lunes, 8 de septiembre de 2008

«MOTHER’S FEAST», LA FESTIVIDAD DE LA MADRE TERESA, EN ZÁRATE

En Zárate, la primera sede argentina de la congregación, se celebró «la fiesta de la Madre», o «Mother’s feast», como llaman en la lengua franca utilizada por la congregación, el inglés, en la ciudad donde está la casa de formación de las aspirantes (son 11), junto con un hogar de ancianos que fueron abandonados por los familiares en hospitales o recogidos de las calles (ahora son 65), y otro de niñas con riesgo social derivadas de distintos juzgados de menores (en este momento son 25). Allí estuvo la Madre Teresa en 1982, cuando visitó el país. Murió la Madre Teresa, un símbolo del amor y la caridad cristiana . En la Argentina viven 69 religiosas y 11 novicias y aspirantes. En el mundo hay 737 casas con 4713 religiosas que ya hicieron los votos perpetuos (de castidad, obediencia, pobreza y servicio voluntario y gratuito a los pobres más pobres) y 717 novicias y aspirantes. Provienen de 89 países, aunque la mayoría de las nuevas vocaciones son africanas y en cada destino realizan diferentes tareas según las necesidades del lugar. En todos, sin embargo, dedican por igual más de tres horas diarias a la oración.

Mons. Oscar Sarlinga, Obispo de Zárate-Campana, acompañado de Mons. Ariel Pérez (cura párroco), del diácono Mario y de seminaristas, celebró la festividad de la Beata Teresa de Calcuta en la misma capilla cuyo lugar eligió la Madre Teresa cuando vino a fundar la primera casa, en un templo hoy atiborrado de hermanas, ancianos, niñas y fieles laicos (entre ellos muchos jóvenes). Se encontraba presente la Madre Provincial. Explicó lo que significa hoy «tengo sed» en la perspectiva de la mística de la Madre Teresa, con un sentido de anuncio del Evangelio y de testimonio de la caridad, «hasta que duela» para con los más pobres y dolientes.

La Madre Teresa recibió la noticia sobre el Premio Nobel de la Paz, en l979, con una oración y una sonrisa. Cortó su pan y cumplió con su viejo hábito, al repartirlo en las misérrimas calles de Calcuta, una de las ciudades más pobres del mundo. Con la misma beatitud y la misma humildad, tres meses antes había pasado casi silenciosamente por la Argentina. Sin alboroto y en puntas de pie, también repartió altas porciones de paz y de amor y algún pan. En el Villango, en La Carbonilla y en Villa Ciriaco, que por entonces eran suburbios de la ciudad de Zárate donde la gente sufría necesidades, la frágil y etérea monja se mezcló con cuatro misioneras de la congregación fundada por ella, allí asentadas desde l978. La Hermana Teresa lavó ropa, anudó pañales y sonó pequeñas narices. Desde entonces, sus preferidos, los más pobres de los pobres, sustentan el honor de ser los argentinos que mejor la conocieron. A ellos se suman algunas familias y matrimonios que ayudaron a la Madre y a las hermanas en su fundación, y que hoy estaban presentes.

A esta altura, pocos conocen la porción de la historia de Agnes Bojaxhui, nacida en l909 en una aldea de Albania y transportada en su infancia a la entoncesYugoslavia. Hija de artesanos, desde los l2 años eligió el convento, respondiendo a un inequívoco llamado de Dios. En l928 fue enviada a los Himalayas para iniciar su noviciado y en l93l trabajó como maestra en Calcuta. Años después, la frágil hermana de caridad encontraría la porción final de su destino: portaba ya ese rostro mediterráneo poblado de arrugas que acentuaron su aire ascético. En l946 comenzó a atender a los leprosos, que son más de cuatro millones en la India, al tiempo que comenzaba a ser Teresa de Calcuta. Los enfermos, los pobres, los moribundos y los solitarios la llamaban Santa del Arroyo o Apóstol del Amor. Desde un miserable local abandonado, donde fundó Nirmal Hriday (Corazón Puro), cuyas puertas permanecieron abiertas día y noche, Teresa edificó su imperio de caridad y esperanza. No parece una simple coincidencia que ese local esté ubicado adyacente a Kalighat, el templo de la diosa Kali, diosa india de la fe. Impulsada por la necesidad de los desvalidos, en l950 funda la orden de las «Misioneras de la Caridad», que actualmente tiene l.400 miembros diseminados por 87 países. Su motor fue la fe, desplegada en la caridad sin límites. Hay que dar, decía, pero dar hasta que duela. Calcuta fue su ámbito puesto que Calcuta duele. Reino de las vacas sagradas y la inanición, en las décadas del 50 y del 60 era poblada por siete millones de habitantes. Cuatro de cada diez, morían antes de cumplir el año de vida, siete de cada diez jamás pisaron una escuela. Por las sucias calles de la ciudad, la Madre Teresa caminó diariamente, hasta hace muy poco, cuidando leprosos, hambrientos y niños agonizantes.

En la capilla de las Misioneras de la Caridad hay una sola y muda inscripción: «Tengo sed», una de las últimas palabras de Cristo en la Cruz. Claro, sed de agua, sed de fe, sed de amor, un clamor compartido y desesperado de los famélicos y de los leprosos, de los ancianos y de los niños atacados por el raquitismo, por prostitutas y mendigos, que constituyen el universo de ese oasis de la última esperanza. Cuando la Academia de Suecia decidió otorgarle el Nobel, acaso por única vez no se levantó ninguna voz en contra. Los 192.000 dólares y las 360.000 coronas donadas por el pueblo noruego siguieron el derrotero de todos los premios y donativos y transformados en insumos para los necesitados .La Madre Teresa se permitió tomar para ella 300 rupias, lo necesario para cambiar su andrajoso hábito y su desgastado calzado.

La pobreza y la miseria no son habitantes exclusivos de Calcuta. Durante 30 años, esa mujer escuálida y debilitada fundó más de cien hogares en distintos agujeros del mundo. Su discurso fue siempre el mismo: Esto es un regalo para los pobres, pero también es un regalo para los ricos que ahora tendrán oportunidad de sostenerlo. Victimizada por el paludismo y por severas deficiencias pulmonares y cardíacas, Teresa de Calcuta padeció diez internaciones en los úlimos años. Sólo esa llama interior la mantuvo viva y en acción. «Los pobres no necesitan de nuestra simpatía o de nuestra lástima. Necesitan de nuestra compañía y de nuestro amor, es decir, de la verdadera caridad», definió en lo que sería su último mensaje de amor, un testamento dictado con firmeza y convicción.

Calcuta también se encuentra en la Argentina. Como en las calles de esa ciudad india, se pueden ver en Zárate, la primera fundación, y también en Becar y en Benavídez y otros cuatro puntos del país religiosas con hábitos blancos con bordes azules.

Son las hermanas Misioneras de la Caridad, la congregación dedicada a la atención de “los más pobres de los pobres” fundada por la Madre Teresa de Calcuta, de cuya muerte se cumplirán diez años pasado mañana.

Si bien hablan perfectamente el castellano, entre ellas se entienden en inglés -el idioma oficial de la congregación- y rotan de países cada seis meses como mínimo y cinco años como máximo.

“Santa ya”

En la misa de pasado mañana, la principal intención será la canonización de la Madre Teresa.

Cuando, a los 87 años, la pequeña religiosa de origen albanés falleció, en 1997, los católicos clamaban a la Iglesia que fuera declarada “santa ya”.

Menos de dos años después Juan Pablo II autorizó la apertura de esa causa -un caso excepcional, dado que aún no habían transcurrido cinco años de su muerte-, y en 2003 aprobó un milagro, la curación de una india de un tumor de abdomen, y la proclamó beata.

En ese proceso se conocieron escritos en los que la religiosa describió haber dudado de su fe durante años. Ayer, Benedicto XVI explicó en Loreto que también la Madre Teresa había conocido “el silencio de Dios”.

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