martes, 26 de agosto de 2008

REERECCIÓN DE LA PARROQUIA DE «SAN JUAN DE LA CRUZ» EN BELÉN DE ESCOBAR Y PUESTA EN POSESIÓN DE SU NUEVO PASTOR


La parroquia de San Juan de la Cruz, que había debido ser anexada a la Natividad del Señor, por falta de instalaciones pastorales y de pastor propio, fue reerigida en este mes de agosto por Mons. Oscar D. Sarlinga, asignándole la sede de la iglesia de Ntra. Sra. de Itatí (donde se encuentra también la imagen de San Juan de la Cruz) y la jurisdicción sobre las capillas de Ntra. Sra. de Luján (inaugurada en el pasado año 2007), San Cayetano y el centro pastoral del Cazador. Al mismo tiempo, el Obispo designó administrador parroquial al Pbro. Daniel Bevilacqua. La zona insular del partido, que nominalmente formaba parte de la anterior parroquia, y de difícil acceso desde la ciudad, es atendida en calidad de centro pastoral desde 2006 por la parroquia de Dique Luján (diócesis de San Isidro).


La toma de posesión tuvo lugar el domingo 23, con una misa en la recientemente inaugurada capilla de Ntra. Sra. de Luján, a cargo pastoral de Mons. Roberto Amondaráin. Junto al Obispo concelebraron el nuevo pastor, Pbro. Bevilacqua, Mons. Santiago Herrera, el Pbro. Atilio Rosatte (cura párroco de la Natividad del Señor, actual co-catedral), Mons. Roberto Amondaráin, el P. Guillermo Striebeck (de los Misioneros diocesanos), el P. Pablo Iriarte y el P. Jorge Munier. Se hizo presente luego de la celebración el P. Agustín Arévalo, responsable pastoral del barrio El Cazador.


Participaron de la misa numerosos fieles laicos, quienes junto a los sacerdotes y al Obispo compartieron un ágape fraterno al término de la celebración, muy contentos por contar con un sacerdote que atienda pastoralmente la región, hasta ahora servida desde el centro de la ciudad. Cabe destacar que en la Natividad del Señor, desde la cual se atendía toda la zona ahora provista, el Obispo ha nombrado este año un capellán interno, el P. Toledo, y actúan desde tiempo atrás dos capellanes externos, Mons. Marcelo Monteagudo y el P. Jorge Munier.

lunes, 25 de agosto de 2008

VISITA PASTORAL DEL OBISPO A «PARADA ROBLES» EN EL PARTIDO DE EXALTACIÓN DE LA CRUZ

Junto con el Pbro. Hugo Lovatto, cura párroco de Capilla del Señor, el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga visitó, el domingo 17 del corriente, la zona de Exaltación de la Cruz conocida como «Parada Robles» (Cuartel 4to. del partido), visita que incluyó la fundación de M.I.E.S. (Misioneros de la Esperanza, en el límite con la localidad de Torres, partido de Luján), el comedor y centro de acogida y alfabetización del «Barrio Mateo» y la sede de Fu.Se.Di.m, o «Fundación para el servicio y estudio de la discapacidad mental» u Hogar «San José de Cupertino».

La citada «Fundación para el Servicio y Estudio de la Discapacidad Mental» es una organización sin fines de lucro fundada en Buenos Aires, Argentina en el año 1986. Se ocupa del estudio y servicio para los fines que lleva su título. Presta tres servicios de excelencia para personas con capacidades diferentes en el orden mental. Estos servicios son: Taller Protegido con sede en Villa Adelina, donde concurren operarios con capacidades especiales que viven con sus familias, dos hogares donde residen y trabajan, y un Centro de día donde concurren personas externas a la institución como así también algunos residentes del hogar.

La visita pastoral concluyó con la celebración de la misa en la capilla de Ntra. Sra. del Rosario. A la celebración, presidida por el Sr. Obispo y concelebrada por el P. Hugo, asistió también el Sr. Intendente Municipal, Horacio Errazú, autoridades municipales y muy numerosos fieles. En la misa estuvo presente el diácono permanente de la diócesis, Lic. Ricardo Palacios, presidente de FUSEDIM.

La zona de Parada Robles se encuentra a la vera de la continuación de la autopista 8, que une Pilar con la intersección con la autovía n. 6, en la encrucijada entre la vía a Campana y lo que será la autopista hasta San Antonio de Areco y Pergamino. Exaltación de la Cruz queda así conectado directamente a Campana, por un lado, y a Pilar y Buenos Aires, por el otro.

EL PARTIDO DE EXALTACIÓN DE LA CRUZ Y LA PARROQUIA HOMÓNIMA, EN LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA


Dentro de la jurisdicción eclesiástica, el partido de Exaltación de la Cruz pertenece a la diócesis de Zárate-Campana. Su escudo, dividido en cuatro cuarteles, expresa los símbolos que le dieron nacimiento y razón de ser.
El primer cuartel del escudo, en fondo azul, simboliza la Cruz encontrada por Barragán, y que dio origen a la fundación del pueblo, según el relato de tradición oral.
El segundo cuartel del escudo, en fondo blanco, refiere al acontecimiento de la detención de la carreta con la imagen de la Virgen de Luján en el año 1630, junto a la Cañada de la Cruz, a cinco leguas españolas al noroeste de la ciudad de Luján.
El tercer cuartel, con las espigas de trigo entrelazadas, significa obviamente la riqueza agrícola y cerealera de la región.
El cuartel cuarto simboliza las manifestaciones de cultura, la mayoría de ellas las primeras de la Provincia de Buenos Aires, producidas en Capilla del Señor, durante la tercera y octava décadas del siglo XIX, y que hicieron de este pueblo el centro de irradiación intelectual de la campaña bonaerense. Se alude a la escuela creada por Rivadavia, el 3 de Octubre de 1821 y a los brillantes sucesos del año 1871, tales como el establecimiento de la imprenta, la fundación del periódico 'El Monitor de la Campaña' y la creación de la Biblioteca Popular.

En tanto partido de la Provincia de Buenos Aires, Exaltación de la Cruz se divide en 7 cuarteles o zonas determinadas, siendo el Cuartel 1º la ciudad de Capilla del Señor, el Cuartel 2º, Los Cardales (sede de la parroquia de la Sagrada Familia), más Pavón y El Remanso; el Cuartel 3º, Arroyo de la Cruz; el mencionado Cuartel 4º, Parada Robles; el Cuartel 5º, Parada La Lata - La Loma; el Cuartel 6º, Diego Gaynor; el Cuartel 7º, Gobernador Andonaegui , más Chenaut, Etchegoyen, Parada Orlando y Carlos Léeme.

La ciudad de Capilla del Señor celebra este 12 de septiembre de 2008 su 273do. Aniversario, y la parroquia el 230mo.

LA IGLESIA MATRIZ DE CAPILLA DEL SEÑOR

La bellísima iglesia fue comenzada en 1848, con una historia de la presencia de la Iglesia que se remonta a los tiempos del Capitán Casco de Mendoza, uno de los primeros pobladores de Buenos Aires, venido de la Asunción del Paraguay, y que figura en la primera fundación de Buenos Aires, junto con Garay, Víctor Casco, y luego nuevamente en los archivos de Asunción, pues Víctor Casco de Mendoza, fue allí Regidor en 1589. La capilla fundada por el Capitán Casco, se hallaba ubicada en el mismo sitio de la actual Iglesia Parroquial.

En el año de 1735, el entonces Obispo de Buenos Aires, el franciscano Fray Juan de Arregui, hizo su visita pastoral a la naciente Capilla, a la que aprobó y nombró Viceparroquia, determinando que el Teniente Cura de Areco, Pbro. Miguel González de Leyva, actuara en calidad de vicepárroco, con facultad de administrar los sacramentos y hacer entierros.

EL HOGAR «SAN JOSE DE CUPERTINO» de FUSEDIM, en Parada Robles, Pcia. BS.AS.

Este hogar, perteneciente a la mencionada FUSEDIM, surgió de una necesidad detectada en el taller protegido para proveer una vivienda digna para aquellos jóvenes con capacidades especiales que no tenían familias. El hogar fue diseñado con un criterio de personalización.

El hogar es reunión, descanso y esparcimiento para estos jóvenes que no han tenido vivienda propia. Todas las mañanas, a las 7:00, el nochero se encarga de servir el desayuno y también se toma la merienda al finalizar las tareas del día. El almuerzo y la cena se hacen en el comedor común. Los internos viven en este hogar los 365 días del año. El presidente de la fundación civil es el Diác. Permanente Lic. Ricardo Palacio.

Creada el 18 de mayo de 1986, entre sus fines se encuentran: Fomentar una vida más perfecta de los asociados a través del ejercicio de obras de caridad para con las personas discapacitadas mentales. Animar de espíritu cristiano el orden temporal, en todo lo relacionado con la problemática de la discapacidad mental. Creación y sostenimiento de diversos servicios que contemplen las necesidades físicas y espirituales de esas personas, dentro de una concepción antropológica cristiana.

martes, 19 de agosto de 2008

Mons. Oscar Sarlinga inaugura las actividades religiosas del Instituto de las Hermanas de la Caridad de Miyazaki, en la localidad de Matheu


Luego de una visita al predio del YMCAHUASI, donde se encuentra la nueva Casa Religiosa, y de compartir un fraterno almuerzo, el Obispo dejó inaugurada y bendijo aquélla. Estuvo presente la Revda. Madre general, Apollinaris Shimura Yuriko, del Japón, residente en Roma, y las provinciales de Brasil, Bolivia y Perú. Asimismo el R.P. Osvaldo Puppo, Inspector salesiano del Japón.
La celebración de la misa tuvo lugar en la iglesia de San Juan Bautista, de Matheu, y fue presidida por Mons. Sarlinga, con la concelebración de Mons. Edgardo Galuppo, el R.P. Tomás Llorente, el P. Fabián García, S.D.B., el P. Orlando Puppo, S.D.B., el P. Grassi, el P. Vuoto, S.D.B. y el P. Mauricio Aracena.

Las Hermanas cuya casa fue instalada en Matheu se dedicarán a la evangelización y a la caridad social, en especial para con los niños y las familias más necesitadas.

viernes, 15 de agosto de 2008

La Asunción de la Santísima Virgen al Cielo

La Asunción de la Santísima Virgen al Cielo. Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado a tantas personas tristes, y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber los apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo a la eternidad.

Los apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición.
Pero Tomás, Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.- Pedro -dijo Tomás- no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso en esas manos santas que tantas veces me bendijeron.
Y Pedro aceptó. Se fueron todos hacia su santo sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir, de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosa música en el aire.- Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen, encontraron solamente... una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a su Madre Santísima y la había llevado al cielo.
El 10 de noviembre de 1950 el Papa Pío XII declaró que el hecho de que la Virgen María fuera llevada al cielo en cuerpo y alma es una verdad de fe que obliga a ser creída por todo católico.- San Alfonso Rodríguez vio un 15 de agosto cómo fue la recepción de la Santísima Virgen en el cielo el día de su llegada, y quedó extasiado, inmensamente emocionado.
San Esteban, Rey de Hungría, celebraba con mucha solemnidad la fiesta de la Asunción de María el 15 de agosto, y ese día fue llevado por Dios a la eternidad.- San Juan Berchmans, y San Estanislao de Kostka, jóvenes jesuitas, deseaban ir a celebrar en el cielo la fiesta de la Asunción. San Juan Berchmans murió el 14 de agosto, y San Estanislao en la mañana del 15, con el rosario en la mano y pronunciando los santísimos nombres de Jesús y María, y fueron a celebrar la gran fiesta de Asunción al cielo.
Santa Teresa dice que vio un día de la la Asunción cómo fue la llegada de la Santísima Virgen al cielo y que desde entonces quedó con el inmenso deseo de sufrir y trabajar con conseguirse un puesto en el paraíso.
"Y apareció en el cielo una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y 12 estrellas a su alrededor. Más impresionante que un ejército en orden de batalla".
(Apocalipsis, 12)

Himno (laudes)

Sólo la Niña aquella, la Niña inmaculada,
La Madre que del hijo recibió hermosura,
La Virgen que le dice a su Creador criatura,
Sólo esa Niña bella al cielo fue elevada.

Los luceros formaron innumerables filas,
Tapizaron las nubes el cielo en su grandeza;
Y aquella Niña dulce de sin igual belleza
Llenaba todo el cielo con sus claras pupilas.

Nuestro barro pequeño, de nostalgia extasiado,
Ardientemente quiere subir un día cualquiera
Al cielo, donde el barro de nuestra Niña espera
Purificar en gracia nuestro barro manchado. Amén

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Himno ( II vísperas)

Al cielo vais, Señora,
Allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
Para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada,
De quién servida sois desde la cuna,
De estrellas coronada,
Cual reina habrá ninguna,
Pues os calza los pies la blanca luna.

Volved los linces ojos,
Ave preciosa, sólo humilde y nueva,
Al aval de los abrojos
Que tales flores lleva,
Do suspirando están los hijos de Eva.

viernes, 8 de agosto de 2008

FESTIVIDAD DE SAN CAYETANO EN ZÁRATE-CAMPANA

Esta vez fue la capilla de San Cayetano, en Escobar, perteneciente a la parroquia de San Juan de la Cruz (e iglesia de Nuestra Señora de Iratí) la que recibió la visita del Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, el 7 de agosto de 2008. Las celebraciones, que se sucedieron durante el día, tuvieron su centro en la procesión de las 15 y sucesiva misa patrona, durante la cual, luego de saludar a los sacerdotes concelebrantes, que fueron Mons. Santiago Herrera, Pbro. Atilio Rosatte, Pbro. Daniel Bevilacqua y P. Benjamín Pereyra, y a la comunidad presente, tuvo lugar la homilía en la cual el obispo se refirió a «Cayetano de Thiene, confiado en la Providencia, Patrono del trabajo».
Mons. Oscar Sarlinga, en su recuerdo de la renovación de la vida de San Cayetano, a ejemplo de los Apóstoles, pidió «priorizar siempre la caridad y la unidad, como la primera comunidad cristiana, junto con los Apóstoles, que eran un solo corazón y una sola alma en el Amor» y destacó que, como lo dice la oración colecta de la misa del día, «San Cayetano quiso revivir en él y sus hermanos aquella ardiente caridad de la comunidad apostólica». Expresó también que la conversión puede tener, según el grado de nuestra respuesta, también sus grados de profundidad, y que «mientras no se aprenda a dar de lo propio, es decir, dar hasta el fondo, en una experiencia profunda del compartir que viene del amar» no se tendrá una auténtica conversión, la cual, dijo, «siempre significa darse por entero».
Acotó que «darse por entero» lleva consigo también «poner la otra mejilla» lo cual, cuando de verdad se realiza conforme al Evangelio, lejos de significar «un signo de debilidad, cobardía o inoperancia, manifiesta con esplendor lo que realmente es, el signo evangélico de la humildad y de la piedad para con el otro». «Nos cuesta poner la otra mejilla –expresó-; lo entendemos conceptualmente pero cuesta, porque significan una unión con Cristo humillado en su Pasión. Como todo tesoro que cuesta, nos trae la riqueza espiritual de la piedad y la clemencia». «Nuestro tiempo ha perdido mucho las virtudes de la piedad y de la clemencia; creo que sería propio de una renovación del cristianismo el procurar que brillen con nueva luz», dijo.
Mencionó el Obispo a continuación la gracia divina obró en la vida interior de Cayetano, vida que se vio trasuntada en su correspondencia con la religiosa Laura Mignani (1517-1520), en la que el santo narra la celebración de la misa en el altar de la Lanza que atravesó el costado de Cristo, y de la Verónica, en la Basílica de entonces, en San Pedro, en el Vaticano, así como junto al Pesebre, en Santa María la Mayor. De una de sus visiones surge que se lo represente a menudo con el Niño Jesús en brazos. «Su vida mística en nada le impidió, sino todo lo contrario, a una actividad caritativa e incluso social, tanto en la fundación de un banco para los más pobres, como en la reorganización del hospital de la Misericordia, en Vicenza, o el «hospital nuevo de Incurables», en Venecia. La atención de los sifilíticos fue una de sus dedicaciones, dijo Mons. Sarlinga, más aún, una prioridad espiritual, para con «aquellos que se encontraban desesperados o desahuciados, aquellos dejados de lado, a los que la misma sociedad antes había apañado».
Recordó el Obispo que «el ejemplo piadoso, clemente y a la vez vigoroso de San Cayetano es ideal para el mundo de hoy, como lo ha sido el de todo ese reguero de santos de la época, como San Ignacio de Loyola, o San Juan de Ávila. Ellos nos han expresado una entrega total al servicio de la causa del Evangelio, lo, junto al bien obrado desde la fe, produce asimismo la juventud perenne del alma, del psiquismo y del buen obrar, sobre todo frente a la decrepitud en materia espiritual y el sinsentido de la vida que suelen avanzar en nuestro mundo de hoy».
Por último, pidió Mons. Sarlinga que «todos eleváramos una oración sincera por la justicia y la paz en nuestra tierra argentina» y para que «nuestro pueblo tenga pan y trabajo, aquellos instrumentos de la Providencia divina, que fundan una verdadera cultura de la paz, y una paz vivida en solidaridad».
En esta ocasión el Obispo comunicó a la comunidad que es restablecida la parroquia de San Juan de la Cruz, en la iglesia de Nuestra Señora de Itatí, con jurisdicción también sobre la zona (incluido San Cayetano), sobre el barrio El Cazador (que es un centro pastoral) y otros, siendo su nuevo pastor será el Pbro. Daniel Bevilacqua. Agradeció al Pbro. Atilio Rosatte, cura párroco de la Natividad del Señor, sus esfuerzos y trabajo por la atención pastoral de esa circunscripción de la populosa ciudad de Escobar que ahora se restablece como parroquia.
En la ciudad de Campana también tuvo lugar la procesión y misa del santo, en la capilla homónima que pertenece a la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, de los PP. Rogacionistas. Allí Mons. Edgardo Galuppo presidió la eucaristía, junto con estos padres religiosos y el P. Bernardo Hughes, responsable de la atención pastoral del lugar.Cayetano de Thiene, junto con el obispo Juan Pedro Carafa, de la diócesis de Chieti en el Abruzo, con Paolo Ghislieri y Bonifacio dei Colli solicitaron a la Santa Sede permiso para vivir en comunidad como «clérigos regulares», es decir, como hombres de iglesia, dedicados al ministerio sagrado, profesando al mismo tiempo, los votos religiosos. El papa Clemente VII autorizó la fundación el 24 de junio de 1524 y el 14 de septiembre sucesivo, los cuatro fundadores emitieron su profesión sobre el sepulcro del primer papa en la Basílica Vaticana.
El santo murió en Nápoles el 7 de agosto de 1547, y, puesto que la mayor parte del tiempo había permanecido en aquella ciudad, allá quedaron sus restos, en la iglesia de San Pablo el Mayor, donde se veneran todavía hoy en un nuevo sepulcro que fuera renovado en junio de 1965. Fue beatificado por Urbano VII en 1629 y canonizado por Clemente X en 1671.

lunes, 28 de julio de 2008

Fiestas Patronales de Santiago de Baradero

En la festividad del Apóstol Santiago, Mons. Sarlinga llamó a la comunidad a «fortalecer la unión» y a «revitalizar en nosotros la fe en Jesucristo, Luz del mundo y fuente de toda Vida»
Pidió también dejarnos interpelar en nuestras vidas por Santiago el Apóstol, testigo de la Transfiguración y por el Apóstol Pablo, en su conversión.

Mons. Sarlinga

Santiago del Baradero (diócesis de Zárate-Campana)

La comunidad católica de Santiago del Baradero (parroquia que en este año 2008 cumplió 370 años de erigida, pues lo fue en 1615) festejó al Apóstol Santiago, patrono de la parroquia matriz, de la ciudad (que cumplió 393 años de fundación) y del partido.

Trasladada la solemnidad al domingo 27, en el templo principal, con la participación de gran cantidad de feligresía, se hicieron presentes fieles de la misma iglesia del Apóstol y de la parroquia de Ntra. Sra. de Luján. Concelebraron con el Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, el pro-vicario general, Mons. Santiago Herrera, y los Pbros. Jorge Ritacco y Gastón Dedyn, curas párrocos de ambas parroquias, respectivamente.

Durante la novena, hubo en la parroquia de Santiago Apóstol núcleos temáticos de reflexión y celebración, tales como los carcelados, los enfermos y ancianos, las vocaciones, la familia y la acción de gracias por los matrimonios que en el año cumplían sus bodas de plata y bodas de oro, la patria, la misión, Caritas, los educadores y la catequesis. El día 25 hubo procesión desde el puerto de la ciudad hasta la parroquia matriz, y misa.

Por disposición del Sr. Obispo, en ese día 27 los fieles participantes del sagrado rito ganaban también las indulgencias del Año Paulino Jubilar, tratándose de la Fiesta Patronal de la ciudad (véase la carta pastoral del Obispo en la página web del Obispado: www.obzaratecampana.com.ar).

Al término de la misa, de la que participaron también las autoridades civiles, grupos de jóvenes de los colegios católicos, grupos de jóvenes misioneros, el equipo del Movimiento de Partidas, religiosos y religiosas, el Obispo Oscar hizo entrega de la reliquia («ex ossibus») del Beato Ceferino Namuncurá al grupo de jóvenes misioneros que evangelizan en la zona del centro pastoral del mismo nombre (donde se tiene pensado construir una capilla), recordándoles que Ceferino fue visto como una gran esperanza para la evangelización no sólo de la Patagonia sino del entero país, pero que el Señor se lo llevó consigo siendo muy joven, precisamente para que intercediera por todos nosotros desde el Cielo. “Tanta fue la estima que se le profesó en Roma –continuó diciendo- que fue recibido por el Papa San Pío X, el cual le hizo entrega de la medalla que se concedía a los príncipes, porque él lo era, humilde y sencillo, «el príncipe de las Pampas», y hoy los ayuda a ustedes, queridos jóvenes, para hacerles ver cómo siendo llenos de vida y de un camino por recorrer, quieren ser misioneros, y cómo también tenemos que hacer ver a otros jóvenes esta dimensión misionera de nuestra pastoral, que nos abre horizontes nuevos y puede dar un sentido renovado de la vida a tanta gente. La Iglesia diocesana pone grandes esperanzas en ustedes”.


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HOMILÍA DEL OBISPO
EN LA CELEBRACIÓN DEL APÓSTOL SANTIAGO
(Santiago del Baradero, domingo 27 de julio de 2008)

Sr. Intendente Municipal y autoridades municipales
Queridos sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas en el Señor

I
EL APÓSTOL SANTIAGO EL MAYOR Y LA LUZ DE LA FE

Nos une hoy la celebración de Santiago, Apóstol de Jesucristo,l patrono de la ciudad y partido de Santiago del Baradero, en este Año Paulino Jubilar, en el que somos invitados a que la Luz de la fe y el fuego del Amor hagan den cada día más vida a nuestra esperanza, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, el cual ha llamado a todo cristiano a avanzar “(…)(1)por la vía de la fe viva, la cual enciende la esperanza y obra por medio de la caridad” . Lejos de pensar todas estas cosas principalmente en abstracto, creo que deberíamos tratar de ver cómo son muy concretas en nuestra vida actual.

El mundo está muy necesitado de luz y de esperanza y esta última es una virtud que en la práctica cotidiana se articula en la paciencia y en la humildad, ambas dos en sentido verdadero e integral, lo cual nos da fuerzas ante todo revés, todo fracaso, y nos da también moderación ante los éxitos, porque, librados a nuestros propios estados de sensibilidad, podemos estar inclinados a los excesos de un ánimo en cierto modo «bipolar» y esto sea dicho en sentido existencial y no sólo psicológico.

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Quizá aparezcan estas consideraciones, reitero, algo genéricas… veamos sin embargo cuánto son actuales en nuestra vida, y también cuánto necesitamos, para nuestro equilibrio y felicidad, de la confianza en Dios, de aceptar su misterio y el misterio de nuestras propias vidas, y el confiarnos en Él, incluso (o especialmente) en los momentos de oscuridad. En Él, en Jesucristo, Luz del mundo, “Luz de las naciones y gloria de Israel” (Lc 2,32). Dios gobierna misteriosamente el mundo y la Iglesia, no obstante cualquier sombra o cualquier tiniebla (2).

Con esta visión de fe, celebramos hoy la divina Liturgia en la fiesta de Santiago (que es el Mayor, a no confundir con el Menor, primo hermano de Jesús). Este Santiago fue hermano del también apóstol Juan, y su nombre en hebreo es «Jacob», derivado en «Yago», de ahí que «Sant-Yago» sea el origen del nombre actual. En tanto discípulo del Maestro, Santiago estuvo presente en dos de los momentos cúlmines de Jesucristo: la Transfiguración en el monte Tabor (Cf Lucas, 9) y la oración en el Huerto de los Olivos, junto a Simón Pedro y a Juan. Son dos momentos que tienen que ver mucho con la Luz y la oscuridad.

Lo cierto es que después del gran acontecimiento de Pentecostés, los Apóstoles fueron enviados a predicar y a implantar la Iglesia, y según la tradición Santiago cruzó el mar Mediterráneo, recalando en la «Hispania» de la época (3).

En tiempos en que ya el Islam había avanzado sobre gran parte de la península ibérica, el rey Alfonso II de Asturias ordenó construir, cerca del año 813, una iglesia sobre el cementerio donde habían aparecido los restos del Apóstol, precisamente donde hoy se encuentra la iglesia catedral de Santiago de Compostela, adonde confluye en Europa el «camino de Santiago», meta de peregrinaciones desde edades antiguas, meta peregrinacional que trajo unión y conocimiento de los pueblos (4), encaminados a la luz de la fe.

Por eso, queremos traer también ejemplo hoy nosotros, pues «la unión hace la fuerza», la unión de corazones que necesitamos, como familia de Dios, y comunidad diocesana, para evangelizar y para la promoción integral de la persona humana. Siguen dando frutos de bendición los caminos de Santiago, hechos hoy día por personas de fe y por otras que tienen un interés cultural o humanista, pero que también allí, no pocas, han recuperado la fe cristiana. Santiago es confluencia de pueblos, como lo es este Santiago del Baradero desde sus orígenes, en 1693, y queremos que ese espíritu dé cada vez más fruto.

Mons. Sarlina

II
LA FE EN JESUCRISTO, «LUZ VERDADERA»

Me alegra ver la alegría de ustedes en esta festividad. Es un gran signo. Santiago nos lleva a Jesús.

La fe no tiene como objeto a cualquier sentimiento, estado de ánimo o a una pura idea que nos hagamos de Dios. La fe lo es en Jesucristo, “Luz verdadera”, la que «ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), esto es, el Evangelio mismo, Jesús mismo, por eso nos abre a horizontes infinitos. Nadie que quiera ver de verdad deseará andar en la oscuridad. El tema es que tantas veces a la oscuridad no la podemos (o no la queremos) «ver». Si las personas pudiéramos (o quisiéramos) «ver» algunas oscuridades de nuestro interior (o de nuestra sociedad), nos apresuraríamos, quizá, a dejar entrar la luz y procuraríamos que otros también reciban ese don. Las tinieblas, sin embargo, son resistentes y se asientan sobre la mentira, cuyo padre, en última instancia, es «el mentiroso», el «príncipe de este mundo». En cambio, el que obra la verdad viene de la Luz y a la Luz (cf Jn 3,21).

Esta Ley no es cualquiera, hecha por los hombres, inventada o construida meramente por el psiquismo al modo de proyección o transfert ni por técnica o tecnología alguna. La Ley de Dios, su Ley de Amor, la Ley nueva del Espíritu Santo, es luz en las tinieblas; el tema es que estas últimas no la quieren recibir (Cf Jn 1,5). Esta Ley Nueva, en sentido puro es Jesucristo mismo. Por eso, el creer de verdad se trata de la adhesión a Él, y de cumplir con Él por Amor (a Él y a los hermanos), más que de un cumplimiento exterior (lo cual no quita éste), y menos todavía porque nos venga impuesto o porque no tengamos otra opción u oportunidad.

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El Papa Juan Pablo II nos enseñaba a este respecto en la Veritatis splendor: “Jesús mismo es el «cumplimiento» vivo de la Ley, ya que Él realiza su auténtico significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal” (5), Ley que, si podemos aplicarle el decir del Alighieri, es “l’amor che move il sole el’altre stelle”, el amor que mueve el sol y las otras estrellas (6), luz de vida (Cf. Jn 8,12), que atraviesa las Escrituras del principio al fin (7). ¿Lo creemos?. Porque de esto dependerá nuestra opción y proyecto de vida, y seguramente también el destino de otros. Si lo creemos, pongámonos confiadamente en camino, sin miedo, dejando de vacilar y temer, o de hacer un paso adelante y diez hacia atrás, porque el Señor nos lo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo; quien me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). El gran tema es revitalizar la fe en Jesucristo, fuente de toda vida, y la confianza en Él, en su Iglesia; se lo dejo para reflexionar.

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III
DEJÉMONOS INTERPELAR POR SANTIAGO EN LA VISIÓN DE LA TRANSFIGURACIÓN Y POR PABLO EN LA VISIÓN DEL ROSTRO DE CRISTO

En la Transfiguración, de la que participó el Apóstol Santiago, la Luz divina se ve concentrada en Jesús. “Su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz” (Mt 17,2). Nos interpela este testimonio; ¿cómo no?.

También Pablo nos interpela, en su Año Jubilar, él que, en el camino de Damasco, recibe la aparición del Cristo Resucitado envuelto en una luz fulgurante que lo ciega, al mismo tiempo que le abre los ojos del alma a una nueva visión de la vida, de la realidad y de las cosas (Cf Hech 9,3; 22,6; 6,13). Saulo, devenido en San Pablo, vio la gloria divina, la irradiación divina (Cf Heb 1,3) en el rostro de Cristo (Cf 2Cor. 4,6). Nos interpela también, y mucho, porque el rostro del Señor lo vemos también en el de cada hermano, en especial del más necesitado, tanto de lo material como de lo espiritual. Será también motivo de reflexión si nosotros llegamos a ver en cada ser humano el rostro de Jesucristo, por desfigurado que esté en ese hermano.

El bien siempre triunfa. Pero la ingenuidad de estilo «naïf» puede ser una deficiencia, cuando no –en el fondo- el fruto de un «no querer ver» para no empeñarse o comprometerse. Sin maniqueísmo alguno, veamos como la oscuridad (de las mentes, de los corazones) y las tinieblas, no quedan afincadas o encapsuladas en las personas sino que son «dinámicas», podemos decir, llevan «dinámicamente» hacia las obras malvadas, las cuales rezuman egoísmo, envidia, odio, violencia, y esto último en diferentes niveles (Cf Jn 3,19-21). Sin embargo, nunca tenemos de dejarnos ganar por la amargura, la cual, a fuerza de sentar sus reales, termina en el cinismo. Conversión, transfiguración, Justicia y Paz, han de ser metas fundamentales y concretas.

Por eso, pienso, será una oportunidad providencial este Año Paulino para entrar en un divino proyecto, y se lo digo con palabras de San Pablo: revestirnos de la coraza de la fe y del Amor, «teniendo como yelmo la esperanza de la salvación» (1 Tes 5,5-8) y echando fuera las obras oscuras (Cf Rm 13, 12-14), que, por blanqueadas que intenten presentarse (incluso ante nuestros propios ojos), no pocas veces están más presentes a nuestro alrededor (o dentro) de lo que pudiéramos pensar.

Con la luz de Cristo, que resplandece «en el rostro de la Iglesia», como dice el Concilio Vaticano II (¿lo habíamos pensado?; ¿lo creemos?), queremos anunciar el Evangelio «a toda creatura»(8) , como familia parroquial y diocesana, unidos a nuestro Papa Benedicto, quien nos preside en la caridad, y a nuestros hermanos todos, en apertura a todos y con conciencia de ecumenismo espiritual y un profundo, fructuoso, diálogo interreligioso, así como con respetuoso amor por quien no cree, o ha perdido la esperanza.

Y queremos ser felices, vivir en paz, con nuestras familias unidas, mirar hacia delante, construir civilización y contemplar el Rostro Radiante del Señor. Con la ayuda de la Virgen Madre, que apareció al Apóstol Santiago para protegerlo de todo mal, de toda adversidad, y confirmarlo en la fe.


+Oscar Sarlinga

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1.CONC. ECUM. VAT. II, Const, dogm. Lumen gentium, n. 41.
2.Cf BENEDICTO XVI, Enc. Deus Caritas est, n. 39.
3.Si bien no hay evidencia histórica «documental» de estos hechos, son varios los testimonios en los Padres de la Iglesia y lo que sí puede decirse es que el cristianismo en la península ibérica data ya del primer siglo. De hecho apenas terminadas las persecuciones del Imperio Romano, fue en «Hispania» donde se celebró por vez primera un concilio (exceptuado el Concilio Apostólico en Jerusalén), que fue el concilio de Elvira, en fecha cercana al 303. En los Hechos de los Apóstoles se dice que Santiago fue martirizado en Jerusalén (Cf Hech 12, 2). Esto ocurrió hacia el año 44, cuando fue degollado por orden de Herodes Agripa I. La tradición piadosa dice que la Santísima Virgen apareció a Santiago en España sobre un pilar, en la actual Zaragoza, esto es, sobre una columna donde hoy se venera su imagen en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en la misma ciudad. Luego de esta visión, Santiago habría regresado desde España a Jerusalén, donde, luego de ver a la Virgen, fue martirizado, habiendo sido su cuerpo transportado por sus discípulos de nuevo hasta la Península Ibérica.
4.Respecto de la peregrinación a Santiago de Compostela, es bueno recordar que fue en el año 1122 cuando el papa Calixto II instituyó los privilegios del Año Santo Jacobeo. A partir de este 2008 los próximos Años Jacobeos tendrán lugar en 2010 y 2021.
5.JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, n.15.
6.Cf Divina Comedia, Par. XXX, v, 145.
7.El primer acto de Dios en la creación fue la división de la luz y de las tinieblas (cf Gen. 1,3s), así como el último acto será la Luz que es el mismo Dios, pues “(…) la ciudad (es decir, la nueva Jerusalén) no necesita la luz del sol, ni la luz de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero” (Ap 21,23).

8.Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 1.

miércoles, 16 de julio de 2008

PABLO VI

http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/motu_proprio/documents/hf_p-vi_motu-proprio_19680630_credo_sp.html

CREDO DEL PUEBLO DE DIOS

Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en RomaVenerables hermanos y queridos hijos:


1. Clausuramos con esta liturgia solemne tanto la conmemoración del XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo como el año que hemos llamado de la fe. Pues hemos dedicado este año a conmemorar a los santos apóstoles, no sólo con la intención de testimoniar nuestra inquebrantable voluntad de conservar íntegramente el depósito de la fe (cf. 1Tim 6,20), que ellos nos transmitieron, sino también con la de robustecer nuestro propósito de llevar la. misma fe a la vida en este tiempo en que la Iglesia tiene que peregrinar era este mundo.


2. Pensamos que es ahora nuestro deber manifestar públicamente nuestra gratitud a aquellos fieles cristianos que, respondiendo a nuestras invitaciones, hicieron que el año llamado de la fe obtuviera suma abundancia de frutos, sea dando una adhesión más profunda a la palabra de Dios, sea renovando en muchas comunidades la profesión de fe, sea confirmando la fe misma con claros testimonios de vida cristiana. Por ello, a la vez que expresamos nuestro reconocimiento, sobre todo a nuestros hermanos en el episcopado y a todos los hijos de la Iglesia católica, les otorgamos nuestra bendición apostólica.


3. Juzgamos además que debemos cumplir el mandato confiado por Cristo a Pedro, de quien, aunque muy inferior en méritos, somos sucesor; a saber: que confirmemos en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32). Por lo cual, aunque somos conscientes de nuestra pequeñez, con aquella inmensa fuerza de ánimo que tomamos del mandato que nos ha sido entregado, vamos a hacer una profesión de fe y a pronunciar una fórmula que comienza con la palabra creo, la cual, aunque no haya que llamarla verdadera y propiamente definición dogmática, sin embargo repite sustancialmente, con algunas explicaciones postuladas por las condiciones espirituales de esta nuestra época, la fórmula nicena: es decir, la fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia de Dios.


4. Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún: vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto. Pero, al mismo tiempo, hay que tener sumo cuidado para que, mientras se realiza este necesario deber de investigación, no se derriben verdades de la doctrina cristiana. Si esto sucediera —y vemos dolorosamente que hoy sucede en realidad—, ello llevaría la perturbación y la duda a los fieles ánimos de muchos.


5. A este propósito, es de suma importancia advertir que, además de lo que es observable y de lo descubierto por medio de las ciencias, la inteligencia, que nos ha sido dada por Dios, puede llegar a lo que es, no sólo a significaciones subjetivas de lo que llaman estructuras, o de la evolución de la conciencia humana. Por lo demás, hay que recordar que pertenece a la interpretación o hermenéutica el que, atendiendo a la palabra que ha sido pronunciada, nos esforcemos por entender y discernir el sentido contenido en tal texto, pero no innovar, en cierto modo, este sentido, según la arbitrariedad de una conjetura.


6. Sin embargo, ante todo, confiarnos firmísimamente en el Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia, y en la fe teologal, en la que se apoya la vida del Cuerpo místico. No ignorando, ciertamente, que los hombres esperan las palabras del Vicario de Cristo, satisfacemos por ello esa su expectación con discursos y homilías, que nos agrada tener muy frecuentemente. Pero hoy se nos ofrece la oportunidad de proferir una palabra más solemne.


7. Así, pues, este día, elegido por Nos para clausurar el año llamado de la fe, y en esta celebración de los santos apóstoles Pedro y Pablo, queremos prestar a Dios, sumo y vivo, el obsequio de la profesión de fe. Y como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo del Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes.Queremos que esta nuestra profesión de fe sea lo bastante completa y explícita para satisfacer, de modo apto, a la necesidad de luz que oprime a tantos fieles y a todos aquellos que en el mundo —sea cual fuere el grupo espiritual a que pertenezcan— buscan la Verdad.Por tanto, para gloria de Dios omnipotente y de nuestro Señor Jesucristo, poniendo al confianza en el auxilio de la Santísima Virgen María y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, para utilidad espiritual y progreso de la Iglesia, en nombre de todos los sagrados pastores y fieles cristianos, y en plena comunión con vosotros, hermanos e hijos queridísimos, pronunciamos ahora esta profesión de fe.Unidad y Trinidad de Dios


8. Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles[1]— y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal[2].


9. Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad. Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés (cf. Ex 3,14), él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan (cf. 1Jn 4,8) de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a si mismo a nosotros y que, habitando la luz inaccesible (cf. 1Tim 6,16), está en si mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna. Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano[3].Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad.


10. Creemos, pues, en Dios, que en toda la eternidad engendra al Hijo; creemos en el Hijo, Verbo de Dios, que es engendrado desde la eternidad; creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos. Así, en las tres personas divinas, que son eternas entre sí e iguales entre sí [4], la vida y la felicidad de Dios enteramente uno abundan sobremanera y se consuman con excelencia suma y gloria propia de la esencia increada; y siempre hay que venerar la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad [5].Cristología


11. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad[6], completamente uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por unidad de la persona [7].


12. El mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán destinados al fuego que nunca cesará.Y su reino no tendrá fin.El Espíritu Santo


13. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: Sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste (cf Mt 5,48).Mariología


14. Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo [8] y que ella, por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de modo más sublime [9], fue preservada inmune de toda mancha de culpa original [10] y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas [11].


15. Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la encarnación y de la redención[12], la Beatísima Virgen María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste [13], y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia [14], continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos [15].Pecado original


16. Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo el concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno[16].


17. Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20).


18. Confesamos creyendo un solo bautismo instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. Que el bautismo hay que conferirlo también a los niños, que todavía no han podido cometer por sí mismos ningún pecado, de modo que, privados de la gracia sobrenatural en el nacimiento nazcan de nuevo, del agua y del Espíritu Santo, a la vida divina en Cristo Jesús [17].La Iglesia


19. Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste [18]. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud [19]. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve [20]. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.


20. Heredera de las divinas promesas e hija de Abrahán según el Espíritu, por medio de aquel Israel, cuyos libros sagrados conserva con amor y cuyos patriarcas y profetas venera con piedad; edificada sobre el fundamento de los apóstoles, cuya palabra siempre viva y cuyos propios poderes de pastores transmite fielmente a través de los siglos en el Sucesor de Pedro y en los obispos que guardan comunión con él; gozando finalmente de la perpetua asistencia del Espíritu Santo, compete a la Iglesia la misión de conservar, enseñar, explicar y difundir aquella verdad que, bosquejada hasta cierto punto por los profetas, Dios reveló a los hombres plenamente por el Señor Jesús. Nosotros creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia, o con juicio solemne, o con magisterio ordinario y universal, para ser creídas como divinamente reveladas[21]. Nosotros creemos en aquella infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro cuando habla ex cathedra [22] y que reside también en el Cuerpo de los obispos cuando ejerce con el mismo el supremo magisterio [23].


21. Nosotros creemos que la Iglesia, que Cristo fundó y por la que rogó, es sin cesar una por la fe, y el culto, y el vinculo de la comunión jerárquica [24]. La abundantísima variedad de ritos litúrgicos en el seno de esta Iglesia o la diferencia legítima de patrimonio teológico y espiritual y de disciplina peculiares no sólo no dañan a la unidad de la misma, sino que más bien la manifiestan [25].


22. Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica[26], y creyendo, por otra parte, en la acción del Espíritu Santo, que suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de esta unidad [27], esperamos que los cristianos que no gozan todavía de la plena comunión de la única Iglesia se unan finalmente en un solo rebaño con un solo Pastor.


23. Nosotros creemos que la Iglesia es necesaria para la salvación. Porque sólo Cristo es el Mediador y el camino de la salvación que, en su Cuerpo, que es la Iglesia, se nos hace presente [28]. Pero el propósito divino de salvación abarca a todos los hombres: y aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, sin embargo, a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir con obras su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, ellos también, en un número ciertamente que sólo Dios conoce, pueden conseguir la salvación eterna [29].Eucaristía


24. Nosotros creemos que la misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial[30].


25. En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente transustanciación. Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino[31], como el mismo Señor quiso, para dársenos en alimento y unirnos en la unidad de su Cuerpo místico [32].


26. La única e indivisible existencia de Cristo, el Señor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos.Escatología


27. Confesamos igualmente que el reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse continuamente también por el verdadero bien temporal de los hombres. Porque, mientras no cesa de amonestar a todos sus hijos que no tienen aquí en la tierra ciudad permanente (cf. Heb 13,14), los estimula también, a cada uno según su condición de vida y sus recursos, a que fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre los hombres y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Por lo cual, la gran solicitud con que la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos, ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se resfriase el ardor con que ella espera a su Señor y el reino eterno.


28. Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego del purgatorio como las que son recibidas por Jesús en el paraíso en seguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrón— constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos.


29. Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celeste, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios, como Él es[33] y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente nuestra flaqueza [34].


30. Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones, como nos aseguró Jesús: Pedid y recibiréis (cf. Lc 10,9-10; Jn 16,24). Profesando esta fe y apoyados en esta esperanza, esperamos la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero.Bendito sea Dios, santo, santo, santo. Amén.


Notas

[1] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius: Denz.-Schön. 3002.

[2] Cf. enc. Humani generis: AAS 42 (1950) 575; Con. Lateran. V: Denz.-Schön. 1440-1441.

[3] Cf. Conc. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius: Denz.-Schön. 3016.

[4] Símbolo Quicumque: Denz.-Schön. 75.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd., n. 76.

[7] Ibíd.

[8] Cf. Conc. Efes.: Denz.-Schön. 251-252.

[9] Cf. Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen gentium, 53.

[10] Cf. Pío IX, Bula Ineffabilis Deus: Acta p. 1 vol. 1 p. 616.


[12] Cf. Ibíd., n. 53.58.61..

[13] Cf. Const. apost. Munificentissimus Deus: AAS 42 (1950) 770.

[14] Lumen gentium, 53.56.61.63; cf. Pablo Vl, Al. en el cierre de la III sesión del concilio Vat. II: AAS 56 (1964), 1016; exhort. apost. Signum magnum: AAS 59 (1967) 465 y 467.

[15] Lumen gentium, 62; cf. Pablo Vl, exhort. apost. Signum magnum: AAS 59 (1967) 468.

[16] Cf. Conc. Trid., ses.5: Decr. De pecc. orig.: Denz-Schön. 1513

[17] Cf. Conc. Trid., ibíd.,: Denz-Schön. 1514.

[18] Cf. Lumen gentium, 8 y 50.

[19] Cf. Ibíd., n.7.11..

[20] Cf. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium n. 5.6; Lumen gentium n.7.12.50.

[21] Cf. Conc. Vat. I, Const. Dei Filius: Denz-Schön. 3011.

[22] Cf. Ibíd., Const. Pastor aeternus: Denz-Schön. 3074..

[23] Cf. Lumen gentium, n. 25.

[24] Ibíd., n. 8.18-23; decret. Unitatis redintegratio, n. 2.

[25] Cf. Lumen gentium, n. 23; decret. Orientalium Ecclesiarum, n. 2.3.5.6..

[26] Cf. Lumen gentium, n. 8.

[27] Cf. Ibíd., n. 15.

[28] Cf. Ibíd., n. 14..

[29] Cf. Ibíd., n. 16.

[30] Cf. Conc. Trid., ses. 13: Decr. De Eucharistia: Denz-Schön. 1651..

[31] Cf. Ibíd.: Denz-Schön. 1642; Pablo Vl, Enc. Mysterium fidei: AAS 57 (1965) 766..

[32] Cf. Santo Tomás, Summa Theologica III, q.73 a.3

[33] 1Jn 3, 2; Benedicto XII, Const. Benedictus Deus: Denz-Schön. 1000.

domingo, 13 de julio de 2008

FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, EN LA CIUDAD DE ZÁRATE

MONS. OSCAR SARLINGA RELACIONA EL AÑO PAULINO CON EL CREDO DEL PUEBLO DE DIOS, DE PABLO VI, QUE CUMPLIÓ CUARENTA AÑOS

(Luego de profundizar con los fieles el sentido de la existencia de diversas advocaciones de la Santísima Virgen, y en especial, en su festividad, el sentido de Nuestra Señora del Carmen, y luego también de explicar la razón última de las indulgencias, y recordar las que se ganan en el Año Paulino, tanto por disposición del Santo Padre como del Obispo diocesano, Mons. Sarlinga continuó su homilía centrándose en el don y vivencia de la Fe que se hace vida, y de la Profesión de Fe del Pueblo de Dios, de Pablo VI -1968-, de la cual se cumplieron 40 años el 30 de junio ppdo., y de lo que, a su juicio, es la relación de esta última con la convocación del Año Paulino Universal de Benedicto XVI). Concelebraron la Misa con el Obispo los sacerdotes de Zárate, Mons. Ariel Pérez, cura párroco, Mons. Santiago Herrera, Mons. Montferrand, Mons. Monteagudo, el P. Montes, SDB, el Pbro. Eduardo Carrozo y el Pbro. Eduardo Mussato. Luego de la Misa tuvo lugar una nutrida procesión que recorrió las calles de la ciudad, incluso en algunos lugares simbólicos.

Aquí va el texto principal de la homilía del Obispo:

(…) Por eso, hermanos y hermanas, en esta festividad de Nuestra Señora del Carmen es importante que consideremos que en la Iglesia-madre de Jerusalén vivía como ejemplo y guía María Santísima, esa Mujer, Madre de Jesús, en cuyo seno se hizo carne el Verbo de Dios (cf. Lc 1,32.35; Jn 1,14) (1), razón por la cual, Ella, hoy, en esta celebración tan concurrida, sigue siendo una presencia singular en esta comunidad «eucarística», no ya de Jerusalén sino de Zárate, en nuestra diócesis, como lo es en todo el mundo, en la medida en que se den esos elementos que el evangelista Lucas nos narra como esenciales de los cristianos de aquella «Iglesia-madre», esto es, las características de los discípulos, quienes «eran asiduos en escuchar la enseñanza de los Apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración» (Hech 2,42).

El nexo que nos hace ver plenos descendientes de esa comunidad primitiva es la Fe, «virtud-puerta», como la llama Santo Tomás de Aquino, que nos abre a todas las demás virtudes, y que nos abre a una vida de virtud y felicidad, de renovación del mundo en el Amor.

Esa Fe, que admiramos en San Pablo, y en especial en este Año Paulino, que ha convocado el Santo Padre, el cual al respecto nos dice del Apóstol de las Gentes: “En la carta a los Gálatas nos dio una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón ante los lectores de todos los tiempos y revela cuál es la motivación más íntima de su vida. "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal (…). Su fe consiste en ser conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo conmueve en lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”(2)

Creo que existe una relación providencial, entre el Año Jubilar Paulino convocado por el Papa Benedicto XVI y la profesión solemne del «Credo del Pueblo de Dios» de Pablo VI, el lunes 30 de junio de 1968 (proclamado «Año de la Fe», aun en circunstancias difíciles para esta última). Esas difíciles circunstancias no escapaban a la lúcida mente del Papa, como el mismo nos lo dice: “Bien sabemos, al hacer esto, por qué perturbaciones están hoy agitados, en lo tocante a la fe, algunos grupos de hombres. Los cuales no escaparon al influjo de un mundo que se está transformando enteramente, en el que tantas verdades son o completamente negadas o puestas en discusión. Más aún: vemos incluso a algunos católicos como cautivos de cierto deseo de cambiar o de innovar. La Iglesia juzga que es obligación suya no interrumpir los esfuerzos para penetrar más y más en los misterios profundos de Dios, de los que tantos frutos de salvación manan para todos, y, a la vez, proponerlos a los hombres de las épocas sucesivas cada día de un modo más apto. Pero, al mismo tiempo, hay que tener sumo cuidado para que, mientras se realiza este necesario deber de investigación, no se derriben verdades de la doctrina cristiana. Si esto sucediera —y vemos dolorosamente que hoy sucede en realidad—, ello llevaría la perturbación y la duda a los fieles ánimos de muchos”(3).


Palabras proféticas de este Papa, que lejos de constituirnos en «profetas de calamidades» nos tienen que dar nuevas fuerzas para ser profetas de la Verdad (que nos hace libres), en la época en que la Providencia nos puso para testimoniar, para coadyuvar a la «Civilización del Amor» y no para ser «cautivos» como se refiere Pablo VI. Mucha de la «cautividad» presente puede provenir del espíritu de «acedia» y de pusilanimidad, disfrazados, quizá, algunas veces, «sub aspectu sanctitatis».

Mucho nos ayudará a mantener la fe (y por consiguiente la esperanza y la caridad) si dejamos que resuenen en nuestros oídos del alma aquellas palabras en las que María transmitía, en la «Iglesia-madre» las «maravillas» que el Señor había realizado en su tiempo de ocultamiento y silencio en Nazaret y Belén. «Nada tendríamos de todo esto si María no lo hubiera custodiado. Estas cosas nos vienen de sus tesoros», exclamaba el Obispo San Bruno de Segni (4). Para eso hay que abrir los oídos del alma, como dijimos, pero sobre todo el corazón, en especial para reconocer presente y actual la misma celebración eucarística, llamada en la Escritura «fracción del pan»(5), en el curso de la cual podía tener lugar también «la enseñanza de los apóstoles», o su «didachê»(6).

De la presencia del Señor, de la Eucaristía, del mismo Cristo-Evangelio, tomaba Pablo la fuerza de su acción apostólica, con la que se dedicó a edificar la Iglesia como Cuerpo de Cristo, en medio de innúmeras dificultades, persecuciones, envidias, daños y sinsabores que le provocaron incluso algunos que le estaban cerca. Como les decía recientemente en la Carta Pastoral del Año Paulino: “Si Cristo era la fuente de la vida de Pablo y de la acción apostólica que desenvolvía, por ello mismo él supo ver en la Iglesia el «Cuerpo de Cristo» (Cf. Ef 4,4) al que amó y sirvió con todo su ser. Pablo se dedicó a edificar la Iglesia, a fundar y consolidar las comunidades eclesiales que estaban a su cargo (Cf 1Tes 1,2ss). Así, evangelizar y extender la Iglesia llevó lo esencial de la vida de Pablo, como exclama en la carta primera a los Corintios: "Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor 9,16). Un evangelizar para nada reducido a un mero anuncio teórico sino centrado en el discipulado, en el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios (Cf. Mt 28,19-20). En esto, en su «pasión por la Iglesia», nunca cesó, incluso durante el aprisionamiento previo a su muerte (…) El Apóstol era Pastor de las Ovejas”. (Véase texto completo en AICA:http://www.aica.org/index2.php?pag=sarlinga080613), n. II: «Ser, pensamiento y acción de San Pablo».

La Virgen estaba en medio de los Apóstoles y fortalecía su Fe, en una Iglesia ya animada por el Espíritu. Juan Pablo II nos transmitió que: «En medio de ellos [de los apóstoles] María era “asidua en la oración” como “madre de Jesús” (cf. Hech 1,13-14), miraban en la fe a “a Jesús, autor de la salvación”(7), era consciente que Jesús era el Hijo de María y que ella era su Madre. La Iglesia miró a María como miró a Jesús a través de María ....(8). Por consiguiente también en medio de Pablo, el cual la contemplaba a la Luz del Cristo que lo deslumbró camino a Damasco, y esto junto con los demás Apóstoles, como lo refiere el Concilio Vaticano II: La Iglesia era asidua en la oración y junto a ella, “la contemplaba a la luz del Verbo hecho hombre” (9), la contemplaban como la Madre de su Señor (Cf Lc 1,42).

Que la ayuda de la Virgen, de su «marianidad» en tanto Madre de la Iglesia, nos haga encontrar el verdadero tesoro de la perla perdida, así como extraer del arcón (como dice la Escritura) una renovación de la Fe, es decir, «cosas nuevas y cosas antiguas» (cf.Mt 13,52), dejando de lado mentiras (después de todo, es la «anti-cualidad» que más caracteriza al demonio, siendo él «padre de la mentira»), así como los egoísmos, envidias, espíritus de estéril capillismo, desesperanzas y misántropos rencores.

Una Fe de nosotros, cristianos, basada y fortalecida en la Fe de la Iglesia, la del Pueblo de Dios, nos hará retomar el rumbo para vivir, en la Luz de Jesús, una sociedad nueva, que es posible, para el que cree, para el que trabaja y pone el hombro, «sin miedo», como nos invitaran tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI al inicio de sus pontificados. ¡Hay tanta gente que ha perdido el sentido de la vida…del verdadero Amor! (¡junto con tanta otra que son estupendos ejemplos de vida cristiana, felicidad en Cristo y un verdadero canto a la esperanza!). Cada uno según su vocación y elección, y en el ambiente en que nos toque, ayudemos a reconstruir, desde la Gracia y con humildad (que es la verdad).

Les recomiendo vivamente la lectura, en clave espiritual y pastoral, (y de aumento de nuestra Fe) del Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI y de todos los documentos del Papa Benedicto XVI en este Año Paulino Universal. Tengamos la grandeza de espíritu de escuchar con humildad, guiados por María, la enseñanza de los Apóstoles. Con la ayuda de Nuestra Madre, la Virgen, en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de Zárate.

+Oscar D. Sarlinga

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1. Cf. JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Matris, en: Enchiridion Vaticanum, 10. Documenti ufficiali della Santa Sede (1986-1987). Texto oficial y versión italiana en: Edizioni Dehoniane, Bologna [1989], pp.972-973, 974-975.
2. BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en la Celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo con ocasión de la Inauguración del Año Paulino, Basílica de San Pablo extramuros, Sábado 28 de junio de 2008.
3. PABLO VI, CREDO DEL PUEBLO DE DIOS Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma, n. 4.
4. SAN BRUNO DI SEGNI (+1123), Commentaria in Lucam, parte I, capítulo II (en: PL 165, 355, 356). Haciendo la relación de Hech 1,14 con Lucas 2,19.51, el obispo San Bruno di Segni presenta a los Apóstoles aprendiendo noticias, de parte de María, acerca de los hechos concernientes a la infancia de Jesús.
5. R. GÉRARD, Atti degli Apostoli. Commento esegetico e teologico, Città Nuova [1998], p.166. Las citas bíblicas al respecto son: Lc 24,30.35; Hech 20, 7.11; 1 Cor 10,16; 11,24.
6. Tal como vemos que ocurría con Pablo y los neófitos que estaban junto junto a él (Cf. Hech 20,7-11). Cf Id., Op. cit., p.165: «El término «didachê» (…) incluye el conjunto de la predicación apostólica que se hizo normativa para la entera Iglesia». Cf, a este respecto, Hech 5, 28; 13,12; 17,19. Para comprender mejor la «didachê» hay que tomar en cuenta el verbo «didásko» (enseñar), el cual se hace presente 6 veces en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, en tanto referido a la acción conjunta de aquéllos, (Cf Hech 4,2.18; 5,21.25.28.42), como cinco veces referido a Pablo (Cf Hech 18,11; 20,20; 21,21.28; 28,31), y 2 referido a Pablo y Bernabé juntos (Cf Hech 11,26; 15,35), y una vez en lo que concierne a Apolo (Cf Hech 18,25).
7. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 9
8. Cf. JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Matris, en: Enchiridion Vaticanum, 10. Documenti ufficiali della Santa Sede (1986-1987). Texto oficial y versión italiana en: Edizioni Dehoniane, Bologna [1989], pp.972-973, 974-975.
9. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Lumen gentium, 65.