Carta Pastoral del Obispo Monseñor Oscar Sarlinga, con motivo del Año PAULINO
I. PROCLAMACIÓN DEL AÑO PAULINO UNIVERSAL, EN
El Santo Padre nos ha dado una gran alegría y una oportunidad de reavivar en nosotros la gracia de la unidad y de la evangelización. Así pues, en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, el 28 de junio de 2007, durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Benedicto XVI ha convocado a toda
El nacimiento de Saulo, en efecto, que según los historiadores se sitúa entre el año 7 y el año 10 de nuestra era, marca un acontecimiento providencial en lo profundo eclesial, puesto que Pablo, una vez convertido a Jesucristo, se transformó en «Apóstol de las Naciones» y extensor de
Porque, habiendo sido celante cumplidor de
En el camino, por la acción del Espíritu Santo, experimentó un decisivo encuentro con Cristo, quien lo convirtió en un Enviado para propagar Su Evangelio en medio de los paganos (cf. Hech 9,3ss). De hecho, la fiesta de la «conversión» de San Pablo nos habla de este «vaso de elección» escogido por Dios para serle "testigo ante todos los hombres" (Hech 22,15). Testigo con una visión y anhelo universal, como
Por eso, hermanos y hermanas de esta diócesis, el objetivo del Año Paulino es profundizador y evangelizador, esto es, además de ser tiempo propicio para dar a conocer más y mejor la persona, ser, obra y acción del «Apóstol de las Gentes», lo es sobre todo para invitar a todos los creyentes en Cristo y a los hombres de buena voluntad a profundizar en el inspirado paulino mensaje de vida en Cristo, el mensaje de Salvación. Lo es para dejarnos hacer por Dios y su gracia, para producir una eclosión de fe, esperanza y caridad (sin olvidar la dimensión social de ésta, la solidaridad), en un mundo que tanto necesita de estas virtudes.
Este tiempo de gracia es ocasión propicia también para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables, tema al cual el Papa le ha dedicado una especial consideración en la segunda parte de su Encíclica «Deus Caritas est»[4]. No existe caridad sin justicia. Al mismo tiempo, el cristiano está llamado a buscar siempre la justicia, llevando dentro de sí el impulso superador que proviene del Armor, que supone la justicia y la trasciende. Reaprender a ser justos, a compartir, a crear condiciones de justicia y paz, implica abrir el corazón a Dios y a los hermanos. Que sea éste un tiempo en que podamos ver cómo la fe abre puertas extraordinarias al trabajo por un orden justo en la sociedad, a una «caridad social» rectamente entendida y aplicada, y en particular en lo referente a los fieles laicos, en la participación personal en la vida pública, cooperando con los demás ciudadanos[5].
De tal modo, el Año paulino proclamado por Benedicto XVI tiene mucho de aquella exhortación a la transformación en el Amor y a la «nueva imaginación de la caridad» a la que nos llamara Juan Pablo II en Novo Millenio ineunte, ese gran programa pastoral para el IIIer. Milenio..
Desde esta perspectiva, este año de gracia 2008-2009 viene a consistir para nosotros en un ponernos en la vía de «Jesús-Camino», con la significación, por ende, de ser ocasión privilegiada para la pastoral, para todos los agentes de ésta, sean los curas párrocos y sus colaboradores, los catequistas, religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos, con el fin de profundizar en el pensamiento de San Pablo y en la obra de la gracia en él, de promover la lectura espiritual y los estudios acerca de las Cartas, paulinas, las cuales, en y desde el Espíritu, nos confirmarán en la fe, haciendo que podamos cada día crecer en el testimonio de vida de «hijos de la luz» (cf. Ef. 5,8), afianzándonos también en nuestra «cordial pertenencia a
Es ese mismo Espíritu el que " (…) nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos al misterio de salvación para que seamos hijos del Padre y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que todos tengan vida en Él" [6], como nos lo refiere el Documento de Aparecida. Parece como un resumen del apostolado de Pablo.
II. SER, PENSAMIENTO Y ACCIÓN DE SAN PABLO
La conciencia psicológica y moral de Pablo como Apóstol de Jesucristo es manifiesta en su pensamiento, tal como lo expresa en algunos de sus escritos (como por ejemplo en Rom 1,1). Dicha conciencia parte de un Llamado (como lo expresa en Rom 1,1: “siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación”) el cual selló su misma existencia, para anunciar el evangelio. Este anuncio manifestaba «la razón de su vida», pues no era otra cosa que la expresión de su total conversión a Jesucristo y su total reconocimiento de Él como Mesías y Señor. Es lo que podemos llamar el «Cristo-centramiento» de San Pablo, a partir de la centralidad de Cristo Señor, el Cual tomó su entera vida, al punto que así lo exclama en la carta a los Gálatas: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (2,20).
La conciencia psicológica y moral a la que nos referimos era tanto más clara cuanto que Pablo, elegido “para anunciar el evangelio de Dios”, no poseía una presencia significativa y, según parece, su palabra (pienso que en el sentido de elocuencia o retórica) era considerada «despreciable» para sus adversarios.
El Papa Benedicto no duda en afirmar que el éxito del apostolado paulino dependió sobre todo de un empeño personal en anunciar el Evangelio con total y valiente «dedicación» a Cristo, sin reparar en dificultades y peligros[7], a imagen de cómo era, por otro lado, la vida de los XII Apóstoles, quienes, «movidos por el Espíritu Santo, invitaban a todos a cambiar de vida, a convertirse y a recibir el bautismo»[8], en una predicación también riesgosa y en nada exenta de contradicciones de parte del ambiente. El servicio evangelizador de Pablo se caracteriza por la santa insistencia en la «conversión» («metánoia») exigida por la fe en Jesucristo, conversión que lleva a revestirse de Él y a caminar en la novedad de vida en el Espíritu (a la cual se refiere en el capítulo 8 de
Pablo anunció con valentía («parresía»), y sin temor al rechazo o al desentendimiento, que es
Si Cristo era la fuente de la vida de Pablo y de la acción apostólica que desenvolvía, por ello mismo él supo ver en
Por fin, al final de su vida en esta tierra, aproximadamente en el otoño del 66, como dijimos, nuevamente prisionero en Roma (Cf 2 Tim 4,9.21), sufrió una expeditiva condena condena capital de resultas de la cual fue decapitado, según la tradición, junto a Tre Fontane (Acquae Salviae), probablemente en el año 67. Combatió el buen combate, conservó y nos dejó la fe.
A riesgo de alargar un poco estas páginas, deseo también atraer la atención de ustedes sobre la unión inseparable de la misión paulina respecto de la misión petrina. La misión de Pablo es indivisible de la misión de Pedro, la «piedra» sobre la cual el Señor quiso edificar su Iglesia. En este IIIer. Milenio que hemos iniciado, el mensaje de Pedro y Pablo es más actual que nunca. Ambos Apóstoles son inseparables en su ser y en su acción. Nuestros oídos siguen escuchando la voz de la invitación que Pedro, junto con su hermano Andrés y con los primeros discípulos, escuchó de Jescristo mismo: «rema mar adentro, y echen sus redes para pescar» (Lc 5, 4)[9]. Ha sido la invitación que en el la carta apostólica «Novo Millenio ineunte» nos dirigiera el Papa Juan Pablo II, como incentivo para el proyecto pastoral en el tercer Milenio de la era cristiana, tal como lo indicáramos más arriba.
Pedro, después de la pesca milagrosa, recibió el anuncio de su vocación y elección: se convertiría en «pescador de hombres» (Lc 5, 10). Pablo, que recibe su elección y misión camino a Damasco, nos pide hoy a todos nosotros el reavivar la gracia recibida, como lo hizo a su discípulo Timoteo, Obispo, a quien el «Apóstol de las Naciones» le solicita reavivar continuamente «la gracia recibida por la imposición de las manos» (cf. 2Tim 1,6). En uno y otro caso podemos ver cuánto es necesario reafirmar (con fe, con humildad, con valentía apostólica) nuestra pertenencia a
Cual consecuencia vivencial de lo anterior, la unión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro, el Papa, la comunión orgánica como Iglesia, nos hará entrar de lleno en la corriente de gracia de la misión de Pedro y Pablo y traerá grandes frutos de evangelización y de promoción de la persona humana.
IV. LAS CELEBRACIONES Y ACTIVIDADES EN NUESTRA DIÓCESIS
Como sabemos, en
Nuestra diócesis de Zárate-Campana fue creada 21 de Abril de 1976 por su Santidad Pablo VI (quien tomó ese nombre por el Apóstol de las Gentes), y abarca una vasta zona, densamente poblada, la cual por lo demás ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Como diócesis es «joven» (recordamos aún la celebración del XXXmo. aniversario, en 2006), geográficamente muy variada, y a la que todos nosotros hemos querido encaminar, en profundo consenso pastoral, en «estado de misión».
Como región, en cambio, tiene en su haber algunas de las circunscripciones parroquiales más antiguas de Buenos Aires, localizadas principalmente en el «decanato rural», tales como Santiago del Baradero –que, con 370 años, es la más antigua de la actual Provincia civil-, San Antonio de Areco y Exaltación de
Recientemente el Santo Padre Benedicto XVI, conservando la iglesia catedral de Santa Florentina en Campana, y la sede del Obispado en la misma ciudad, nos ha hecho el don de
El «estado de misión» tiene mucho, muchísimo, del espíritu paulino de la evangelización, vista como posibilidad de enriquecimiento no sólo para sus destinatarios sino también para quien la realiza, en esta diócesis nuestra y con frutos también para
Dentro de esta continua renovación, en y desde el Misterio de Cristo: ¿Cómo podríamos dejar de esperar, queridos hermanos y hermanas, que este Año Paulino, don y regalo del Santo Padre, sea un tiempo más que propicio para que nuestras comunidades, nuestros organismos eclesiales de comunión orgánica, confirmen su fe, en el Amor y en la esperanza que nos vienen del Señor Jesús?.
Por eso, quien les habla, como vuestro Obispo, va a realizar la «apertura de este Año Paulino» en la diócesis, con la celebración eucarística en fecha del 28 de junio, por la tarde, en la única circunscripción diocesana (creada en 2007) que tiene el «título de los Apóstoles»: la cuasi-parroquia de Nuestra Señora de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la ciudad de Campana. Tendremos allí las Fiestas Patronales, bendición de la nueva pila bautismal y confirmaciones de adultos. La celebración de apertura se completará al día siguiente, el 29, con la consagración e inauguración de la nueva iglesia de peregrinos, dedicada a San José, contigua al santuario de Schoenstatt, en Belén de Escobar.
Durante el año realizaremos nuestro encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana, hermanos con los cuales ya se ha hecho una amistosa tradición el encontrarnos. Tendrá lugar en la recientemente inaugurada sala «Nuestra Señora de Guadalupe» de nuestro Obispado (el jueves 10 de julio, con el tema: «San Pablo y la ética de Occidente»). Asimismo mantendremos durante el año de San Pablo diversos encuentros de oración, conferencias, actos, en algunos decanatos.
Esto sin olvidar la «misión joven» que, esta vez especialmente impregnada del espíritu paulino, tendrá lugar en Belén de Escobar este año 2008, en el mes de septiembre.
Pido a todos los curas párrocos que, en unión con el Santo Padre Benedicto XVI y con su Obispo, abran solemnemente el año paulino sea el 28 de junio en la misa vespertina, o el 29 durante todo el día, en sus iglesias parroquiales. Puesto que la única entidad educativa perteneciente al Obispado que lleva el nombre de «San Pablo» es el colegio católico homónimo, en la ciudad de Zárate, el cual cuenta con una bellísima e insigne imagen del Apóstol, pintada artísticamente en tela y encuadrada, ésta será como una «imagen peregrina» que podrá ser trasladada, a pedido de los curas párrocos, a las distintas parroquias e iglesias designadas para ganar las indulgencias, a los fines de resaltar la figura del Apóstol y para que esté presente en los actos y encuentros mencionados.
Los lugares para lucrar las indulgencias que ha concedido el Santo Padre para este año de gracia, serán, en nuestra diócesis de Zárate-Campana, la iglesia catedral de Santa Florentina (Campana) y la iglesia co-catedral de
Habiendo escuchado al consejo episcopal, he establecido también que, junto con la fecha de apertura del Año Paulino, y de su clausura (el 29 de junio de 2009), se podrá lucrar la indulgencia plenaria en dichas iglesias mencionadas, los días siguientes: el 18 de noviembre del corriente año (Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo en Roma), el 25 de enero de 2009 (Fiesta de
Tal como bien sabemos, gracias a la enseñanza de Pablo y a su apostolado, las primeras comunidades cristianas fueron creciendo en el Amor de Dios y en la conciencia del «ser Iglesia». Con los desafíos de la «Nueva Evangelización», el «Apóstol de las Gentes» nos interpela una vez más, hoy, a nosotros, hombres y mujeres de este tiempo y de este lugar: el centramiento de nuestra fe en Jesucristo, en el cual y por el cual somos lo que somos (Cf 1 Cor. 15,10) y el compromiso del condiscipulado evangelizador.
Ponemos en las manos de
Con afecto en Cristo y María, los bendice y pide la oración de ustedes,
+Oscar, Obispo de Zárate-Campana
13 de junio de 2008, Festividad de San Antonio de Padua
[1] Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en
[2] CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen Gentium, n. 14; cf. Id. Decreto Ad gentes, n. 7; Id., Decreto Unitatis redintegratio, n. 3. La visión de
[3] Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Slavorum Apostoli (2 de junio de 1985), n.18: AAS 77 (1985), 800.
[4] Cf BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas est, nn. 26-29.
[5] Cf Ibid. n. 29.
[6] CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), CONFERENCIA DE OBISPOS DE LATINOAMÉRICA Y DEL CARIBE, EN APARECIDA (Brasil), «Documento de Aparecida», 2007, n. 137.
[7] Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en
[8] JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de1990), n. 47: AAS 83 (1991), 293.
[9] Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo millenio ineunte (6 de enero de 2001, n. 1: AAS 93 (2001), 266.
[10] JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n.52: AAS 83 (1991), 3000.
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