Queridos hermanos y hermanas en la fe, de esta diócesis de Zárate-Campana:
Hay una «Ausencia» que es una gran Presencia que atraviesa los siglos: “No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6). «No está» en la tumba, porque «resucitó». Esas palabras nos grabaron a fuego, siguen resonando en nuestro ánimo, como nos lo dijera en 2006 el Santo Padre: «Non est hic, sed resurrexit» (Lc 24, 6). Desde aquella mañana, estas palabras siguen resonando en el universo como anuncio perenne, e impregnado a la vez de infinitos y siempre nuevos ecos, que atraviesa los siglos” (1).
Por eso, desde entonces, no hay «noche» en nuestra vida que no tenga una infinita Luz. El sufrimiento humano es redentor cuando lo unimos a la Pasión de Cristo. Nunca el sufrimiento ha de ser meramente pasivo, una pura y simple resignación sin sentido último. La alegría del Resucitado nos llena, incluso en medio de las dificultades. Por ello, el tiempo que comenzaremos a partir de la Vigilia, es el Día que hizo el Señor; Pascua es el misterio central de nuestra fe cristiana, el centro de nuestra vida, la Luz que nos guía, personalmente y como Iglesia, en el Espíritu. No estemos tristes, dejemos que nuestro corazón se llene de alegría, abrámoslo al gozo y a la paz, como lo afirma el Obispo y Doctor San Agustín, ante la expresión del Salmo: “Este es el día que hizo el Señor” (Sal 117 [118], 24), y dice: “(…) más sublime que todos, más luminoso que los demás, en el que el Señor resucitó, en el que conquistó para Sí un pueblo nuevo… mediante el espíritu de regeneración, en el que ha llenado de gozo y exultación las almas de todos” (2).
“Ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6). Jesús, el Hijo del Dios Bendito, cumple su Pascua. Revela el significado del Paso, del Pésaj, confirma la palabra de su mensaje de salvación, mensaje de la Buena Nueva, del Evangelio. El Padre Amoroso, Dador de la Vida, no quiere la muerte (cf. Ez 18, 23. 32), porque Él “creó todas las cosas para la existencia” (Sab 1, 14). Él renueva hoy también nuestra vida. Dejémosla ser renovada por la Vida divina, abramos el corazón al Misterio de fe, pues “(…) ésta es una realidad misteriosa y escondida, que nadie conoce sino quien la recibe, y no la recibe sino el que la desea, y no la desea sino quien está inflamado en el fondo de su corazón por el Espíritu Santo que Cristo envió a la tierra” (3).
¿Querremos nosotros, queridos fieles de la Iglesia… querremos nosotros –decía- hacernos eco en nuestra vida de esas palabras, querremos de verdad dejar entrar en nuestros corazones la llama del Espíritu Santo que el Señor envió?. ¿Tendremos el coraje de pronunciar un renovado «sí»?. ¿Cómo nos damos cuenta de haberlo hecho de verdad?. La clave de comprensión, nos la da el Apóstol Pedro: «Fraternitatem diligite», quieran ser hermanos, amen la fraternidad, sean como hermanos (Cf 1 Petr. 2, 17).
Para vivir la fraternidad, hay que dejar entrar la infinita «novedad» de la Pascua: “Así, pues, festejémosla, no con la vieja levadura…, sino con los ácimos de la pureza y la verdad” (1 Cor 5, 8). Qué hermosa ofrenda a Dios, en este Año Paulino Universal, sería mandar fuera la vieja y enmohecida levadura, y renovar en nosotros la pureza y la verdad del Evangelio.
Nos ayude en esta intención la Virgen Madre, la que padeció junto a la Cruz, la que lo vio en su Pascua, la que reina junto a su Hijo. Que nos ayude a recibir el don de la fe y a acrecentarlo por la Gracia. Será para bendición de muchos, pues también dice San Pablo: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia” (Hch. 16,30s). El Señor nunca se deja ganar en generosidad; Él quiere a cada instante darnos «el ciento por uno». Claro, también la generosidad divina hay que aprender a aceptarla con humildad, y, sobre todo, con espíritu de alabanza y agradecimiento.
FELIZ Y SANTA PASCUA DEL SEÑOR
Con mi afecto y bendición,
+Oscar Sarlinga
Campana, 8 de Abril de 2009
(1) BENEDICTO XVI, Mensaje de Pascua del Papa antes de la Bendición Urbi et Orbi, Pascua de 2006.
(2) SAN AGUSTÍN, Sermo 168, in Pascha X, 1; PL 39, 2070.
(3) SAN BUENAVENTURA, Itinerarium mentis in Deum, cap. 7, 4: Opera omnia, ed. min. Quaracchi, 5, pág. 213.
No hay comentarios:
Publicar un comentario