viernes, 24 de octubre de 2008

ORDENACIÓN DIACONAL EN LA IGLESIA CATEDRAL DE SANTA FLORENTINA, DE ZÁRATE-CAMPANA

Una nueva ordenación diaconal ha venido a acrecentar los obreros para la mies en la diócesis de Zárate-Campana. En efecto, el sábado 11 de octubre el acólito Lucas Martínez recibió el diaconado, en camino al sacerdocio ministerial. La iglesia catedral se encontraba repleta, entre fieles de la misma, parientes y amigos del ordenado y jóvenes del movimiento «Santa María de la Estrella» y del grupo juvenil de la catedral de Campana, quienes se hallaban en esos días realizando la «misión joven» en dos barrios de la ciudad, Dalera y San Martín de Porres.

Previo a la ordenación diaconal, el Obispo tuvo una celebración anterior (a las 16), en la iglesia criptal, en la que confirió el ministerio del acolitado al seminarista Alfredo Antonelli, al que asistieron numerosos sacerdotes, y seminaristas de Zárate-Campana y del Seminario de Gualeguaychú.

En la celebración de ordenación diaconal fueron 15 los sacerdotes concelebrantes, entre los cuales el vicario general, Mons. Galuppo, el pro-vicario general, Mons. Herrera, y el cura párroco de Santa Florentina y Delegado diocesano para la Pastoral Juvenil, Pbro. Hugo Lovatto, entre otros. Se hallaba presente también el Provincial de los Legionarios de Cristo, R.P. Deomar de Guedes y el diácono Mario Medina, así como cinco candidatos al diaconado permanente de los diez que existen en la diócesis. Asistieron a la celebración los padres del ordenado, y asimismo su hermano y hermana, con sus respectivos cónyuges e hijos pequeños.

En su homilía, Mons. Sarlinga, luego de mencionar la diferencia entre los diáconos permanentes y los diáconos «transeúntes», es decir, en camino al sacerdocio ministerial, recordó el Obispo que el diaconado es una institución divino–apostólica en sentido en que «existe el sacramento del orden por voluntad de Jesucristo y los diáconos por institución apostólica, como enseña el Concilio Vaticano II: «El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos».(1)

Acerca de su institución por los apóstoles, mencionó el pasaje bíblico: “Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra». Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármena y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos” (He 6,1–6);

Luego de recordar la gracia de ser ordenado en el Año Paulino Jubilar, hizo alusión Mons. Sarlinga al testimonio acerca del ministerio de los diáconos de parte de San Pablo a los filipenses: “Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos” (Flp 1,1), así como del antiquísimo documento de la Didaché, de alrededor del año 90, que ordena que se elijan «obispos y diáconos, dignos del Señor».(2)

Despúes de aludir al hecho de que el diaconado no es sacerdocio ministerial, puesto que a los diáconos sólo el obispo les impone las manos, pero «no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio», mencionó también la Traditio apostolica de San Hipólito, la cual explica: «La razón de que solo el obispo imponga las manos es porque el diácono no se ordena para el sacerdocio, sino para el servicio del obispo; para hacer lo que este le indique»(3), y acotó que «esto tiene un profundo sentido pastoral, pues no se trata de un servicio de carácter servil al Obispo sino en lo que este último indique para el servicio profundo, dedicado, íntegro, del Pueblo de Dios», a imagen del Siervo de Yahweh, consumado en Jesucristo.

Hizo mención el Obispo sobre el carácter sacramental del diaconado, que también dice relación al carácter diaconal del sacerdocio de Cristo en tanto que Él es «Ebed–Yahveh» del cántico de Isaías, servidor del Padre y de los hombres, conforme al decir del Obispo y Mártir San Ignacio de Antioquía: «Los diáconos son los imitadores de Cristo porque ellos son los servidores del obispo, como Cristo es el servidor de Dios Padre», por eso agrega: «A los diáconos ha sido confiada la “diaconía” de Cristo».

Dentro de las dimensiones de la «diafonía», la cual, añadió Mons. Sarlinga, no se pierde con el presbiterado y el episcopado, dijo que los oficios «diaconales» que presenta el Nuevo testamento dicen siempre relación a un servicio en orden a la salvación. “Así, los apóstoles se reservan una «diakonia» de la Palabra (He 6,4); Pedro dijo que Judas participó en la «diakonia» apostólica (He 1,17); Matías es llamado a suplirle en esa «diakonia» (He 1,2); San Pablo cumple la «diakonia» recibida de Jesús (He 20,24), diakonia de la reconciliación (2Cor 5,18), diakonia para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef 4,12), diakonia de Cristo (1Tim 1,12). Por eso los apóstoles son diáconos de una Nueva Alianza (2Cor 3,6); diáconos de Dios (2Cor 6,14); diáconos de la justicia (2Cor 11,12–15); diáconos del Evangelio (Ef 3,7; Col 1,23); diáconos del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (Ef 3,7; Col 1,23). Al mismo Cristo lo llama San Pablo diácono (Ro 15,8)”.

Refiriéndose luego al «vaciamiento» o «anonadamiento» para poder servir la Causa del Evangelio, citó Mons. Sarlinga al apóstol San Pablo, en su famoso pasaje de la carta a los Filipenses, en que afirma que Cristo “se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo” (Flp 2, 7). Cristo es el ejemplo que debemos contemplar. En el evangelio dijo a sus discípulos que no había venido “a ser servido, sino a servir” (cf. Mt 20, 28). Y recordó el Obispo que, en particular, durante la última Cena, después de explicar nuevamente a los Apóstoles que estaba en medio de ellos “como el que sirve” (Lc 22, 27), realizó el gesto humilde, reservado a los esclavos, de lavar los pies a los Doce, dando así ejemplo para que sus discípulos lo imitaran en el servicio y en el amor recíproco.

El servicio viene del Amor, dijo el Obispo. Y, en efecto, “como escribió S.S. Benedicto XVI en la Encíclica “Deus caritas est”, “el amor puede ser “mandado” por Dios “porque antes es dado”(4), y nos lo dio Dios enteramente, puesto que nos entregó a su propio Hijo. Expresó también, continuando su homilía, que el espíritu de servicio viene del Espíritu de Dios, el cual, como lo dijera en su carta pastoral en el Inicio del Año Paulino Universal: “(…) nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos al misterio de salvación para que seamos hijos del Padre y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que todos tengan vida en Él”.

Exhortó al diácono a la humildad, y a practicar y ejercer la corrección fraterna, a la que calificó “bastante abandonada en nuestras comunidades”, y a dejarse también corregir fraternalmente, siempre con humildad y amor, por los hermanos, teniendo en cuenta incluso la sabiduría expresada en el libro de los Proverbios (Prov 27,6): “Mejores son las heridas de quien ama que los besos engañosos del que odia”.

Luego de exhortar a no defraudar nunca al pueblo de Dios que espera de su ministerio, recordó el Obispo, junto con la pobreza entendida en sentido tradicional (recordando que los pobres han de ser causa de nuestra opción preferencial), nuevas formas de pobreza tales como la pérdida del sentido de la vida y de una verdad sobre la cual construir su existencia; así como la existencia de numerosos jóvenes que piden encontrar hombres que sepan escucharlos y aconsejarlos en las dificultades de la vida. Exhortó a todos los fieles de la diócesis de Zarate-Campana a evangelizar, procurando el encuentro con Cristo, quien da un nuevo horizonte a la vida, que trasciende todo horizonte humano.

Al término de la celebración de ordenación, se tuvo un ágape fraterno, muy concurrido, en los salones de la iglesia catedral.


(1) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium», 10.

(2) Did, 15.

(3) Tradit. apost., 8.

(4) BENEDICTO XVI, Enc. Deus caritas est, n. 14.

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