del clero parroquial que les atendía con serias deficiencias. Esta experiencia y su propia evolución espiritual, cuyos perfiles exactos nos son poco conocidos, le llevaron a un decisión irrevocable de dedicar su vida sacerdotal, no a la promoción social de su familia o a la suya propia, cual había sido el caso hasta entonces, sino a la evangelización y redención de la población campesina y a la formación de sus sacerdotes.
A partir de esa decisión la vida de Vicente mantiene hasta su muerte a los ochenta años, en 1660, una línea constante, nunca quebrada ni desviada por otras visiones ni otros intereses, de dedicación a la redención espiritual y material de los pobres.
Su visión, limitada en sus comienzos a la población campesina, se fue ensanchando progresivamente hasta incluir condenados a galeras, enfermos pobres, niños abandonados, soldados heridos, esclavos, ancianos desamparados, mendigos, refugiados de guerra, nativos paganos de Madagascar…Para ello movilizó a sacerdotes (Congregación de la Misión, Conferencias de los Martes, hombres y mujeres de la nobleza, de la burguesía y del pueblo llano (cofradías parroquiales de caridad y Damas de la Caridad), jóvenes campesinas (Hijas de la Caridad), a los que intentó contagiar con su propia visión del evangelio y su experiencia cristiana, basada en las palabras mismas de Jesucristo en el evangelio de san Lucas 4,18:
“El Señor me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos”
Murió en la paz del Señor antes de amanecer el 27 de septiembre de l660. Fue canonizado en 1737.
Obras:
Pocos santos ha habido tan activos como Vicente de Paúl. Sólo destacando sus principales realizaciones, la lista de éstas es impresionante.
En 1617, sintiendo la necesidad de organizar obras prácticas de caridad en Châtillon, fundó “las Caridades” (más tarde conocidas como las Damas de la Caridad y ahora llamadas AIC Asociación Internacional de Caridades). Éstas se extendieron rápidamente por toda Francia y luego por el mundo, llegando a contar hoy con más de 260.000 miembros. Durante su vida redactó los estatutos para numerosas “Caridades” que surgieron en toda Francia.
En 1625, fundó la Congregación de la Misión. En el momento de su muerte, la Congregación había llegado a Polonia, Italia, Argelia, Madagascar, Irlanda, Escocia, las Hébridas y las Orkneys. Durante su vida, la casa de San Lázaro ella sola dio más de mil misiones. Ejerció como Superior General de la Congregación hasta su muerte, celebrando reuniones regulares del consejo, escribiendo sus reglas, dirigiendo las asambleas generales y resolviendo cantidad de problemas fundacionales como conseguir la aprobación de la Congregación por la Santa Sede, decidir si se debían hacer votos, determinar cuáles debían pronunciarse y cuál debía ser su contenido.
En 1633, junto con Luisa de Marillac, fundó la Compañía de las Hijas de la Caridad. Con Luisa a su lado, actuó como Superior General, presidiendo los frecuentes consejos, redactando una regla y resolviendo la base jurídica un tanto revolucionaria que haría de la Compañía una fuerza apostólica tan poderosa en los años venideros. Durante su vida, se erigieron más de 60 casas entre Francia y Polonia. Luego, la Compañía llegó a ser una de las más grandes congregaciones que ha visto la Iglesia.
En el proceso de guiar a los grupos que fundó, Vicente mantuvo una enorme correspondencia, con más de 30.000 cartas, de las que solamente se conserva un diez por ciento. Dio frecuentes conferencias a la Congregación de la Misión y a las Hermanas. Únicamente se conserva un pequeño número de ellas y éstas son simplemente referencias de los copistas sobre lo que él decía. También dio conferencias a las religiosas de la Visitación, confiadas a su cuidado por Francisco de Sales en 1622.
De 1628 en adelante se fue comprometiendo más y más en la reforma del clero, organizando ejercicios para ordenandos, las Conferencias de los Martes y retiros para sacerdotes. Abelly nos dice que más de 12.000 ordenandos hicieron los ejercicios en San Lázaro. En los últimos 25 años de su vida se encargó de la fundación de seminarios para el clero diocesano, obra que describió como “casi igual” y en otras ocasiones como “igual” a la de las misiones. ¡Y llegó a fundar veinte!
En 1638, se encargó de la obra de los niños expósitos. Más de 300 eran abandonados anualmente en las calles de París. Según los casos, asignaba un número de Hijas de la Caridad a la obra y tuvo 13 casas para recibirlos. Cuando, en 1647, esta obra estuvo en peligro, la salvó dirigiendo una elocuente llamada a las Damas de la Caridad para que vieran a los expósitos como a sus hijos.
A partir de 1639, Vicente comenzó a organizar campañas para socorrer a los que sufrían por la guerra, las plagas y el hambre. Uno de los ayudantes de Vicente, el Hermano Mateo Regnard, hizo 53 viajes, atravesando las filas del enemigo disfrazado, llevando dinero de Vicente para auxilio de los que se encontraban en zonas de guerra.
De 1643 a 1652 sirvió en el Consejo de Conciencia, cuerpo administrativo selecto que aconsejaba al rey en lo referente a la elección de obispos. Al mismo tiempo fue amigo y, a menudo, consejero de muchos de los grandes guías espirituales de su tiempo. En 1652, cuando la pobreza rodeaba París, Vicente, a los 72 años, organizó ingentes programas de socorro que repartían sopa dos veces al día a miles de pobres en San Lázaro y alimentaban a miles más en las casas de las Hijas de la Caridad.